Cuando en 2012, Carabobo decidió cambiar a su gobernador, Henrique Fernando
Salas-Römer Feo, por uno revolucionario, según cuentan, el candidato, el mayor del
ejército bolivariano Francisco Ameliach, fue impuesto por el presidente Hugo Chávez
Frías, y también dicen que, cuando alguien le sugirió a Chávez que otro aspirante
revolucionario podría ser el alcalde de Puerto Cabello, Rafael Lacava, se negó
absolutamente.

Lo veía como un sifrinito más de la sociedad carabobeña. Como sabemos, Ameliach fue un desastre que demostró desde un principio, su desamor por Carabobo.

En 2017 Rafael Lacava fue electo gobernador y, quizás, el hecho de ser un
universitario con dos especializaciones, que habla varios idiomas, que por ocho años fue
alcalde de Puerto Cabello, además de embajador de Venezuela en Italia y presidente del
Carabobo Fútbol Club, hizo que los valencianos lo vieran con mejor cara que a un militar
o a una persona sin preparación, cuya ignorancia nos podría llevar a la quiebra como
estado.

Y Lacava, desde un comienzo demostró que en verdad era un gobernador diferente.
Vimos horrorizados cómo, sin camisa y con el pantalón mojado, a las puertas del CNE,
celebraba su victoria. Luego lo vimos llegar a Globovisión montado en un burro, después
colocó un murciélago en el cerro donde está la Cruz de El Trigal, que recordaba la
batiseñal que le anunciaba a Batman que la policía de Ciudad Gótica, lo necesitaba. Hubo
críticas de todo tipo y, aunque el gobernador dijo que solo lo prendería cuando tuviera
buenas noticias, no lo volvió a encender. Debe ser que no tiene buenas noticias que
darnos.

Adoptó el apodo de “Drácula” y así bautiza casi todo lo que se le ocurre. Tuvo la
buena idea de comprar autobuses escolares para usarlos como transporte público y los
llamó Transdrácula. No sabemos cómo fue que cerraron las compañías de gas, pero ahora
todo el gas lo maneja él y se llama Gas Drácula.

Ayudó a la rectora Jessy Divo con el mantenimiento interno de la Universidad de
Carabobo, enviando a sus obreros a limpiar los espacios agredidos salvajemente por el
monte, la desdicha y la falta de mantenimiento, debido a que ya las universidades no
tienen recursos. Y también ayudó, donando unos autobuses, pero antes, los firmó
pintándoles un gran murciélago con el número 10.

Cuando convirtió la “Plaza Cristóbal Mendoza” en la “Plaza Drácula”, todos los
valencianos morimos; sin embargo, al verla iluminada, llena de vida y de alegría juvenil,
ofreciendo sitios para comer y espacios para la música, las críticas amainaron.

Pero llegó la restauración de la Plaza Montes de Oca. Tal vez muchos valencianos
desconozcan que esta hermosa plaza fue inaugurada en 1955, en el marco de las
festividades de los cuatrocientos años de la ciudad, y la estatua del segundo obispo de
Valencia, Monseñor Salvador Montes de Oca, elaborada en 1946, protagonizaba la obra
del escultor sevillano Antonio Rodríguez del Villar, quien, junto al artista Lorenzo
González, participó en la construcción del Monumento de Carabobo, una de las obras
escultóricas más importantes de Latinoamérica. Y la plaza se llamó como el obispo mártir,
“Monseñor Montes de Oca”. Con los años, la plaza fue echada al olvido, convirtiéndose
en refugio de adictos y malhechores.

Como bien saben todos los valencianos, a comienzos de 2017 nuestro querido
arzobispo, que hace un mes nos dejó, Monseñor Reinaldo Del Prette, a través de una
misa en la Catedral de Valencia, aperturó el proceso de beatificación de monseñor Montes
de Oca, obispo mártir fusilado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Y casi al mismo tiempo, la llamada mafia del bronce atacó la obra homónima de Antonio
Rodríguez del Villar, que por años vigilaba la plaza. La estatua de monseñor Montes de Oca fue restaurada y los carabobeños podían ir a verla en los espacios del CAVAM.

El gobierno de Carabobo también rehabilitó la plaza, la convirtió en un parque
infantil temático. Y, como era de esperarse, aunque no le cambió el nombre, este pasó a
un segundo plano, pues ahora, nuestra plaza Montes de Oca, es sede del “Parque Drácula
Kids”.

Pensé que, teniendo la posibilidad el gobernador de honrar a nuestro obispo mártir,
después de destinar el lugar a un increíble parque infantil, inauguraría una nueva “Plaza
Montes de Oca” en otro lugar de Valencia, tal vez en la misma urbanización Guaparo,
donde hay un enorme parque como para hacerlo, pero no. La hermosa escultura se pierde
en medio de las atracciones y, por muy buenas que sean, chocan con la imagen del futuro
santo.

Aquí perdió algunos puntos el gobernador Lacava con este hecho. Diría mi abuelita:
“ese Drácula, lo que hace con las manos lo desbarata con los pies”.




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.