Hace poco más de un año ocurrió el tsunami del 6D. En ese entonces había motivos para celebrar. A pesar de la trácala con la que el régimen chavista nombró a una serie de impresentables como jueces express del TSJ, los nuevos representantes a la Asamblea Nacional, con dos tercios de mayoría opositora, estaban por asumir sus cargos para darle un giro a la historia. El entusiasmo de la gente era notorio y comprensible. La paliza electoral había dejado a los rojos entre primera y segunda, confundidos y esperando el out inevitable que los pondría en desventaja en ese primer juego de la serie. Pero dice la conseja que nunca se debe subestimar al enemigo, sobre todo a un enemigo sin escrúpulos, y las cosas no salieron como se esperaba.

El primer imparable en contra lo dio el TSJ chimbo con la suspensión de tres diputados de Amazonas

El primer imparable en contra lo dio el TSJ chimbo con la suspensión de tres diputados de Amazonas, evaporando los dos tercios que se habían ganado en las votaciones. Y la oposición reaccionó con un flaicito al cuadro, doblando el lomo y demorando la incorporación de los delegados del soberano.

Luego vino la artillería gruesa del gobierno y su ministerio para el saboteo a la AN. Los mal llamados jueces del máximo tribunal se dedicaron a declarar inconstitucionales todas las leyes que aprobó el parlamento, llegando al descaro de aprobar el presupuesto de la Nación y, finalmente, colocarle la guinda al pastel al poner en situación de desacato a la AN.

La MUD respondió con declaraciones, quejas, llamados a la comunidad internacional y la convocatoria a la madre de todas las marchas: la toma de Caracas el 1 de septiembre. La marcha fue gigantesca, cívica, desbordante… pero los líderes mandaron a la gente a su casa antes de tiempo y después se supo que el regreso temprano había sido negociado con el gobierno, en un acto surrealista y que para evitar hechos de violencia.

Ya hacia finales de 2016, la MUD salió al bate y soltó el rolincito al pitcher que acabó con buena parte de su crédito político. El diálogo MUD-régimen, mediado por unos personajes sospechosamente afines al chavismo, vino acompañado por la suspensión de marchas, juicios políticos y cualquier otra jugada ofensiva. Se enfrió todo, a pesar de que el gobierno metía la pata hasta la empuñadura y ponía al país al borde de la hambruna.

¿Qué se podrá esperar del año que comienza hoy? Del gobierno, nada bueno. La oposición, para empezar, podría darse cuenta de que la pelea es contra una dictadura.




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