La Enfermedad de Alzheimer es la forma más frecuente de demencia en el adulto mayor. En ella se acumula de manera anormal en el cerebro un material considerado neurotóxico, es decir, que produce daño en las neuronas y sus conexiones (sinapsis), conduciendo a una pérdida progresiva de las funciones cognitivas que incluye la memoria. Esta anomalía, se asocia con frecuencia a alteraciones de conducta y de personalidad, que hacen más difícil la convivencia.

Generalmente, este proceso puede llevar décadas, en las que inicialmente se produce un déficit neurocognitivo leve, mínimo o menor, caracterizado porque el paciente, a pesar de su dificultad cognitiva, todavía es independiente. Con el paso del tiempo puede llegar a los diferentes grados de demencia: pérdida de la independencia laboral, social, familiar y personal. De allí, la importancia del diagnóstico precoz que es posible muy frecuentemente.

Todos podemos quejarnos de trastornos de memoria, en especial, en una vida tan compleja como la actual. Lo más importante es observar si los olvidos se van haciendo más frecuentes, si no existe conciencia del olvido y si a pesar de hacer esfuerzos por recordar se olvidan bloques completos de información y,  al no tenerla entera, se “cambia, edita o modifica” de manera importante esa información.

Se debe recordar, también, que existen otras funciones cognitivas -además de la memoria- como el lenguaje, el razonamiento, la toma de decisiones, la orientación, la capacidad de resolver problemas, entre otras. Ante la duda, lo mejor es acudir a personal especializado para iniciar las evaluaciones pertinentes.

Estas funciones cognitivas las podemos conocer y medir a través de la Evaluación Neuropsicológica y se pueden ejercitar, estimular y recuperar mediante la Rehabilitación Cognitiva. En el diagnóstico es muy importante contar con la opinión del paciente, de los familiares o personas cercanas.

En este contexto, es importante distinguir que muchísimas otras enfermedades (la mayoría controlables medicamente) que van desde la hipo e hipertensión arterial, arritmias cardíacas, alteraciones metabólicas (como la diabetes), la resistencia a la insulina, alteraciones del colesterol y triglicéridos, hipotiroidismo, abultada circunferencia abdominal (“cauchitos”), traumatismos físicos y psicológicos, estrés crónico, sedentarismo, inactividad física y mental, alcoholismo, entre muchísimas otras, se pueden asociar con trastorno cognitivo. Estas pueden contribuir con  el deterioro progresivo de la Enfermedad de Alzheimer.

La frecuencia del trastorno cognitivo progresivo aumenta con la edad, aunque no es exclusivo del adulto mayor. Hay que recordar que los cuidadores son los “verdaderos héroes” de esta historia y que requieren nuestro mejor apoyo.

El Alzheimer es una enfermedad compleja en la que interactúan factores genéticos y otros no hereditarios, relacionados con nuestros hábitos y estilos de vida y el ambiente. Más del 90% de los casos se consideran esporádicos y de aparición tardía, es decir, no son absolutamente determinados por la genética, por tal motivo debemos cuidar y corregir aquellos factores susceptibles de cambio.

Actualmente, la terapia farmacológica incluye en primer lugar la protección vascular, metabólica y de factores de riesgo. En segundo lugar, se intenta “proteger” un neurotransmisor fundamental en la memoria y aprendizaje llamado acetilcolina. En tercer lugar, se intenta inhibir la excitotoxicidad del glutamato, y esta función la cumple la memantina. Estos fármacos son los únicos que tienen evidencia científica y la aprobación de las autoridades competentes.

Avances esperanzadores

Es interesante destacar que se está trabajando intensamente -y con mucha esperanza- para intentar disminuir la producción del Beta-Amiloide (proteína) y facilitar su “limpieza y salida” del cerebro. En este sentido, es muy importante la Inmunoterapia, en especial el desarrollo de vacunas que están siendo objeto de estudio en diferentes proyectos de investigación.

Desde hace más de dos décadas, hemos propuesto que el vínculo social (compartir y no aislarse), mantenerse activo (física, mental y espiritualmente), vivir motivado e ilusionado, cultivando el placer y sano disfrute con una buena actitud ante la vida (optimista y realista), cuidar la salud y una adecuada nutrición y sueño, es la mejor manera de vivir plenamente el momento presente, mejorar nuestras reservas cerebral y cognitiva para aumentar nuestra posibilidad de tener más y mejor vid




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