Foto cortesía Todos Ahora

Vanessa Rivas/TodosAhora

“En tiempos de crisis hay personas que se sientan a llorar y otras personas que empiezan a vender pañuelos. Yo le dije a él vamos a pensar en algo que realmente podamos hacer por nuestra cuenta, que nos guste y en lo cual nos defendamos”, pensando en esta idea todos los días una pareja venezolana le dieron la vuelta a esta pandemia y lograron sacar adelante un nuevo proyecto.

Un camino difícil al emigrar: Dejar los títulos en la maleta

Mayerlin y Carlos, dos ingenieros venezolanos que emigraron a Argentina para abrir paso a un mejor futuro. Ella, es  ingeniero en petróleo y fue quien dio el primer paso hace tres años. “Llegamos a un consenso como pareja y tomamos la decisión de que yo viniera primero porque a él todavía le faltaba recibir su título…”, detalló.

Era la primera vez que subía a un avión, primera vez que pisaba un aeropuerto y primera vez que salía del país. Llegó a Buenos Aires con 280 dólares que le darían el empuje para avanzar, pero asumió que fue duro ese comienzo.

Él se graduó un año más tarde como ingeniero mecánico y allí empezó su travesía para el reencuentro. “Ya no me hallaba en Venezuela por la explosión de crisis. Además mi papá había enfermado y no vivió para contarlo, eso fue uno de los puntos de quiebre”, recordó con sentimiento.

Una vez juntos en suelo argentino, tuvieron que sortear las complicaciones de conseguir empleo con un título en mano, pero en un país ajeno al suyo. Cada uno pasó por diferentes experiencias, que hoy, mirando hacia atrás les dejaron grandes aprendizajes.

Dándolo todo en cada intento en Argentina

Carlos tuvo varias experiencias de empleo, ayudó en el mantenimiento de una quinta y aseguró ser “todero” en el lugar, trabajó en dos oportunidades como call center, lo que recuerda como una experiencia muy satisfactoria, pero que en ambas ocasiones la incontinuidad del contrato le jugó en contra. “Siempre venía así, trabajo y se vencía el contrato, otro y lo mismo y así. Pero entre contrato y contrato siempre nos reinventamos”, contó.

En el caso de Mayerlin cuando llegó trabajó menos de un mes en una cafetería y después consiguió empleo por recomendación de una amiga cuidando abuelos, un puesto que frecuentemente buscan en el país sureño y que a ella la llenó de bonitos momentos. “Se me hizo fácil porque me crié siempre con mis abuelos y eso me enseñó a tratarlos con amor y tenerles paciencia”, tanto le gustó que descubrió esta vocación y decidió realizar un curso con esta especialización y espera su certificado.

 

Ingenieros venezolanos en Argentina. Foto: Vanessa Rivas

 

Lo que cambió su forma de ver las cosas

El joven venezolano también trabajó como delivery, lo que aseguró le cambió la forma de ver muchas cosas. Explicó que es una actividad donde dependes de cómo lo haces y del tiempo que le dedicas para obtener buenos resultados o ingresos.

“El delivery por el tiempo que lo hice me hizo muy feliz, conocí muchas personas, conseguí todo tipo de casos todos los días, hice muchas amistades y me quedaron esos hermanos de guerra”, dijo con emoción. También resaltó los riesgos que representa: cuidarse del hampa, de los autos y de las mismas complicaciones del clima.

Esta última experiencia hizo que pensara en lo que no quería continuar haciendo, en conseguir algo que no solo le permitiera cubrir los gastos diarios, sino algo que los hiciera felices y les devolviera la pasión por algo. Pues sus últimos meses los habían comparado con las rutinas de un hámster en una rueda: girar en automático sin parar.

Fue en ese momento que cayeron en cuenta y se cuestionaron: “Somos jóvenes, ¿Qué hemos hecho?, ¿Qué queremos hacer?, ¿Qué nos va a dejar todo lo que estamos haciendo?, ¿Todo lo que hicimos en Venezuela? Si nos sale algo de nuestra profesión excelente pero no es algo que buscamos como prioridad, queremos hacer algo por nuestra propia cuenta, ya no tenemos el afán de hace un año de enviar curriculo todos los días”, dijo.

El último intento en Argentina

Carlos es autodidacta en la cocina. Él tiene la facilidad de transformar una simple receta en algo increíble, que hizo que sus contactos de WhatsApp empezaran a sembrar esa semillita de iniciar un emprendimiento de comida. “Me escribían mis amigos preguntándome la receta o consultando el precio de los platos que hacía para nosotros en casa. Sin querer esas tres o cinco personas que siempre estaban pendiente nos impulsaron a dar ese paso que ya veníamos pensando”, manifestó.

Pensando todos los días y sin importar si era o no el momento ideal para hacerlo, se arriesgaron y crearon su negocio de hamburguesas del que hoy ven los primeros frutos, con un concepto bastante peculiar que hace alusión a los famosos personajes de la serie Los Simpsons.

Confesaron que en este nuevo comienzo han tenido una sensación permanente de felicidad, pero también momentos de frustración, de impaciencia por no ver los objetivos logrados tan pronto, por los días que no ingresaron ventas y aunque a puertas cerradas han vivido este trascámara que pocos cuentan pero muchos viven, cada día se replantean y siguen con la mejor de las energías.

“En Argentina me siento como en casa porque el recibimiento es único y es lo más bonito que nos queda a quienes llegamos, pero este año me siento realmente en casa, por la crisis. Con el emprendimiento vamos hasta el final, porque es algo que nosotros queríamos hacer. Es algo que disfrutamos y nos hace feliz. Que pase lo que tenga que pasar, es algo de nosotros y para nosotros”, dijo Carlos.

Hay cosas que se les escapan de las manos, como la crisis económica que empieza a asomarse en el país del tango. El irse o quedarse siempre va a estar sobre la mesa para esta pareja, porque ya dejaron lo más dificil que era su país y su familia, y consideran que volver a emigrar no les afectaría tanto.

“Nunca vas a conseguir el momento perfecto, porque siempre va a faltar algo. Emprender es una cuestión de día a día, de ensayo y error. Hay que atreverse y arriesgarse”. Así concluyó Maye desde Argentina.

Una alianza de




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