“Aquel que quiere permanentemente llegar más alto, tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo”

Milan Kundera.

La fractura del contrato social puede devenir en déficit de la democracia y déficit de la razón, el primer déficit demuele las formas de respeto al discenso y a la diversidad e igualmente pone de manifiesto el desprecio por los límites de los espacios individuales, así el ejercicio del poder pasa a un mero y llano empleo de la fuerza y copamiento de la libertad estos síntomas ya los hemos padecido como cuerpo social, nos han abierto profundas hendiduras en las reservas de funcionalidad como sociedad.

Sin embargo y no menos grave, es el déficit de la razón al cual se llega por la vía de la normalización del horror, por la laxitud frente al mal, por la justificación abyecta e inconsecuente de quienes pretenden tener proxémica con el mal haciendo uso de un término absolutamente incompatible con la conciencia moral, me refiero al pragmatismo a las alianzas y a los acuerdos, pero es imposible establecer alianzas con quienes nos han sumido en esta horrida realidad, con aquellos que nos han perseguido, atropellado, empobrecido y expoliados de futuro, es entonces inviable hacer tratos, acuerdos y enlaces con nuestros captores, más que síndrome de Estocolmo estaríamos refiriéndonos a cohabitación y haciendo alusión a la terrible anestesia de la eticidad.

Un ejemplo del déficit de la racionalidad, se hace palpable en los cada vez más virulentos juicios, que se esgrimen contra cualquier postura que ponga de manifiesto la necesidad de sopesar el nivel de daño inoculado y la imposibilidad de hacer vínculos con quienes emplean a la irascibilidad como vector de acción en el ejercicio del poder, son muy frecuentes los calificativos de intolerantes, radicales y auspiciadores de odio, para los que no claudicamos frente al mal, acusarnos de ser perpetradores de odio solamente manifiesta el talante de un régimen que en veintidós años nos enseñó a odiarnos y nos dividió en dos segmentos, para poder sin ambages someter a cualquier trato innominado a los adversarios de la rabia y la intolerancia hecha poder.

En la Venezuela actual aún se creé que políticamente se pueden establecer alianzas, con quienes presentan una conducta absolutamente irrespetuosas del más elemental sentido de tolerancia, cosa que se puede advertir claramente en el marco de las alianzas internacionales del régimen que lidera la revolución de todos los fracasos, los vínculos de Caracas con Moscú, son la evidencia de que en la comunidad de intereses de los dictadores y autócratas prela el desprecio por los límites del otro, prevalece la rabia hacia el débil y la obstinada reacción de aniquilar al adversario desde el poder, eso que signifiqué en mi columna para el Nacional como síndrome de hibris o del orgullo exacerbado de quienes ejercen el poder.

La quiebra de la razón, se advierte en la falencia de la lógica como lenguaje de las ideas, así los juicios pueden lucir en un nivel de contradicción que nos lleven a pensar que estamos enfrente de un oxímoron de insoportable peso, el régimen de Miraflores se autodefine, como aliado de la paz, casi que hijo de la unión en himeneo vínculo entre Chávez el omnipotente e Irene la paz, de hecho en las líneas del plan de la patria un panfleto político, que sirve de guía para la planificación de la acción de destruir a un Estado, se hacen alusiones a la paz, entonces uno se pregunta: ¿ Cómo se puede apoyar a una contienda sangrienta, perpetrada desde Moscú?, la respuesta huelga de perogrullo y reside en el marco común del pensamiento de autócratas y dictadores, en cuyas sienes y acciones individuales medran solo los intereses por perpetrarse en el poder.

No hay entonces acercamientos plausibles con quien instrumentaliza el odio, la rabia y la irascibilidad para ejercer el poder, cualquier proxémica está condenada al fracaso, a la herrumbre y por ende a la condena de quienes muchas veces por presiones o extravíos deciden tender puentes, que jamás serán de argénteo metal, sino de amargo lamento todo movimiento inspirado por el rencor, la rabia y la impulsividad se decanta por la violencia, así la revolución francesa, suceso político de la modernidad quedó trocado  en horrida realidad filosa en la hoja homicida de la guillotina, misma que termino engullendo a sus caros hijos.

En conclusión las revoluciones son encrucijadas en el desarrollo de la humanidad, todas producen ruina y dolor, todas terminan por engullir cual Saturno a sus hijos y es allí en donde se advierte la inflexión de la democracia hacia el horror total y la quiebra de la razón, cuando se intenta pactar y coexistir con quienes ejercen sus actos desde la irascibilidad y el impulso, desde el orgullo exacerbado y capaz de destruir los límites personales del otro, en definitiva es una pena quedarse con la derrota y el deshonor, es una pena callar frente a los atropellos y es una pérdida total de tino racional el darle tratamiento político a quienes ejercen el poder para imponer el horror, el atropello y el abuso en contra del débil, en definitiva el poder perfecto se ejerce desde la mesura, la sobriedad y la prudencia de los administradores de la cosa pública, toda conducta estridente, impetuosa e iracunda solo explica el extravío hacia la rabia, que termina destruyendo todo y a todos.

 

  “El hombre debe tener ante todo el valor de ser él mismo” 

Milan Kundera.  




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