Dicen que la falta más grave que puede cometer un hombre, maxime un “hombre público”, no es equivocarse sino “volverse a equivocar”,  no tener la capacidad o la suficiente modestia como para hacer tesoro de los errores cometidos o de las experiencias de la historia. Yo no voy, en esta sede, a hacer  la lista de todos los errores cometidos, primero por Chávez y luego por Maduro, errores que lamentablemente han llevado a nuestro país, el país con las reservas petroleras más grandes del mundo y con riquezas minerarias infinitas, a la trágica situación que estamos viviendo, con una escasez poco menos que dramática de alimentos, de artículos de primera necesidad, de medicinas, de repuestos, de todo, a pesar de que estas “lumbreras” que están mandando, menospreciando la capacidad  intelectiva del pueblo, no quieren hablar de “escasez de alimentos, etc.” sino de “desabastecimiento”.

No quiero hacer esa lista porque sería infinita, porque nos amargaría aún más y no resolvería nada porque esa gente no tiene receptividad! Por eso  no la hago,  pero quiero hacer hincapié sobre un error, que, a mi manera de ver, ha sido determinante durante esos veinte años y causa primaria de todos los problemas que ha vivido el país, o sea no haber tomado conciencia de que ese escaso 60% de venezolanos que en diciembre de 1998 fue a votar -nunca ha habido tan baja votación en una elección presidencia- en su aplastante mayoría no ha electo Chávez por convicción, sino por desesperación!

Ciertamente había una corrupción incontrolable -nada que ver con la que hay ahora- los hospitales era totalmente ineficaces y desprovistos hasta de los más elementales insumos – absolutamente nada que ver con la situación actual -la delincuencia se había convertido en dueña absoluta del país- no es minimamente comparable con la Venezuela de hoy y por eso, frente a esa situación grave que estaba viviendo el país, surge desde abajo la candidatura de un hombre como Chávez, pujante, ambicioso, autoritario, ávido de poder y con un carisma que le permitió conquistar la simpatía (y el voto) de un electorado decepcionado.  Fue tanta la ilusión de ese pobre pueblo maltrecho y vulgarmente utilizado solo como trampolín para alcanzar el poder que a la mayoría de la gente no le importó ni el pasado golpista, ni esa agresividad y esa violencia que había ostentado en los comicios, considerándola más bien como una prerrogativa propia de una campaña electoral. Sin embargo fue una ilusión efímera porque, al tomar posesión de la presidencia, su comportamiento se volvió aún más agresivo y violento.

Se puso de manifiesto su espíritu golpista, en realidad nunca adormecido, comenzó a hablar de  revolución, se enajenó a todos los sectores importantes y productivos del país. Estimuló una peligrosa lucha de clase, sembró odio, actuó como mandatario parcializado. Muy probablemente Chávez creyó haber sido electo por convicción y los aduladores que tenía a su alrededor le hicieron creer, que el era el “Mesías”, el hombre de la providencia, , llegado a Miraflores por gracia divina para resolver los problemas del país! Y en la vida de un hombre, sobre todo de un hombre público, no hay peor cosa que la de creerse importante, perdiendo con eso toda la humildad necesaria e indispensable para poder gobernar con ecuanimidad y con justicia!

Desde Italia

 




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