"Si alguien es robado y no advierte el robo, no se le ha robado nada", Shakespeare en Otelo. Tal afirmación podemos referirla a cosas de la vida nuestra, no solo las domésticas sino también a las más profundas y transcendentales para la existencia de la vida. Por ejemplo, los Derechos y la Dignidad Humanos, los cuales solo salen a relucir cuando son vulnerados, suprimidos o perseguidos por los gobiernos autoritarios y excluyentes.
Los Derechos Humanos, según el Diccionario Espasa, "son libertades y garantías fundamentales de la persona humana que derivan de su dignidad eminente, que obligan a todos los Estados miembros de la comunidad internacional y que señalan la frontera entre la barbarie y la civilización”.
Se ha acumulado un letargo en la desaparición de tales garantías de la vida humana, no solo por la acción y omisión de parte de gobiernos dictatoriales. Sino, más grave aún: no advertir el robo, la inexistencia de una conciencia real y vital de su importancia social y significación para la existencia y la condición humanas.
Resulta insólito escuchar a mis alumnos decir : “Primera vez que oigo hablar de eso, de Derechos Humanos". Todo esto después de haber cursado once años de estudios formales. Hablamos solo del sector escolarizado.
No es difícil imaginar cómo opera la ausencia social de garantías esenciales de la vida, en la mayoría humilde que antes debe preservar las condiciones básicas del existir cotidiano.
Cómo imaginar la magnitud del daño que se hace a la Dignidad Humana, la cual para Ernst Bloch es "el andar erguidos pues los humanos no somos animales de rebaño, sino conciencia en libertad".
Según el diccionario antes nombrado, la Dignidad Humana consiste "en el reconocimiento del carácter sagrado e inviolable del ser humano, en tanto sujeto moral dotado de razón y destinado a la libertad. A pesar de la índole profana de cada individuo, toda persona es, en cierta manera, sagrada y, como tal, digna de respeto porque en ella palpita la humanidad..."