Hemos visto eventos dramáticos en la Venezuela de los últimos años. Una extraña seudo “esquizofrenia” ha invadido y arañado el pensamiento y costumbres de la sociedad venezolana. Algunos, sienten como si estuviesen echándoles del país, o creen que si alguien se va es porque le exilian. Tanto para quienes se van, como para los que se quedan, está bien que abran sus pensamientos para “repensensar” cómo podría ser una nueva Venezuela, como país y sociedad avanzada moderna…
Un agobiante malestar está presente a todo lo largo del acontecer social, económico y ciudadano de la nación. No hay descanso en este tipo de escenarios sobrecargados de tantas cosas absurdas, acumuladas, hirientes y pendientes por hacer. Hay una arrasadora ola de ansiedad y angustia, que se desplaza a lo largo del país, entorpeciendo y derrochando el preciado tiempo de cada persona. Por todos lados, en cada esquina, en cada pueblo y ciudad, los escenarios son los mismos: Es manifiesto el desequilibrio individual y ciudadano, que afecta a los ubicados en uno u otro lado de la confrontación política en que se sume la sociedad venezolana. Muchas veces, nos hemos preguntado si estamos ya “a punto de entrar un manicomio”, con un irreversible grado de desequilibrio emocional. La nota buena es que no hay «colas» para entrar allí. Quizás se deba esto a que por al enajenamiento mental avanzado, no sepamos ni dónde queda ese centro psiquiátrico…
Aun con tantas cosas sucedidas en este país, es posible que todavía estemos en el grupo selecto de quienes no se han desmoronado, ni han pedido auxilio, y permanecen en el país, luchando contra la pesadez de tantos absurdos procederes, y enfrentando la sobrevivencia de todos los días, a toda hora. Nos rodean “colas”, combinadas con otras “colas” y “subcolas”, porque aprendimos que si nos falla una (cola), llegaremos finalmente poco a poco, por eliminación lógica, a la “cola” verdadera (¡bravooo!). Así se vive en una sociedad que resiste “encolada”, en cualquier lugar y a toda hora. Pero, hay alicientes: En la TV gubernamental, por ejemplo, hemos escuchado que una vida con «colas» permite el beneficio de conocer nuevos amigos, y enterarnos de los chismes más frescos: ¡Por esto, a más «colas», más conocidos y mejor vida social!
El presente es, además, soportar las críticas y “argumentos”, tras cada insulto (con amenazas) que recibamos en la calle, en el banco, o en alguna “cola” clandestina, no registrada como verdadera «cola”…  En Venezuela, se ha hecho difícil respirar, caminar, detenerse, y aún más difícil, pensar con cerebro propio. No es sencillo decir en voz alta lo que se piensa, porque pueden herirse los orgullos candentes de quienes están “ubicados” en uno u otro lugar del hirviente espectro político…
En la familia deben respetarse las opiniones divergentes, aun por más emocionales y absurdas que nos parezcan. Es la manera de no romper las sagradas relaciones familiares. ¡Claro que es difícil afirmar que “nada pasa en Venezuela”, cuando sucesivas tensiones nos pasan por delante, y cuando hay tantas cosas interesantes, difíciles y retadoras de qué hablar a diario! Hablar de cine, de viajes, de un crepúsculo en la playa, de libros, de los hijos; de lo que nos dicten nuestros corazones, sobre la querida Venezuela…



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