Desolación en Iskenderun
Dos personas observan los destrozos ocasionados por los terremotos en Hatay, Turquía. Foto: EFE/ Erdem Sahin

El puerto mediterráneo de Iskenderun, en la provincia turca de Hatay, sigue en llamas tres días después del terremoto, que devastó el sureste de Turquía, con más de 9.000 muertos confirmados hasta ahora.

Esta región, al extremo sureste del país, es la más afectada por el seísmo, aunque se encuentra a 150 kilómetros del epicentro, con una nivel de destrucción casi total de edificios e infraestructuras.

Alejandreta, como se llama la ciudad en español, está llena de edificios completamente destruidos, mientras que la mayoría de los demás están inclinados de lado con solo una parte caída.

Todos duermen en la calle

Aquí nadie duerme en casa desde el lunes. Todo el mundo está en las calles, en descampados, con fogatas, calentándose porque hay temperaturas cercanas a cero.

Los vecinos de la ciudad, que hasta el lunes tenía un cuarto de millón de habitantes, aguantan como sea, en tiendas, en coches.

Hay algún que otro campamento establecido por el gobierno con tiendas de campaña para resguardar a las familias.

Otros se han ido o lo intentan al menos, provocando enormes atascos en las calles y carreteras, que también están en mal estado por el terremoto.

Búsqueda día y noche

Mientras, los equipos de rescate siguen buscando a supervivientes, de día y también de noche, con focos y linternas.

Desolación en Iskenderun
El pequeño Yigit Cakmak, de ocho años, muestra su alegría tras ser rescatado de entre los escombros de un edificio derrumbado. Foto: EFE/ Erdem Sahin

Están quitando escombros, buscando a los últimos supervivientes, todo lo que humanamente se pueda hacer, a casi 72 horas del terremoto inicial.

Pese a la desolación, Todavía hay esperanzas, afirma a EFE Vahid, un hombre de unos 50 años que tenía una tienda en la ciudad. Una tienda, que como muchas otras en este lugar, ya no existe.

Cuenta que él estaba en su colmando cuando ocurrió el seísmo: «Me desperté y pude salir por la ventana entre los cristales», dice.

Justo cuando su edificio se fue inclinando, pudo salvar a dos personas del piso superior que también lograron saltar por las ventanas. Apenas estaban en la calle, el edificio se vino abajo.

La familia de Vahid estaba en otro edificio cercano que no se cayó. El hombre cuenta que tiene cuatro hijos y todos están a salvo.

Los pudo llevar a un descampado donde están con una fogata y una tienda para los más pequeños, y aunque su casa siga en pie, la familia no se atreve entrar porque los edificios aledaños también se pueden caer.

Entre la esperanza…

Vahid colabora desde el primer momento como voluntario, día y noche, buscando personas entre los escombros.

Cuenta que el lunes lograron sacar con vida a seis personas, el martes a otras dos, pero hoy solo han recuperado cadáveres.

No obstante, dice que todavía hay esperanza, ya que aún se escuchan voces de gente entre los escombros y se está trabajando para alcanzarlos. «Todavía se puede. Aún podemos salvar a gente», asegura Vahid.

…Y la esperanza

En otro edificio en el centro dicen que ya no escuchan nada. También allí siguen trabajando, con maquinaria pesada, pero creen que únicamente van a encontrar cadáveres. La desilusión es enorme.

Una joven funcionaria, que se identifica como Elif y cuenta a EFE que su casa también se derrumbó a medias, pudo salir porque estaba en un piso superior mientras el de abajo quedó completamente aplastado.

No sabe qué van a hacer ahora. No tiene planes, dice. «Ya no podemos hacer planes», cuenta resignada.

Los expertos locales aseguran que el terremoto tuvo un efecto tan devastador en este lugar porque se encuentra sobre la misma falla geológica que viene desde el epicentro hacia el sur.

Por eso, grandes ciudades como Gaziantep, que está mucho más cerca del epicentro, ha sufrido mucho menos porque no está sobre la falla, mientras que Antioquia y Alejandreta han quedado arrasadas.




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