«Lo único negativo de una emoción es que se guarde, y que no se exprese». Una emoción es la reacción biopsiquica que experimenta (siente) una persona al percibir estímulos movilizados por su cerebro. La reacción, sentida, induce a la persona a reaccionar o adaptarse ante una persona, suceso, objeto, lugar, acción, u otro estímulo. La palabra emoción proviene del latín emotio (“movimiento”, “impulso”). Una emoción es una alteración anímica y conductual, con una variedad de intensidad, que ocurre internamente a nosotros mismos. Digamos que toda emoción es una reacción subjetiva, porque no se percibe externamente, y porque no ocurre fuera de nuestro cuerpo. La emoción es resultante de cambios fisiológicos i/o psicológicos que se desarrollan en nuestro cerebro e influyen en nuestros pensamientos.

Existe creencia de que las emociones son buenas o malas. Pero, toda emoción es legítima y necesaria en la vida de toda persona. Las emociones informan cómo marchan las personas en sus actividades, según sea el “paquete” emocional de cada quien. Las emociones colorean hábitos y costumbres del paisaje vital, orientan e indican si una conducta elegida es adaptativa (beneficiosa) o destructiva y perjudicial para la estabilidad personal. Dolly Parton, escritora estadounidense, dijo: “Si usted quiere gozar del arco iris, tendrá que soportar la lluvia”. Se refería Parton a la necesaria presencia de una enorme amplia de tonalidades y variedades en la emociones de los seres humanos, que deben colorido a la vida.

Las Emociones: ¡Ni buenas ni malas! Con tantas formas de manejar emociones puede crearse confusión. Gente que piensa en emociones buenas, malas, positivas, negativas, dulces, agrias, amargas; aun, bonitas o feas, entre miles de definiciones especulativas. Esto genera errores, distorsiones, censura a algunas emociones. Los enfados, molestias, miedos, horrores, son emociones democráticamente corrientes. Bien gestionadas, con producción de adrenalina extra, las emociones ayudan en la protección y defensa del espacio vital personal. Esto nos refuerza la idea de que toda emoción es, de hecho, positiva. Están con nosotros por alguna razón biológica, psíquica y social.

¡Son siempre necesarias las emociones! Pensemos que un desconocido entra a media noche a casa, ¿cuál sería la primera reacción? ¡Quizás correr, escondernos, escapar! ¡El “mandato” emocional que se activa en nuestro cerebro es ponernos a salvo! El miedo, entonces, seria una emoción apropiada en este caso, aunque corrijamos algo de la acción, al der dirigidos por nuestro sabio cerebro. En este caso interviene de inmediato la “funcionalidad pragmática” de las emociones: El organismo moviliza piernas, agudiza la visión, y reacciona como si el miedo fuese real. ¿Por qué ocurren estas reacciones impresionantes y con una organización de alta precisión? Esto, y en gran variedad de conductas, lo ha hecho el cerebro, como protección, desde lejanos tiempos paleolíticos: ¡Es la sabiduría de las emociones! ¡Protegidos estamos, al comportarnos de esa manera, y con esas emociones!

 “Cada emoción que sentimos nos transmite un mensaje que hemos de descifrar”. Es necesario descifrar el mensaje de las emociones. Intentar conocer la intención de que estén en nuestra vida, en un momento oportuno: ¿Qué hacen acá en este preciso instante? ¿Por qué sentimos ansiedad cuando llegan las Navidades? ¿Por qué, de pronto, nuestra cara transmite el rostro palidecido de una ansiosa persona? ¡Debemos revisar los qué, y los porqués, de tanto trabajo diario en una persona! Nada mágico hay en esto, nada de adivinanzas ni de inteligencia existe en los mensajes no escritos que nos llegan, anexos a las emociones. Pero ya identificadas las intenciones (positivas, negativas) presentes en las emociones, el acto seguido es darle utilidad a la información acompañante, para gestionar las acciones que deben seguir….

Emociones: Hablan los mensajes. Algunas personas se refieren a emociones negativas, pero creemos que lo negativo en algunas emociones es dejarlas activas en la consciencia, evitando que se manifiesten y pasen a formar parte de la realidad. Es perjudicial reprimir las emociones y no prestar atención a los mensajes que quieren transmitirnos. Comencemos con hacer una limpieza de las tensiones que se perciban en el escenario emocional: Intentemos gestionar las emociones aunque no sean agradables. Usemos sana respiración, con criterio metodológico terapéutico; y aceptemos las emociones, tal como nos vienen.

La intensidad de las emociones moviliza. Dependiendo de con qué intensidad se exprese un enfado, por ejemplo, éste puede resultar desagradable para quien lo sufra y los rodeen. De allí lo importante de cómo expresar las emociones. Si el miedo que se siente es desproporcionado resultará dañino para el afectado, porque impedirá hacer lo que realmente quiere. Aun así se puede aprender a realizar las actividades con miedo, y esto será una oportunidad para revisar, para analizar y replantear situaciones, porque si no se expresan las emociones, pueden llegar a  “enquistarse” en la consciencia, con tensiones y consecuencias desagradables.

Hay de todo un poco en el mundo de las emociones. El enfado, miedo y tristeza, entre otras, no son siempre emociones negativas; al revés, pueden cumplir una función necesaria para nuestra vida. No siempre, todo lo que no nos sabe bien, ni lo que no nos hace reír o beneficia es bueno al acompañarnos. Un enfado inesperado puede ayudarnos a poner los límites que antes no teníamos, reafirmarnos, y poder expresar nuestras necesidades, aun con fuerza. El miedo protege nuestra integridad física, de posibles ataques o amenazas. La tristeza ayuda a aceptar las pérdidas; es una emoción que invita a la reflexión y recogimiento, auxiliados por personas calificadas, para luego proseguir con energía renovada, y nuestro cerebro preparado y bien oxigenado.

Aquel que tiene gran poder y control sobre sus emociones, debe usarlo.

¡La fuerza expresiva de las emociones agrada, o no, a quienes las expresan o reciben! Y este es un elemento primario de efectividad (éxito, fracaso) del motor emocional: Es la importancia de encontrar “cómo y cuándo” expresar cada emoción. Tener a un ‘termómetro emocional’, que minuto a minuto nos oriente en qué es cada emoción, qué fuerza tiene, y nos ayude a gestionarla como afectados o como terapeutas. En emociones compatibles, el impacto sería mejor recibido y asimilado, con más armonía y menos conflictividad. Sumariamos bienestar emocional a las agotadas consciencias de sufrientes y terapeutas. Ya hemos dicho que lo único negativo de las emociones es que nos las guardemos, las escondamos, y las bloqueemos para mantenerlas asfixiadas, con riesgo de que se nos aparezcan más virulentas, traumáticas, y que “transmuten” en emociones rebeldes, difíciles de comprender.




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