¡Los hechos están claros y los ejemplos sobran! Toda sociedad humana pasa (o ha pasado) por momentos difíciles en su desarrollo humano, social, económico y político, y en esta combinación de factores -tan dinámicos- destacan, poderosamente, los liderazgos humanos movilizadores de gente, de recursos, de proyectos, y de conductas. Pero no todo liderazgo garantiza logros, y menos aún, éxitos. Los jefes, lideres, dirigentes, gobernantes, o como se les llame, no son siempre tan excelentes como quisiéramos verles, y algunos demuestran la abierta intención de interferir en el desarrollo de las naciones, y en malbaratar el destino de los ciudadanos, afiliados a regímenes autocráticos o agrupaciones represivas. La buena noticia es que el liderazgo no es innato, y esto es esclarecedor porque anula las excusas, tantas veces escuchadas, de decir que la gente (liderazgos incluidos) nace buena o mala “por naturaleza”. Todos los liderazgos pueden desarrollarse y ejercitarse para hacer intervenciones positivas o negativas, en cualquier sociedad o grupo social,  si sabemos cómo hacerlo y si comprendemos los beneficios derivados.

Un factor poderoso para la efectividad del liderazgo es la señalización o definición del ‘foco’ que espera alcanzar el líder: ¡Esto es el señalamiento de hacia dónde vamos, y por qué! ¿Qué queremos, y qué es lo deseable? Sin un adecuado proceder de ‘focalización’, la situación se debilita y puede llegar a hacerse confusa. ¡Nada es más desmotivador que no saber hacia dónde vamos! Pero, focalizar no es sólo señalar y nombrar objetivos, sino tener claro –también– qué se espera de estos objetivos, y qué beneficios pueden satisfacerse en las sociedades, grupos o personas, bajo el empuje de los lideres o dirigentes.

Por esta última razón, otra cosa, y muy importante, es conocer lo que está abierto, u oculto, tras los objetivos que nos señalen los líderes o dirigentes. ¡Siempre están presentes factores ideológicos y políticos, que por sus implicaciones, pueden perjudicarnos o favorecernos! Los grandes demagogos y autócratas también pueden señalar y convencer a sus seguidores en relación con los objetivos que esperan alcanzar, y son muchos los que, desorientados y manipulados, llegan a seguir fielmente a esos dirigentes o liderazgos, que no dejamos de considerar como indeseables y perjudiciales.

Pero, retomemos la visión positiva del liderazgo, del liderazgo democrático y beneficioso para los seguidores: Aunque se trabaje en algo muy rutinario, el liderazgo o la dirigencia profesional necesita ganar perspectiva de lo que contribuye con su función. Antoine de Saint-Exupéry, el autor de ‘El Principito’, esa famosa obra en forma de cuento infantil, que tanto gusta a los adultos, ha resumido con claridad y con un ejemplo sencillo, la importancia del ‘foco’ y ‘objetivos’ del liderazgo humano. Ha dicho con tonalidad poética: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho”. Es por esto que para definir el ‘foco’ que oriente su tarea, un líder ha de marcar objetivos, compartir las expectativas que existen sobre él (o ella) mismo y sobre su equipo de seguidores o afiliados, y dar un sentido muy claro al trabajo que se realiza. Seguimos a personas que nos hacen sentir bien y que vemos coherentes con lo que dicen y hacen.

Impidamos que los seguidores se sientan traidores o delatores ante sus propios compañeros. De hecho, el liderazgo es una permanente conversación de respaldo, “que no implica un chantajeo o compra de la dignidad de los seguidores”. Liderar es, también, una “gestión de la diversidad humana”, por poner en valor las diferencias y lo que cada persona aporta desde sus fortalezas, experiencias y maneras de ser… ¡No podemos considerar como liderazgo a aquel tipo de poder que moviliza ansiosamente a las personas, que sólo responden cuando sienten miedo!




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