Sea obra de la maledicencia o consecuencia de la ineficiencia y corrupción del régimen de Nicolás Maduro, me anoto a esta última, el apagón de más de cuatro días en todo el territorio nacional- con daños que van más allá de la oscurana: como decenas de muertes y pérdidas económicas estimadas en  centenares de millones de dólares pues ese espeluznante escenario intento apagar- el homérico ingreso al país del presidente (E) Juan Guaidó por la puerta grande  del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía..

Este hecho, me refiero al ingreso del presidente Guaidó a Venezuela, colocó en grandes aprietos y puso de manifiesto la profunda debilidad del régimen que tan solo cuenta con las miras quebradas de los fusiles que lo cortejan.

Después de una prolongada afonía usurpador no le quedó otra cosa que decir que no le “pararan bolas” al ingreso del legítimo mandatario; que es lo mismo que admitir que no podían hacer otra cosa que resignarse a la afrenta que este les propinó. Tan firme y sorpresivo fue el golpetazo, que el charlatán de Diosdado Cabello, quien  juró que no ingresaría al país por ninguna vía, ni siquiera el bodrio de su programa “Con el mazo dando” de la semana pasada salió al aire.

El régimen está desconcertado, muy debilitado, en otras palabras, está cercado entre rejas aceradas. Dicho de otro modo, de allí no se va a escapar. El sombrío apagón produjo un efecto en contrario para ellos. No obtuvo los resultados como los planificó, presuntamente, el perverso G2 cubano. Es importante acotar que fue de tal proporción el malestar que ocasionó en nuestros compatriotas ese suceso, que disparó la impaciencia y el odio hacia las cabezas más sobresalientes de Miraflores. Como consecuencia, a la par de estas nerviosidades, se ejerce presión sobre el presidente (E) creando inquietud entre algunos sectores de la sociedad civil.

El tiempo avanza y con él la impaciencia de nuestros compatriotas ansiosos de salir de esta situación que los sofoca. Es el caso que para progresar en la trilogía: Fuera el usurpador, gobierno de transición y elecciones presidenciales, tiene que darse la primera; es decir, salir de Nicolás Maduro para luego ir sobre las dos restantes. Los pasos que antes andaban a buena velocidad, tanto entre nosotros como en la comunidad internacional, han bajado notablemente la celeridad. El régimen, hasta el día de hoy, no ha dado una sola demostración de abandonar el poder porque no se les ha plantado al enfrente una fuerza represiva que les obligue llegar a unas elecciones libres. Del lado de los sectores democráticos se ha cumplido con el protocolo para una salida pacífica de este conflicto.

Finalmente, a pesar de todos estos tejemanejes, vamos por buen camino. Estamos en sensatas y buenas manos, pero inevitablemente hay que hacer los virajes necesarios. El panorama está despejado tanto para los funcionarios y dirigentes políticos del régimen como para los sectores de la oposición agrupados alrededor de la figura Juan Guaidó y el Frente Amplio Venezuela Libre. El madurismo sabe muy bien que no hay fórmula que le haga rescatar la confianza de los venezolanos, y la oposición por su parte está segura, de  que goza del apoyo popular que se estima supera el 80 %. En consecuencia, ninguno de los dos sectores necesita realizar una campaña proselitista tradicional porque esa matriz de opinión está perfectamente sólida. Esta situación se va a resolver en otros tableros políticos diferente a los tradicionales, como se perfilan las cosas.

garciamaevez@gamil.com

@RGarciaMarvez

 




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