(Cortesía)

Mensaje del Secretario General de la ONU 2018

Hace 25 años el mundo conmemoró por primera vez el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Desde entonces, casi 1.000 millones de personas han logrado escapar de la pobreza gracias al liderazgo político, el desarrollo económico inclusivo y la cooperación internacional.

No obstante, sigue habiendo muchas personas que se quedan rezagadas. Mas de 700 millones cada día no pueden satisfacer sus necesidades alimentarias básicas. Muchas de esas personas viven en situaciones de conflicto y crisis; otras se enfrentan a obstáculos para acceder a servicios de asistencia sanitaria y educación y a oportunidades de empleo, lo que les impide beneficiarse del desarrollo económico en un sentido amplio. Es un problema que afecta de manera desproporcionada a las mujeres.

La erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, tal como se establece en el Objetivo 1 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, sigue siendo uno de los mayores retos mundiales y una de las principales prioridades de las Naciones Unidas.

Este año, en el que celebramos el 70° aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, recordemos que la erradicación de la pobreza no es una cuestión de caridad sino de justicia. Existe una conexión fundamental entre la erradicación de la pobreza extrema y el respeto de la igualdad de derechos de todas las personas.

Debemos escuchar a los millones de personas que viven en condiciones de pobreza y miseria en todo el mundo, hacer frente a las estructuras de poder que impiden su inclusión en la sociedad y remediar las humillaciones que padecen. Debemos construir una globalización justa que cree oportunidades para todos y velar por que el rápido avance tecnológico impulse nuestros esfuerzos por erradicar la pobreza. En este Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, comprometámonos a cumplir el compromiso fundamental de la Agenda 2030 de no dejar a nadie atrás.

António Guterres

La pobreza, un problema de derechos humanos

En todo el mundo, más de 800 millones de personas aún viven con menos de 1,25 dólares al día y muchos carecen de acceso a alimentos, agua potable y saneamiento adecuados, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

«En un mundo caracterizado por un nivel sin precedentes de desarrollo económico, medios tecnológicos y recursos financieros, es un escándalo moral que millones de personas vivan en la extrema pobreza», tal y como se asegura en el prefacio sobre Los Principios Rectores sobre la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos.

La pobreza no es solo una cuestión económica. Por ese motivo, debemos dejar de observarla exclusivamente como una falta de ingresos. Se trata de un fenómeno multidimensional que comprende, además, la falta de las capacidades básicas para vivir con dignidad.

La pobreza es en sí misma un problema de derechos humanos urgente y es a la vez causa y consecuencia de violaciones de los derechos humanos, pues se caracteriza por vulneraciones múltiples e interconexas de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, y las personas que viven en ella se ven expuestas regularmente a la denegación de su dignidad e igualdad. Reducir la pobreza y erradicarla es por tanto una obligación de todas las sociedades.

Hace ya 30 años, el 17 de octubre de 1987, el padre Joseph Wresinski —una de las primeras personas que puso en evidencia el vínculo directo entre los derechos humanos y la extrema pobreza— hizo un llamamiento para luchar contra esta lacra, animando a conmemorar el Día Mundial para la Superación de la Pobreza Extrema. Cinco años después la Asamblea General, inspirada en ese llamamiento, declaró el 17 de octubre como el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (resolución 47/196) .

Unirse a los más excluidos para construir un mundo donde los derechos humanos y la dignidad sean universalmente respetados

Este año, que celebramos el 70º aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es importante recordar el vínculo fundamental que existe entre la extrema pobreza y los derechos humanos, y el hecho de que las personas que viven en situación de pobreza se ven afectadas de forma desproporcionada por numerosas violaciones de los derechos humanos.




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