“No progresas mejorando lo que ya está hecho, sino esforzándote por lograr lo que aún queda por hacer”. Erich Fromm

En la introducción de su libro «Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”, Erich Fromm apuntaba que el progreso de una sociedad sólo sería efectivo cuando lo fuese en todos los ámbitos que conforman la sociedad, político, económico o cultural, y «que todo progreso limitado a una sola de esas esferas resulta destructor del progreso en todas ellas». Definía los síntomas de una sociedad enferma: «Una sociedad insana es aquella que crea hostilidad mutua y recelos, que convierte al hombre en un instrumento de uso y explotación para otros, que lo priva de un sentimiento de sí mismo, salvo en que se somete a otros o se convierte en un autómata».

Ha resultado iluso pensar que sólo a base de ONG’s y de agrupaciones o movimientos sociales y de aportaciones de otras estamentos sociales como los gremios y sindicatos podremos realizar los grandes cambios que nuestro país necesita para subsistir. De ahí que la acción política, con todas sus insuficiencias pero también con todas sus virtudes – que sí las tiene – sea indispensable. Nos urge rehacer el espacio de la política… Pero no podemos quedarnos en el sempiterno espacio electoral. Vivimos a corto plazo y con una incapacidad manifiesta para pensar a largo plazo. Nos encontramos en un momento en el cual se gestionan situaciones en lugar de trascender intereses, y no nos organizamos alrededor de principios, con lo cual el debate político -que a su vez presupone la existencia de un cuerpo político- se vacía de sentido y sustentación. No resulta fácil establecer realmente qué demandan esos ciudadanos que parecen desorientados, cansados y muy desconfiados.

Sin embargo- y tal como lo apunta Laureano Márquez – nuestro país no cambiará aunque se vaya Maduro, si no cambia en nuestro corazón, nuestra relación de aprovechamiento de lo colectivo, para provecho personal. Duele reconocerlo pero es así, buena parte de nuestra sociedad es muy cómoda y si quiere cambios tiene que luchar de manera insistente por ellos. Desechar el miedo y la apatía, es requisito para emprender cualquier tarea y alcanzar ese porvenir que anhelamos y merecemos.

La sociedad cuenta con actores muy comprometidos que alientan el rescate del país deseado, pero quienes tienen la aspiración de representarnos son actores específicos que deberían organizase como con lealtades y afinidades en torno de un rumbo político. Este parece ser un déficit mayor, quizás el principal, para los tiempos que vienen, porque sin partidos, la competencia política se hace más imprecisa.

Reiteramos lo mencionado en otras ocasiones: No se trata de reverenciar el pasado reciente, pero tampoco de satanizarlo; pues debe prevaler la conciencia y análisis de los errores cometidos en la actuación política durante esa vilipendiada trayectoria. El primero de todos, y hay consenso general al respecto, es no haber estado más unidos, no haber trabajado los partidos más estrechamente ligados entre sí y con esa activa sociedad civil, no haber sido capaces de traducir esta alianza de partidos democráticos, en una dirección política única para constituir en la práctica una sola fuerza dirigente de la recuperación del país.

Sin organización política no se puede desplazar al régimen y mucho menos alcanzar el poder. Y sin gobierno y sin poder no se puede transformar la sociedad y garantizar que sus derechos sean derechos y que sus propuestas de organización social alcancen el reconocimiento y aceptación de todos los sectores democráticos de la nación.

Manuel Barreernaizto H




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