Desde mi balcón/Soy una migrante forzosa

En los años ochenta, mi querido amigo Chile Veloz, hermano de la vida, melómano, cuya voz aun es un icono en Venezuela, me llevó el último trabajo de un amigo común, Agni Mogollón. Se trataba del proyecto “Gina y Agni”, un dúo que hacía Agni con su amiga y ex compañera de un grupo musical, Regina Lutvak.

La canción que Chile quería que escuchara era una que había rechazado José Luis Rodríguez y que le habían dado a Balbino, pero que no había tenido tanto éxito. Se llamaba “Venezuela” y la habían compuesto los españoles Pablo Herrero y José Luis Armenteros.

De primeras, me encantó. Chile me aclaró que, así como Agustín Lara no conocía España cuando compuso el chotis “Madrid” y “Granada”, que aun hoy en día son un emblema hasta para los españoles, estos compositores, no conocían nuestro país.

Herrero y Armenteros eran muy exitosos. Sus temas habían significado mucho desde hacía varios años, como los cantados por Nino Bravo, entre los que recordamos “Libre”, “Un beso y una flor” y “América”; sin olvidar “Eva María”, de la Fórmula Quinta.

El caso es que la canción “Venezuela” recibió un fuerte impulso con Mirla Castellano y hoy en día es, sin dudas, casi un himno para los venezolanos, al punto que dejó de gustarme.

Conste que soy venezolana por los cuatro costados y estoy muy orgullosa de serlo. Es verdad que la mayoría de las personas tienen raíces extranjeras, pero en mi caso, los extranjeros más cercanos que tengo son la madre colombiana de mi tatarabuelo Francisco González y los abuelos de mi bisabuela, Carolinita Salas Limardo, que eran canarios.

Pero yo jamás pensé irme de mi amada tierra.
Bueno, yo sigo en Buenos Aires, por las razones ajenas a mi voluntad, que ya he comentado anteriormente y no me quejo, Argentina es un país hermoso y hemos tenido una atención de primera, pero extraño todo. Desde mi clima y mis gatos, hasta los huecos de mi calle, mi gente, mi cerro, mi música y mis reuniones, todo lo añoro.

Por supuesto que la comida me hace falta, pero por aquí cerca hay una bodega de venezolanos, que vende, además de frutas y vegetales de la zona, nuestros plátanos, cachapas, queso de mano, queso llanero, malta, harina de maíz, hojas de hallacas y onoto. Y para aquellos que lo prefieran, también venden hallacas, pero nosotros haremos las nuestras.

Ahora, como la Navidad está a la vuelta de la esquina, estamos preparando un grupo de aguinaldos que llamamos “La Nueva Parranda”, y ya nos invitaron a cantar una Misa de Aguinaldo en la Parroquia Nuestra Señora de Caacupé.

La parranda la integran, además de mi marido, mi hija, mi hermano, mi sobrino y mi nieta de la vida, algunos amigos, entre los que se encuentran la abuela de una de las amigas cantantes de mi hija, que es de Lara y canta golpes tocuyanos, mi exconsuegro, que canta muy bien, un gaitero que ronda los ochenta y una amiga valenciana que también tiene juventud acumulada.

Confío en Dios que esta actividad, nos llenará de gozo y salud. Como mi hija me conoce, sabe cómo me gusta la gaita y la falta que me hacen “Ellas”, mi grupo gaitero de mujeres y FIGA, el Festival Intercolegial de Gaitas y Artes, del que hablé en un artículo hace días, me invitó a un evento que celebraron precisamente en la parroquia Caacupé, el pasado domingo 26 de noviembre.

Honraban a La Chinita. Comenzaron con una misa a las once de la mañana, seguido del gran festejo, a manera de feria, en la avenida Rivadavia, que fue cerrada para tal fin. A ambos lados de la avenida, colocaron toldos con ventas de productos venezolanos, desde franelas de la Chinita, gorras con la bandera venezolana o el nombre Venezuela, aparte de la comida, tequeños (ya populares en esta ciudad), panes de jamón, empanadas, tortas de pan, tortas de piña, quesillos, hasta papelón con limón y chicha.

Dicen los feligreses que esta fue una verdadera fiesta de fe y devoción que hermanó dos pueblos, el argentino y el venezolano. Me impresionó la enorme tarima al final de la avenida. Los animadores del evento, venezolanos en su mayoría, como Rosedaly Contreras, pedían aplausos para nuestros equipos de béisbol y para la Vinotinto, agradeciendo siempre a Argentina su hospitalidad. También animó la argentina Carolina Amoroso, que siempre ha demostrado amor por nuestro país.

Se presentaron grupos gaiteros que hacen vida en Buenos Aires, como “Mi barriada gaitera” y “Gaitason”, además de un grupo venezolano de música urbana y uno de música criolla, “Aires llaneros” con unos cantantes que fascinaron, entre ellos, el niño Kelwis Zapata, con una voz prodigiosa; José Ernesto Bolívar; el Pollito de Cabimas, (un contrapuntero increíble) y Luissángel Tineo, una muchacha que canta precioso, con una escena excelente, que de pronto anunció que cantaría “Venezuela”.

Y mi cara de fastidio se evidenció, a pesar de la emoción del público, que se demostraba en gritos y brincos.

Entonces, comencé a sentir lo que jamás había experimentado, mi indudable amor por Venezuela estando lejos de ella… Luissángel insistía en hacer cantar al público y me di cuenta de tantas verdades de su letra: “Llevo tu luz y tu aroma en mi piel y el cuatro en el corazón”… “entre tus playas quedó mi niñez tendida al viento y al sol”… “y esa nostalgia que sube a mi voz, sin querer se hizo canción”.

Las lágrimas salían sin permiso de mis ojos y recordé cuánto me había gustado hace más de cuarenta años, cuando la conocí.

Entonces mi hija me susurró al oído “mamá, eres una migrante forzosa, pero no te preocupes, regresarás pronto.

  1. [email protected]

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Ramón Villafañe y nuestro Betamax

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