Las técnicas de manipulación, particularmente la intimidación y el miedo, son dos de las armas más poderosas a las que han recurrido siempre (y recurren), los dirigentes, directivos y gobernantes, con fuertes creencias autocráticas. El miedo, quizás ubicado en un primer lugar, es una emoción poderosa y destructiva, por ser inherente al ser humano. Generar la sensación de miedo en una persona es un recurso muy efectivo, evidente y fácil de observar cuando comienzan aparecer los efectos más notorios, como la angustia, el temor inhabilitante, o la huida (cuando los afectados tengan alguna posibilidad de escape ante las arremetidas de los manipuladores).

La manipulación por miedo, las amenazas, la coacción, cuando no se hace lo que un dirigente exija, es una de las formas más conocidas de advertencia de que se sufrirán consecuencia: ¡Ha de hacerse lo que el manipulador decida! Y los manipuladores están conscientes de que su poder puede aumentar cuando se hacen más conocidas sus amenazas.

¿Cómo es una persona manipuladora? El manipulador tiene una visión particular de sentir y comportarse: el primero es él, luego es él y después él; y los demás son instrumentos que le sirven para usarles y lograr sus propósitos. Se podría decir que todo manipulador tiene un marcado rasgo de egoísmo, y son muy hábiles haciendo lo que hacen y exigiendo a otros que se hagan sus caprichos. Realmente, puede haber una gran falta de conciencia de que se relacionan con sus subordinados o dirigidos de una forma insana, a veces enfermiza y hasta narcisista. Tienen poca consciencia de que puedan estar causando daño. Para ellos (o ellas) es básico vivir de esta manera con abierta subestimación de los demás, con el alegato individualista de que “así es como ellos, o ellas, son”.

Es por esto que muchas veces uno se plantea el razonamiento de que los manipuladores no tienen empatía; es decir, que no pueden «ponerse» en lugar del otro o de los otro; y de ahí, el no saber qué puede estar causando daño a los demás. Puede ser que estén ocasionando graves faltas de respeto y violación de valores humanos, y entender que él (o ella) están haciendo bien las cosas y tienen enteramente, sin discusión, la verdad de su lado. ¡Los manipuladores no establecen relaciones igualitarias! Ellos hablan o deciden que harán o no harán, y tampoco escuchan a los demás. Son impositivos. Ellos (o ellas) deciden, con poca o ninguna discusión, llevar el control sobre las relaciones con los subordinados o dirigidos. A menudo son sobre exigentes con los demás, y muy rápidos para pedir a otros que hagan cosas, mientras son ellos quienes, con total descaro, se llevan los méritos.

¿Qué hacer frente a la manipulación? La manipulación más sutil es la que se hace mediante el lenguaje (al hablar o gestualizar), y es entonces como mejor pueden encontrarse las claves para saber si alguien está sufriendo o no la manipulación de una persona. A veces puede resultar muy difícil salir de este tipo de relación, ya que se ha ido produciendo una manipulación de forma progresiva, minando la autoestima y la confianza de la persona, hasta el punto en el que uno puede sentirse vacío y dependiente de dicha persona. Por lo que muchas veces va a ser imprescindible recibir apoyo de las amistades, si es que todavía puedan haberse conservado, y de psicólogos u otros especialistas para reconstruir la estabilidad psicológica de los afectados.

Una forma más radical, con algunos riesgos, pero posible cuando aún se conserva alguna libertad para hacerlo, es la decisión de alejarnos de este tipo de personas manipuladores, radicales y autocráticos, y de sus seguidores, lo cual a veces resultará sencillo cuando se logre superar el sentimiento de culpa por decirle “no” a una persona de este tipo, que tiene tanta fuerza y poder evidente. Al hacerlo, lograrlo y salir bien, pareciese como si hubiésemos alcanzado un paso tan gigante de libertad y auto control, que no insistimos más. En otras ocasiones, va a ser un trabajo arduo de entereza y pasos pequeños porque todo manipulador seguirá demandando, exigiendo, reclamando, acusándonos de sus fracasos, haciendo dudar y hostigando para que cedamos ante sus amenazas.

Es probable que en la mayoría de los casos nos demos cuenta si estamos permitiéndole a alguien que nos manipule usando la culpabilidad, el miedo, la vergüenza, el chantaje emocional, y otros recursos intimidatorios típicos de las autocracias y los autócratas. Un manipulador siente siempre que tiene todos los derechos, pero no concede los mismos a los demás. Aun cuando estemos en condiciones desfavorables, nos favorece recordar siempre que no debemos olvidar que tenemos nuestros propios derechos ¡hagamos todo por que sean cumplidos!




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