En otra oportunidad hemos señalado que los temores son poderosos debilitadores de la especie humana, y han estado dentro de nosotros desde el momento en que nuestros cerebros alcanzaron la posibilidad física de crearlos. El temor al fracaso es mucho más común de lo que muchos creen; se encuentra escondido en mucha gente que, por eso, ha desarrollado una creciente baja en su autoestima y una pobre confianza en sí mismo. Estas son razones para estimar que “esconder” con intención el temor al fracaso, hasta el punto de hacerle crecer a niveles de miedo, ¡y a veces terror!, debemos considerarlo en todo momento. Evitaremos, así, que antes de mejorar se le haga “engordar”, convertido en un problema psicológico que se “pierda de vista”. Se le verá convertirse en una rígida estructura psíquica de autoprotección con molestosas angustias.

 

La pregunta ahora es, ¿por qué tanta gente siente temor al fracaso? Esta incógnita abre una serie de respuestas. Presentemos quizás las más sobresalientes: Una razón consistente es que no queremos soportar la incomodidad del sentimiento de fracaso, y erróneamente, asociamos fracaso con dolor, y ¡es a éste (al dolor) a quién más miedo tenemos!

 

Pensamos que el éxito y el fracaso son los dos elementos más evidentes, ostensibles (y ostentosos) para que nos califiquen como personas. Entonces, hemos llegado a creer y promover que presentar claras muestras de éxito, es básico en la opinión pública, y una condición necesaria, para que seamos evaluados como personas valiosas. Al contrario, si fracasamos, simplemente valemos poco o nada; y así mismo, vendrán las críticas, el rechazo, y nuestra propia auto devaluación.

 

El éxito y el fracaso son sólo resultados de una conducta adecuada o inadecuada, correcta o incorrecta. ¡Pero, una persona es mucho más que sus conductas y sus decisiones! Por lo tanto, éstas no pueden reflejar totalmente su valor como ser humano; pero, cuando entran en juego sentimientos que tengan como efecto fortalecer o desvalorizar nuestra imagen, la eficiencia de nuestra persona cambia. ¡Hasta podríamos afirmar que según cómo se nos evalúe, entre éxitos o fracasos, nuestros estados de felicidad van aumentar o a reducirse…

 

El temor al fracaso no está relacionado directamente con la situación que enfrentamos, ni con su importancia o dificultad. Está determinado por lo que pensamos de dicha situación, de nosotros mismos y de cómo sus resultados nos pueden afectar. El miedo al fracaso puede provocar un círculo vicioso: ¡El temor a fracasar paraliza! La parálisis conduce a la inacción. La inacción genera una baja en la autoestima, y la autoestima baja nos lleva nuevamente al miedo. ¡No nos dejemos atrapar por ese círculo! ¿Podríamos  imaginarnos cómo sería el mundo, si ante cualquier error o crítica, todos los inventores y científicos hubieran dejado sus proyectos sin terminar? El fracaso es gran oportunidad para comenzar de nuevo, esta vez con más energía y fe en lo que deseamos…

 

El fracaso no es lo contrario al éxito, pero la mediocridad sí lo es, y eso nos lleva a analizar lo que hagamos con cada uno de nuestros proyectos. El fracaso es parte esencial del éxito. Cada fracaso es una oportunidad para aprender y corregir. Las únicas personas en este mundo que no fracasan, son aquellos que nada hacen, y que ni siquiera lo intentan.

 

¿Qué podemos hacer, corrientemente? Si el temor al fracaso nos impide lograr metas o disfrutar de la vida, veamos el fracaso en su dimensión humana real, práctica, no engrandecida por la soberbia ni extravagancias. Resultados o experiencias nos enseñan y nos ayudan a evaluar para corregir, para luego poder llegar a logros que satisfagan nuestras metas. Recordemos que todas las personas, en todas partes, fracasan en innumerables ocasiones, algo que es independiente del sexo, edad, raza o profesión. La diferencia evidente que pueda sernos de utilidad, es que a veces conocemos dichos fracasos y a veces no. Otorgar una mucha, mediana, o ninguna importancia, va a depender de quiénes son los calificadores que evalúen los logros.

 

Hay algo muy importante en esta conducta de juzgar y opinar: ¡Cuando fallemos, no culpemos, no critiquemos, y menos aún, no regañemos! Simplemente analicemos dónde, cómo y cuándo ocurrió el error; y lo más importante, dado el optimismo que implica, proceder sin dilaciones cuál es la mejor manera de corregirlo, y buscar los recursos que necesitaremos para emprender y mantener la acción. A partir de este análisis, no superficial, no aventurero o improvisado, se presentarán los cambios necesarios, por hacer.

 

Con frecuencia no nos damos cuenta, y estamos haciendo más de lo mismo: Repitiendo los mismos pasos que ya creíamos conocer. ¡Por supuesto, creíamos que estábamos haciéndolo bien! Una mamá decía: “Ya no sé qué más hacer con mi hijo. Lo he intentado todo. Lo he regañado, castigado, y hasta le he golpeado; lo he amenazado, y nada me da resultado”. Esta mamá había intentado todo, pero desde una sola y rígida posición: el manejo negativo de la situación. No había negociado con el niño. No buscó premiar las conductas adecuadas. No averiguó el motivo de la conducta del niño, entre otras cosas posibles.

 

A veces no podemos corregir nuestros fracasos y solucionar nuestros problemas, porque estamos encajonados en un solo punto de vista. Es necesario movernos y ver la situación desde otro ángulo muy diferente. Enfoquemos y disfrutemos con optimismo el proceso que estamos desarrollando, no fijemos nuestra vista sólo en los resultados, ni en los más atractivos, porque podemos vernos atraídos a la “ensoñación”. Cuando fracasemos, sonriamos mientras pensemos: “Este no es el camino, busquemos el apropiado. Vamos a intentarlo de una manera diferente”.

 

No permitamos que el fracaso nos derrote o desmoralice. No renunciemos. Dejemos de ver las cosas como algo personal. Pensemos en el fracaso como una señal en nuestro camino, que nos indica la necesidad de tomar otra ruta. Aprendamos a reírnos de nosotros mismos, a ver el aspecto gracioso de la situación. La risa, por su contagio, es la mejor medicina para mejorar nuestro estado de ánimo, la más barata, y es gratis.




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