“Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate” . Thomas Carlyle.

Ha llegado el momento de dejar atrás tanta ira y desconfianza mal direccionada; ya hemos tenido una semana de catarsis. Ya basta de destruir lo que es digno de respeto, incurriendo en el mismo error de lo que combaten al ceder a la descalificación en bloque. Ya basta de buscar culpables entre esas personas, que como tantos otros ciudadanos comprometidos con el porvenir del país, pusieron lo mejor de cada uno en esta compleja contienda. De aquí en adelante de lo que se trata no es de eliminar personas sino mejorar prácticas.

De lo que se trata es que los partidos democráticos vuelvan a cuidar a sus militantes y hagan de la pertenencia a una organización política algo prestigioso, valorado e influyente. Y nosotros, como sociedad civil, debemos apoyarles sin descanso. Empeñarse en la división no propicia construir mayorías que permitan desplazar a la tiranía.

Convertir a los factores democráticos de la UNIDAD en objeto preferente de las críticas, es olvidarse de quienes tienen el poder y quedar congelados en la oposición tiempo indefinido. Sólo reflexionar críticamente sobre la derrota la convierte en aprendizaje.

Primero hay que dimensionarla. Que el resultado electoral fue decepcionante nadie lo pone en duda, pero algo positivo nos ha quedado: esta derrota nos acercó más a nuestra familia; nos ayudó a ampliar el entendimiento para ir reacomodando mejor las cosas, para emprender de nuevo el camino con mayor firmeza y entusiasmo, y sobre todo, conociendo lo accidentada que será la nueva travesía, a saber: los desaciertos acá; las trapisondas allá; los análisis apresurados acá; las convicciones en éste morral y las divisiones, bien al fondo. Esta derrota nos oxigenó y sobre todo, nos ayudó a separar lo imprescindible de lo accesorio.

Tengamos por seguro que quienes perdieron continuarán adelante, peleando por recuperar nuestro terruño y nuestro país, con mayor vehemencia, prudencia y sagacidad. Y es por eso continuaré, hasta que el carapacho lo permita, acompañándoles en esta ineludible y cívica brega. Son los momentos que nos obligan a reiterar, a repetir lo que hemos dicho hasta la saciedad, tal vez como un retornelo cansón: sin coherencia – aunque a algunos les incomode que lo recordemos – sin compromiso, sin organización, sin un movimiento, frente, bloque, capaz de amalgamar, aglutinar y coordinar la indignación, el malestar, el rechazo, o la arrechera en una serie de acciones pacíficas pero contundentes – y eso es posible – acá el régimen seguirá “ganando elecciones», apresando ciudadanos, y todos continuaremos hundiéndonos en este espantoso marasmo.

Los estudios recientes muestran que los rasgos psicológicos distintivos de los venezolanos en la actual coyuntura no son la desesperanza y la rendición, sino la confusión, la incertidumbre y la frustración.

La sociedad parece estar atenta y dispuesta a organizarse y a participar en instancias o actividades que les parezcan útiles y creíbles. La gente está ávida que le propongan alternativas creíbles y eficaces para hacer oír su voz y organizarse para la lucha por recuperar el país donde nacieron.

Así las cosas, no permitamos entonces que decaiga la fuerza y el empuje de la pasión que debe acompañarnos en ese camino que hemos emprendido para recuperar las esperanzas truncadas y el porvenir de nuestro país.

Depende de nosotros que la nuestra no sea una historia de oportunidades perdidas y de posibilidades no aprovechadas…

Manuel Barreto Hernaiz




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