“No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros”. Paulo Coelho.

En verdad ha sido largo y muy duro este sinuoso y oscuro sendero que hemos venido transitando durante más de dos décadas.

Una nefasta trocha que nos llevó a perder años, excelentes oportunidades y colosales o inmensurables sumas de dinero, que se derrocharon por la ineficiencia y la corrupción de este régimen, que no acabó con las diferencias y los privilegios, sino que los intensificó; que no generó riqueza y bienestar para todos, sino que los concentró en unos pocos; que no logró respeto y dignidad para cada uno de los individuos, las culturas, las creencias, los valores, sino que ha centrado lo sagrado en un modelo único, vetusto, y fracasado, mediante la burla, la iracundia, la corrupción y la intolerancia; con la permanente presunción de lograr una sociedad sin pluralidad, sin contradicciones ni disenso. Que aspira que todo confluya en el poder, en ese trono de desaciertos que no tolera la competencia y la crítica. Hemos atravesado una extenuante vereda en cuyo recorrido hemos visto como tanto el régimen como sus secuaces adulteraron la esencia de la democracia, coartando libertades, produciendo un retroceso social de graves consecuencias.

Fue muy dura esa ruta tan empinada que venimos de recorrer; donde se pudo constatar la evidente falta de unidad del liderazgo opositor,

Lo que propició – entre tantas cosas- las posiciones encontradas en cuanto al apoyo a Juan Guaidó y el zaperoco de acusaciones al voleo por el caso Monómeros; y para hacer más sinuoso el camino, a la contienda electoral se presentaron incontables candidatos que se enfrentaron entre ellos, lo que apartó en gran medida la indispensable confianza que debería estimular al electorado. Pero, a lo hecho pecho pues nos queda un largo trecho.

A raíz del reciente resultado electoral, se empieza a consolidar la idea de que la participación ciudadana no se puede improvisar y se hace necesario desarrollar nuevos conceptos metodológicos e instrumentos técnicos que orienten las nuevas prácticas participativas con la ciudadanía. Pero en este camino, el de construir métodos y técnicas para poner en práctica la participación ciudadana, los primeros pasos no son ni tecnológicos ni metodológicos, sino políticos. La madurez política, la sana que no imitativa evolución, el encaminarse en este acelerado siglo XXI dentro de los parámetros democráticos, exigen paciencia, tiempo, trabajo sostenido y sobre todo, un considerable nivel de compromiso.

Nuestra sociedad tiene las capacidades para discernir, tiene el talento para optar, pero necesita ser informado, necesita tiempo para estudiar las propuestas, necesita un clima de serenidad y sosiego, necesita ser respetado como comunidad de personas libres y diferentes en sus formas de pensar, de actuar, de creer; requiere dejar de ser manipulado, ni por un lado ni por el otro, para salir de las coyunturas difíciles. Necesitamos, cada vez con mayor urgencia, una formación ética y ciudadana. La política no es un juego de todo o nada. Ya lo decía Maquiavelo y se hace necesario repetirlo hoy: El principal error en política es confundir los deseos propios con la realidad. Se hace menester entonces repetir que hay ciertas cosas que no pueden cambiarse de acuerdo a la ocasión, ciertos límites que no pueden sobrepasarse, como compromisos que no pueden obviarse, ni principios que puedan traicionarse. El reto que se les presenta, ahora más que nunca, a los partidos políticos democráticos en nuestro país, es crear un necesario ambiente de participación real de la gente común, crear un ambiente en el cual sus opiniones, sus necesidades y sus aspiraciones puedan plantearse y porque no en algún momento, transformarse en tangibles realidades. Así las cosas, todo dependerá del camino que decidamos tomar.

Manuel Barreto Hernaiz.




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