A pesar de su esencia autoritaria y militarista, la dictadura venezolana se siente cómoda en el caos; incluso, se podría decir que se alimenta del desorden y la anarquía. Sea por su origen marginal, por su falta de estructura, su resentimiento o su desprecio por la vida ajena, lo cierto es que el chavismo no se incomoda cuando la gente no tiene comida ni medicinas, ni cuando el país entero carece de los servicios más elementales para la supervivencia. Mientras los jerarcas y sus enchufados puedan vivir en su burbuja protegida y haya suficiente dinero para costear los lujos y las abultadas escoltas a las que se han acostumbrado, el resto del mundo se puede caer que ellos ni pendientes. Hasta les agrada que la gente salga a protestar para que libere presión, siempre que las protestas sean espontáneas, sin orden ni estrategia. Si ven que en algún sitio el número de manifestantes puede estar llegando a la masa crítica, envían a sus esbirros a reprimir y hasta la próxima.

Cumpliendo con el estilo atropellador y voraz de los gobernantes rojos, el saqueo de Venezuela también ha sido caótico, a manos llenas, sin la mínima compostura ni el menor signo de decoro. Obras que se contrataron a dedo por miles de millones de dólares, se pagaron y nunca se construyeron. Los recursos de las empresas básicas se destinaron a los bolsillos de sus caporales y a mantener una nómina de reposeros y “luchadores sociales” que no se dedicaban precisamente a trabajar sino que, igual que sus jefes, se ocupaban llenándose las alforjas. Venezuela tiene 20 años cayéndose a pedazos y a los funcionarios del régimen no les importa. De repente hasta lo disfrutan, porque la destrucción es su hábitat primigenio, y ya la promovían mucho antes de tener el poder de su lado.

Afirmar que el caos es un ambiente propicio para el chavismo, también equivale a decir que lo saben manejar: saben sacarle provecho, inmediato y a lo largo del tiempo, aún sin provocarlo intencionalmente. Muchos de los que son o fueron cuadros del Psuv estuvieron en las montoneras del 4F y el 27N de 1992, o regaron con gasolina el Caracazo de 1989 para provocar un desmadre mucho mayor de lo que pudo haber sido una protesta más. Y todavía le sacan punta.

Hoy, quién lo duda, Venezuela es un caos. Y a pesar de ser el responsable directo (aunque no por diseño, sino por incompetencia), la dictadura sabe aprovecharlo. Desde sus salas de situación, deben sonreír cuando contemplan a la gente buscando agua en el Guaire o huyendo espantada por las fronteras. Mientras más desesperada la población, menos tiempo y ánimo tiene para organizarse y plantarle cara a los esbirros. Pero la respuesta al caos está en la organización, la estrategia y el cumplimiento de objetivos. Está en los éxitos tempranos, como fue la designación de un presidente encargado, la presión internacional y la salida de millones a la calle, respondiendo a la convocatoria del gobierno legítimo. Y está en el seguimiento de un plan, sin pausa y sin desesperarse porque el resultado final no termina de llegar. La salida de la dictadura no será ni fácil ni la consecuencia del voluntarismo o de pujar más fuerte. Será la conclusión de una larga jornada que se caminó con inteligencia y gastando los cartuchos a su tiempo, ni antes ni después.

Al régimen le da terror que los ciudadanos se organicen, porque saben que la organización es el antídoto del barullo en el que prospera la sargentada. Es muy difícil sobrevivir hoy en Venezuela, pero será más difícil si terminan ganando los malos.




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.