Los mártires colombianos Jesús Emilio Jaramillo Monsalve y Pedro María Ramírez Ramos. (Cortesía)

La beatificación como mártires de dos religiosos colombianos asesinados por la violencia política, anunciada hoy por el Vaticano, muestra el deseo del papa Francisco de poner a las víctimas en el centro de la visita que hará al país en septiembre próximo.

Uno de los llamados a subir a los altares es Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, quien era obispo de Arauca, en la frontera con Venezuela, cuando fue asesinado por la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), el 2 de octubre de 1989.

El otro es el sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, conocido como el «Mártir de Armero», localidad del departamento del Tolima, en el centro del país, en la que fue muerto a machetazos el 10 de abril de 1948 por una turba en medio de la violencia política desatada por el asesinato el día anterior en Bogotá del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.

«La decisión del Papa de hacer beatos tanto a monseñor Jaramillo Monsalve como a nuestro mártir de Armero muestran una intención de colocar las víctimas en el centro de un proceso tan doloroso vivido en Colombia por los conflictos y las rupturas de nuestra sociedad», dijo a Efe el sacerdote jesuita Francisco de Roux, activista por la paz.

El Papa visitará Colombia del 6 al 10 de septiembre y, según confirmaron a Efe en Roma fuentes vaticanas, la beatificación de los dos mártires se llevará a cabo el día 8 en Villavicencio, la segunda etapa de su gira.

De Roux, profundo conocedor del conflicto armado colombiano, considera que el asesinato de Jaramillo Monsalve muestra las «contradicciones» del ELN, una guerrilla que tuvo sacerdotes entre sus fundadores y líderes.

Jaramillo, nacido el 14 de febrero de 1916 en Santo Domingo, en el departamento de Antioquia, fue secuestrado y asesinado en la localidad de Arauquita (Arauca) por el Frente Domingo Laín del ELN, que debe su nombre justamente a un sacerdote español que se incorporó a esa guerrilla siguiendo los pasos de su fundador, el cura Camilo Torres, y murió en combate en 1974.

«Monseñor Jaramillo fue asesinado por miembros del Frente Domingo Laín, lo que muestra las contradicciones tan profundas en que el país se había metido; fue asesinado por una guerrilla llevada por ideales cristianos», agregó De Roux, quien considera que este crimen ejemplifica «la degradación de la guerra en Colombia».

El sacerdote José María Bolívar, quien fue colaborador de Jaramillo hasta el día de su muerte, explicó a Efe que el futuro beato era un hombre «sencillo y abnegado» y con una visión de la Iglesia basada en los valores misioneros.

«Todo el pueblo de Arauca recuerda a ese obispo orador y misionero. Era un hombre muy elocuente, sus homilías y escritos tenían una profundidad teológica muy grande», dijo Bolívar, quien fue ordenado sacerdote por Jaramillo.

El departamento de Arauca, donde el obispo ejerció su apostolado, es rico en petróleo, razón por la cual el ELN, en su guerra contra las multinacionales que explotan los recursos minerales, se hizo fuerte en esa zona desde finales de los años 70.

«Arauca ha sido una de las zonas que más ha experimentado el conflicto y es el reflejo de esa violencia que vivió todo el país durante décadas», concluyó Bolívar, párroco de la Catedral de Santa Bárbara de Arauca, capital regional.

En cuanto a Ramírez Ramos, nació en los últimos compases del siglo XIX en una familia tradicional de La Plata, localidad del departamento del Huila (sur).

Encontró la muerte como mártir en la plaza principal de Armero cuando intentaba calmar a una multitud exaltada en medio de la espiral de violencia desatada el 9 de abril de 1948 con el asesinato de Gaitán, episodio conocido como «El Bogotazo», que precipitó el enfrentamiento entre liberales y conservadores.

Según las crónicas de la época, el padre Ramírez Ramos fue asesinado por una turba de liberales que lo atacó con machetes y a los que perdonó en su agonía con la exclamación: «Padre, perdónalos. Todo por Cristo».

El pueblo de Armero fue destruido 37 años después, la noche del 13 de noviembre de 1985, por una avalancha de piedras y lodo causada por una erupción del volcán Nevado del Ruiz, que dejó cerca de 25.000 muertos y se convirtió en la mayor tragedia natural de Colombia.

En ese entonces hubo quienes atribuyeron la catástrofe a un castigo divino por el martirio del sacerdote, extremo que la Iglesia Católica ha negado rotundamente y que atribuye al imaginario popular.

«La impresión que tengo es que el padre Ramírez Ramos era un hombre realmente muy bueno, muy querido por su comunidad y que se lo llevó la ola de violencia que se desató con el asesinato de Gaitán. Fue visto como parte del catolicismo conservador y en esa animosidad salvajes lo asesinaron», concluyó De Roux. 




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