Gego / Foto: Juan Santana © Fundación Gego

Más de doscientas obras de la artista multidisciplinar venezolana Gego se proponen «medir el infinito» en el museo Guggenheim de Nueva York, que ofrece desde este viernes una retrospectiva de la carrera de esta exponente de la abstracción latinoamericana.

Gertrud Goldschmidt (1912-1994), conocida como Gego, nació en una familia judía en Alemania, país del que emigró poco después de graduarse en arquitectura e ingeniería, en 1939, a la llegada del nazismo, tras obtener un visado en Venezuela, donde se integró, asentó y pasó toda su vida.

Aunque al principio trabajó como arquitecta, cerca de la década de 1950 se entregó a la experimentación en el arte con los conceptos de línea, volumen y espacio a través de diferentes medios, dejando todo un legado de esculturas, dibujos, litografías, textiles, libros y obras públicas en el paisaje urbano de Caracas.

Centrales en la exposición son las muchas versiones de su obra magna «Reticulárea», una instalación que expuso en 1969 en el Museo de Bellas Artes de Caracas y que creó una «atmósfera basada en la geometría y la abstracción» usando redes de alambre ensambladas formando triángulos.

Con un título inventado a partir de «retícula» y «área», la obra fue un hito en la trayectoria de Gego e inspiró a artistas como el poeta Alfredo Silva Estrada, que intentó simbólicamente, en sus versos, «medir el infinito» a través de sus formas, de ahí el título de la muestra, «Gego: Midiendo el infinito».

Varias de las figuras, que tienen forma de esfera, «tronco» o cubo y que produjo hasta la década de 1980, penden desde el alto techo de una sala y a lo largo del recorrido por la rampa de espiral ascendente del museo, que ha querido crear una experiencia «inmersiva», dijeron sus organizadores a EFE.

Las varias vidas de «Reticulárea»

«Reticulárea», presente en fotos de archivo, fue trasladada en su momento a Nueva York, lo que llevó a Gego a ser reconocida internacionalmente al nivel de otros artífices de «esculturas penetrables» como Jesús Soto, Mira Schendel o Lygia Clark, explicó Geaninne Gutiérrez-Guimarães, comisaria asociada.

«Ella forma parte de este vocabulario», asegura Gutiérrez-Guimarães, quien también destaca la historia personal de Gego como inmigrante y como mujer artista que crea una «identidad propia» y lleva sus principios fundamentales con ella a Venezuela, frente a la tendencia de la época de buscarlos en Europa.

También sobresalen decenas de esculturas que reflejan su evolución, comenzando con la serie «líneas paralelas», muy geométrica; la de «dibujos sin papel», en la que pasa a las dos dimensiones, o los «bichos» y «bichitos», en tres dimensiones y con configuraciones más «deformes».

Asimismo, se dedica un espacio al diseño gráfico, con logotipos modernos de su nombre artístico firmados por colaboradores como Nedo, Álvaro Sotillo o Gerd Leufert, su compañero de vida, que le tomó unas felices fotografías en su hogar con las que culmina la muestra.

Un homenaje tardío

Pablo León de la Barra, comisario de arte latinoamericano del museo, destacó la muestra como un «homenaje» tardío a Gego, una de tantas mujeres artistas cuyo reconocimiento a nivel amplio ha llegado años más tarde que el de sus colegas hombres contemporáneos.

Y reconoció la importancia de acercar su historia a Estados Unidos precisamente cuando su país de acogida, Venezuela, vive un éxodo de población desde hace años.

El proyecto ha tardado más de cinco años en estar listo debido, en parte, a las sanciones sobre Venezuela impulsadas por el expresidente Donald Trump, que obstaculizaron el traslado de algunas obras, según señaló, en general procedentes de la Fundación Gego y de colecciones privadas y museos.

En la inauguración estuvieron Tomás y Bárbara Gunz, sus hijos, que dirigen la fundación, y que recordaron crecer viendo a Gego hacer «lo que le gustaba», además de rememorar la «calidad humana» del país y el sector creativo que la recibieron con los brazos abiertos sin molestarse «porque fuera mujer y extranjera».

Bárbara se describió «asombrada» del calibre de la retrospectiva, mientras que Tomás bromeó con su «integración» en el Guggenheim: «Yo le decía al director del museo: ‘¿El edificio lo hicieron para Gego, o Gego hizo su obra para calzar en el edificio?'».




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