“La verdadera prueba de un hombre no es lo bien que juega el papel que ha inventado para sí mismo, sino lo bien que juega el papel que el destino le asignó” Václav Havel

Como los judíos que a principios de la década de 1930 se decían que las cosas no podían empeorar, buena parte de los venezolanos pareciera que tienden a engañarse. Así como aquellos pensaban que aquella situación era pasajera, que todo iría a mejor, nuestros compatriotas están pendientes de un incremento salarial que más que una falsedad es la ruindad gubernamental. O de la inmediata reactivación de la industria petrolera nacional porque » ya llega Chevrón» Lo reiteramos: pasado ya no sirve y lo nuevo no ha llegado. Por supuesto que aún acumula mucho poder el régimen , pero adolece de liderazgo y credibilidad, elementos muy necesarios cuando un país tiene que enfrentarse a unos retos de la magnitud actual; y sobre todo con el debilitamiento moral que sufre toda una Nación, con la deshonestidad instalada como modelaje de conducta social, con la mentira como imagen y la mentira como supervivencia que evidencian los altos niveles de insensibilidad humana que inundan el país, se hace muy difícil salir de este marasmo.

Lo hemos dicho en muchas ocasiones: una sociedad es inmoral cuando aprecia mal los valores éticos y se desmoraliza cuando, por experiencias frustrantes, no encuentran modelos, razones, motivaciones ni estímulos para obrar correctamente.

Y así lo apuntaba Erich Fromm en sus notas que siempre nos recuerdan la tragedia del pueblo alemán en buena parte se debió por dejarse dominar por el miedo a la libertad; como también lo expuso Hanna Arendt al plantear que la banalidad del mal consiste – por analogía – justamente, en cómo ese perverso entramado del régimen, pomposamente llamado TSJ y totalmente sumiso al Ejecutivo haga del mal el cumplimiento de su obligación, lo que permite que se prolongue la agonía de un atemorizado y famélico país, “porque es su deber” o “porque está recibiendo órdenes”.

Así las cosas, se hace necesario no repetir el trágico error de caer en el “pobresitismo venezolano” que absuelve, excusa, condona y hasta perdona aberraciones como éstas de nuevo tan someramente relatadas; como tampoco quedarnos en la hermenéutica de comprender y entender para explicar esta barbarie que se ha llevado a cabo en nombre de una “revolución bonita”, mediante la formación de “un hombre nuevo”, con “altos ideales bolivarianos” y teniendo ese honor que no se divisa como divisa; por personas normales, habilitadas con el legado maléfico de tres raíces: la raíz del odio, la raíz del resentimiento y la raíz del fracaso…

“Solo aquellos que no tienen esperanzas nos dan esperanza”, es una frase de Walter Benjamín citada por Herbert Marcuse para concluir su libro “El Hombre Unidimensional”, que vendría a representar la convicción para mantener la esperanza pensando en los que no la tienen, que podría disminuir las dudas de quienes se enredan en razonamientos desesperados ante la falta de alternativas y confiesan la que no hay solución sin pensar siquiera que al país aún le queda mucha historia, y en nosotros está ser parte de su construcción.

Una de las pocas maneras para que esta Nomenklatura no se sienta que es intocable, es haciéndole sentir el peso de los ciudadanos ya que no sienten el peso de la ley, pues hace rato ellos la controlan; sin violencia, pero con determinación; sin tocarles pero sin dejarles respirar. Una hormiga no para un bus, pero llena de ronchas al que la conduce

Manuel Barreto Hernaiz




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