El recién inaugurado presidente de ese aquelarre medieval que es la Asamblea Constituyente de Venezuela, declaró que el terremoto que se originó 129 km por debajo de Yaguaraparo, en el estado Sucre, pudo haber sido causado por una “guerra geofísica” emprendida contra los gobiernos progresistas del mundo por el imperio norteamericano.

No sabemos lo que significa una guerra geofísica (debe andar en el mismo nivel de precisión científica que la guerra económica o la aritmético-matemática del General González), pero los sismólogos, geólogos y geofísicos del mundo deben estar contemplando sus libros de texto con una mezcla de asombro y sorna, cuando no de franca indignación.

El presidente de Venezuela (no el presidente de la República, porque Venezuela dejó de ser república hace años) le presentó e impuso al país un paquete de medidas económicas que pertenecen al reino de lo absurdo, por decir lo menos.

Sesudos economistas han escrito páginas y más páginas tratando de entender el plan del régimen, haciendo números para predecir las consecuencias de los incrementos de salario, las nuevas condiciones del cambio de divisas y el carnet de la patria, pero la verdad es que no hay nada que entender, nada que explicar ni nada que pronosticar, porque lo único que se puede decir con cierto grado de certeza es que seguirá el desmadre, la gente seguirá pasando hambre o emigrando, florecerán los mercados negros de todo tipo y los enchufados seguirán forrándose de billetes verdes.

Las medidas económicas de Maduro (diseñadas por él mismo, aunque suponemos que con ayuda de los aprendices de brujo del Psuv y de los omnipresentes y bien pagados asesores españoles) no van a resolver nada ni se van a cumplir, como nunca se cumple lo que anuncian las voces oficiales, excepto la persecución, represión y el castigo a los disidentes.

En paralelo al surrealismo gubernamental, el Orinoco se desborda y la gente no tiene a quién pedirle ayuda, la electricidad se fue y cada vez regresa más menguada. Mientras, se genera una crisis en las fronteras de los países vecinos porque millones de paisanos se escapan del hambre, la inseguridad y las enfermedades.

Venezuela se convirtió en un territorio irreal, donde los gobernantes dicen –y hacen- cualquier disparate y no pasa nada. El estilo de gobierno inaugurado por Chávez -el Embustero Mayor- se instaló para quedarse.

El lenguaje no alcanza a describir lo que pasa en el país, y será por eso que mucha gente en el mundo no lo entiende, o no se lo cree, por absurdo. Pero los 300 mil asesinados, las enfermedades endémicas, los 4 millones de emigrados y los 350 mil millones de dólares robados son de verdad. Absurdos, pero de verdad. No hay palabras para contarlo, porque la tragedia venezolana es tan brutal que necesita un idioma nuevo.




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