Cuba se prepara para afrontar un nuevo periodo de escasez y penurias económicas. Y, otra vez, resistir es la principal consigna. Lo ha dicho bien claro el primer secretario del Partido Comunista, Raúl Castro, eso sí, intentando tranquilizar a la población al advertir que “no se trata de regresar a la fase aguda del Periodo Especial”, la crisis provocada por la desintegración del campo socialista a comienzos de los años noventa, cuando el PIB cayó un 35% en tres años y los apagones llegaron a ser de 12 horas diarias, un recuerdo que todavía provoca pavor en varias generaciones de cubanos.

El País de España ofrece un trabajo sobre la situación en la isla partiendo de la crisis venezolana y las acciones a tomar por el régimen de Nicolás Maduro, con el visto bueno de Cuba y de Rusia.

A la siempre delicada situación económica de la isla, se suma ahora el cerco de EE UU a Venezuela, su principal aliado, y el recrudecimiento del embargo contra Cuba, un “turbulento escenario” que, en palabras de Raúl Castro, hace que el país deba prepararse “para la peor variante”.

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“El tono del Gobierno de los Estados Unidos contra Cuba es cada vez más amenazador”, avisó el miércoles pasado el exmandatario cubano en un discurso ante el Parlamento, en el que aseguró que “el fortalecimiento del bloqueo y la continua aplicación de la Ley Helms-Burton persiguen el viejo anhelo de derrocar a la Revolución Cubana por medio de la asfixia económica y la penuria”. El sábado, quien le relevó en la presidencia, Miguel Díaz-Canel, remató la idea: Trump ha llevado “los lazos bilaterales a su peor nivel en décadas”, extremando la persecución financiera y destrozando el acercamiento entre Washington y La Habana. “Para decirlo en buen cubano: la crudeza del momento nos exige establecer prioridades bien claras y definidas, para no regresar a los difíciles momentos del Periodo Especial”, dijo a los diputados.

La sola mención de esa época hiela la sangre a muchos cubanos, que conservan en la memoria los años duros de los apagones y la crisis salvaje, cuando el país prácticamente se paralizó y los ciudadanos perdieron el 70% del poder adquisitivo. Desde hace meses, en los mercados de toda la isla comenzó a sentirse el desabastecimiento de productos básicos como la harina, los huevos, el pollo, el aceite y algunas medicinas, lo que provocó colas, broncas entre la gente y medidas para evitar el acaparamiento, incluida la venta controlada de productos deficitarios —últimamente, cuando sacan pollo en una tienda, solo se venden dos por persona—. También, ocasionalmente, se ha perdido el suministro de gasolina por unos días y ha habido apagones aislados, lo que unido a las noticias que llegan desde Venezuela —el primer socio comercial de Cuba y de donde viene, a precio preferencial, el 50% del petróleo que consume el país—, ha resucitado el fantasma del Periodo Especial.

Tanto Castro como Díaz-Canel han tenido mucho cuidado en explicar que nada tiene que ver el mal momento que se avecina con la crisis de hace tres décadas, pues la economía hoy está mucho más diversificada. La dependencia de Venezuela es grande, pero mucho menor de la que existía con la antigua URSS y el campo socialista —con quien la isla realizaba el 85% de sus intercambios comerciales—. Aún así, si el Gobierno de Nicolás Maduro cayera, el impacto en la economía cubana sería considerable —economistas como Pavel Vidal o Carmelo Mesa-Lago calculan que podría descender un 10% el PIB cubano—.

NO SON SOLO LAS SANCIONES: LOS OTROS MALES DE LA ECONOMÍA

Los males de la economía cubana van más allá del recrudecimiento del embargo y las sanciones de EE UU. Estos se deben en gran medida a factores estructurales internos por la baja productividad, trabas burocráticas y escasa eficiencia de las empresas cubanas. Ante el Parlamento, la semana pasada, el presidente Miguel Díaz-Canel y el ministro de Economía, Alejandro Gil, admitieron que las “exportaciones no crecen con la dinámica requerida” y que “tampoco se alcanzan los niveles de inversión extranjera que demanda la economía para su funcionamiento”, lo que ha agravado la falta de liquidez y hará que este año disminuyan las importaciones. “Prevemos que no se va a cumplir el plan de importaciones porque no se logran concretar los créditos debido a, entre otras razones, los atrasos en el pago de deudas [se calcula que la deuda con proveedores a corto plazo supera los 1.000 millones de dólares]”, aseguró Gil, tras explicar que el desabastecimiento de productos y alimentos de primera necesidad, como el pollo, los huevos o la harina, se debe a esa situación.

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A la falta de liquidez y las tensiones crónicas de la economía cubana, que desde hace tiempo lleva estancada o con tasas de crecimiento muy bajo —0,5%, en 2016, 1,6% en 2017 y 1,2% el año pasado, cuando diversos economistas estiman que se necesita un crecimiento de entre el 5% y el 6% anual para reactivar la economía—, se une la inestabilidad de Venezuela, su primer socio comercial. Con Chávez Venezuela llegó a concentrar el 44% del volumen total del comercio externo de la isla. Caracas compraba anualmente servicios de profesionales cubanos —médicos, enfermeras, maestros, entrenadores— por 5.000 millones de dólares, 40.000 colaboradores trabajaban en el país sudamericano y la isla recibía 105.000 barriles diarios de petróleo a precios preferenciales, que cubrían el 60% de las necesidades de la isla. Hoy estas cifras han caído a menos de la mitad, aunque Venezuela es aún el primer socio económico de Cuba, con un intercambio comercial superior a los 2.000 millones de dólares, el 12% del PIB de la isla.

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