«El teniente coronel tenía razón cuando, el primer 23 de Enero de su mandato, dijo que no había nada que celebrar: para una mentalidad militarista nada más aborrecible que conmemorar el derrocamiento de un gobierno militar y, peor aún, para sustituirlo por gobernantes civiles durante casi medio siglo…». Manuel Caballero

Faltan pocos días para conmemorar ese momento en el cual Venezuela se sacó de encima un régimen opresivo y tirano.

Muy válida la ocasión para recordar que ese triunfo de la libertad fue gracias a la unidad de los partidos políticos, sindicatos, gremios empresariales, estudiantes, periodistas, Fuerzas Armadas y el noble pueblo venezolano. Hoy, más allá de aquel tantas veces recordado «Espíritu del 23 de Enero», se hace inaplazable replantearnos el pensamiento y la acción política acordes con el tiempo que vivimos.

En ese momento el país, como un todo, demostró que la UNIDAD era posible. En aquel entonces el enorme reto de unir a un grupo de partidos con fricciones e ideas diversas se logró porque no se planteó la unidad como un eslogan para ir a un proceso electoral, sino para hacerle frente a una dictadura y recuperar la democracia. En aquel momento el esfuerzo concatenado se centró en un acuerdo con un solo objetivo: cada quien debería hacer lo suyo para lograr el cambio lo más pronto posible.

A sesenta y un años de aquella democrática gesta tenemos de vuelta al gorilismo hecho gobierno, pero con una enorme diferencia: aquel régimen si entendía en qué consistía la seguridad alimentaria y no había ni hambre, ni inflación ni escasez. Éste tan sólo implementa las tácticas de la Seguridad Nacional aderezadas con chispazos del G-2.

El espíritu que debe prevalecer este 23 de enero es el de la firme convicción de retomar cuanto sea necesario, además de nuestras gorras y desvencijados zapatos marchistas, para que la calle no se calle; para dejar atrás tanta desesperanza y frustración social.

El espíritu de este 23 de enero debe hablar con claridad a la desmotivada y confundida ciudadanía que está ávida de señales trasparentes que le permitan actuar comprometidamente en pos de una transición y no de una transacción política.

El espíritu de este 23 de enero debe traernos ideas más frescas y no tan complejas, pues quedó más que en evidencia, que la unidad a medias no sirve para mayor cosa. Que se regionalice la lucha, que no se desgaste el esfuerzo hacia un solo frente, sino en cada calle, en cada parroquia, en cada municipio. Como lo hemos venido realizando con esos emotivos y esperanzadores Cabildos, esencia de civismo y energía libertaria.

El espíritu de este 23 de enero no se trata tan solo de estrategias y tácticas de carácter coyuntural, sino del compromiso ante decisiones fundamentales: adhesión a la verdad, búsqueda de la justicia, y sensatez en el accionar, pues la angustia y la incertidumbre no nos pueden conducir a más desaciertos, ya que la rabia y la frustración pueden ser el impulso que active los cambios tan ansiados, pero no es lo más propicio para lo permanente. El espíritu de este 23 de enero debe amalgamar sólida y correctamente ese imperativo deseo de más del 80% de los venezolanos, que claman, anhelan y aspiran un porvenir más digno y más justo. El espíritu de este 23 de enero le recuerda a las Fuerzas Armadas el cumplimiento constitucional; el deber de garantizar el Estado de Derecho; de defender la soberanía y proteger a la ciudadanía, tal como aconteció en aquel 23 de enero.

El espíritu del 23 de enero debe proporcionarnos confianza y firmeza para continuar con más bríos, pues las condiciones nos favorecen, muchos países amigos nos están echando una mano. Eso que falta para rematar la tarea está en cada uno de nosotros, en nuestra responsabilidad política como ciudadanos de informarnos y actuar, y en las organizaciones que constituimos, apoyamos y controlamos, actuando con determinación, desprendimiento personal y honestidad.




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