Yo creo que nunca como en estos momentos en Venezuela se ha hablado tanto de diálogo. Me da la impresión de que  cada vez que el gobierno se encuentra con problemás serios   –  y eso sucede con una frecuencia diaria  –  para tratar de reforzar su pobre imagen de “gobierno democrático”, por cierto bastante deteriorada, recurre a propuestas de diálogo, pasando por alto que “dialogar”con la oposición no es una concesión del gobierno sino un deber establecido en las normás más elementales de la democracia. Ahora bien, frente a esa situación realmente complicada que vive el país la pregunta brota espontaánea: ¿qué sentido tiene sentarse a dialogar cuando una de las partes, en este caso el gobierno, ya ha decidido y en forma irreversibile que es lo que va a hacer? “Dialogar” significa intercambiar opiniones, significa escuchar a la otra parte con atención, con disponibilidad, hasta diría con empatía, analizado sus propuestas sin una toma de posición previa, sin prevención de ningún tipo y sobre todo sin poner condiciones. Por ejemplo, yo pienso que uno de los temás primarios en estos momentos dramáticos pre-electorales que vive Venezuela, es la composición de C.N.E., institución que ha perdido toda su credibilidad y que, por las razones que todos conocemos, no ofrece las más elementales condiciones de que el voto refleje la voluntad popular-

Ahora bien, frente a esa realidad irrefutabile, ¿es posible dialogar sobre un adecentamiento del C.N.E. con rectores realmente imparciales que garanticen pulcritud en el conteo de los votos? Proponer un diálogo entonces a sabiendas de que cualquier alternativa diferente a la que se propone, sería inaceptable, me sabe a demagogia barata – Estamos dispuestos al diálogo pero…las condiciones las ponemos nosotros. Eso no esta bien! Por otra parte en estos largos y tormentosos casi veinte años de gobierno chavista   –  nunca en un sistema democrático, un partido había estado tanto tiempo seguido, en el poder  –   yo creo que el gobierno siempre ha tomado sus decisiones, inclusive las más importantes, sin haber dialogado nunca con la oposición, sin haber escuchado nunca su opinión…y eso ha sido una falla muy grave.   En un régimen supuestamente libre y democrático, todo el mundo tiene el sacrosanto derecho de criticar y de plantear ante la opinión pública su parecer sobre la gestión de gobierno. Aqui, gracias a Dios,  todavía  no estamos en Cuba!

Ahora bien, frente a esa situación indudablemente grave, la única alternativa, a mi manera de ver, es el famoso y tan trillado “diálogo”, un diálogo pero donde las partes se sientan a conversar con una sincera (y no demagógica) disponibilidad a escuchar los planteamientos del “otro” y, eventualmente a reconsiderar  certas posiciones, quizás demasiado autoritarias pero evidentemente contraproducentes y negativas para la paz y la prosperidad del país.

Quisiera concluir con un llamado interesante: A veces en la vida “rectificar”ciertas decisiones adoptadas y hasta tener la hombría de “retractarse” sobre algunas disposiciones tomadas y que parecían tener carácter de irreversibilidad, lejos de ser una demostración de debilidad o de sumisión a las propuestas de los demás, es una actitud de inteligencia, de valentía, de hombría ciudadana!

A buen entendedor!¡

Desde  Italia – Paolo Montanari Tigri




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