Mike Pompeo. (Cortesía)

El Senado de EE.UU. confirmó hoy al hasta ahora jefe de la CIA, Mike Pompeo, como nuevo secretario de Estado, con uno de los menores apoyos en la historia del cargo.

Con 57 votos a favor y 42 en contra, Pompeo, un ultraconservador con fama de halcón, pasa a dirigir la política exterior del presidente Donald Trump tras el despido en marzo de Rex Tillerson.

El resultado de Pompeo es el segundo peor que ha obtenido en los últimos 50 años un candidato a secretario de Estado, un récord que ostenta su predecesor, Rex Tillerson, quien fue confirmado en febrero de 2017 por 56 votos a favor y 43 en contra.

Nunca antes un candidato a la jefatura diplomática del país, un cargo cuyo proceso de confirmación suele tener más consenso bipartidista que otros del gabinete, había encontrado un rechazo tan bajo en el Congreso.

Los contrarios a su nominación señalan su línea dura, sus posiciones ultraconservadoras en temas como el matrimonio entre homosexuales y, en general, una visión de la política exterior demasiado similar a la de Trump: más agresiva que diplomática.

Sin embargo, se esperaba que el pleno del Senado lo confirmara en el cargo porque tres legisladores demócratas habían anunciado que votarían a su favor.

Son los senadores Heidi Heitkamp, de Dakota del Norte; Joe Manchin, de Virginia Occidental, y Joe Donnelly, de Indiana.

Los dos primeros compiten por la reelección en las legislativas de noviembre en estados donde Trump venció por amplio margen en las elecciones de 2016.

Los republicanos tienen una ajustada mayoría en el Senado (51-49), pero esos apoyos demócratas garantizaban la confirmación de Pompeo.

La oposición fue muy crítica con Pompeo durante el debate de su confirmación, sobre todo por su temor a que, lejos de contener los impulsos de Trump, aliente sus instintos más beligerantes y peligrosos.

También recordaron una polémica que le persiguió ya cuando fue nominado como jefe de la CIA: acusó a los líderes de las comunidades musulmanas de EE.UU. de ser cómplices potenciales de terrorismo por su supuesto silencio ante los atentados en el país.

Sin embargo, para ese cargo logró una confirmación holgada en el Senado (66-31), por lo que algunos legisladores republicanos apuntan a que las dificultades que ha tenido para convertirse en jefe de la diplomacia no tienen tanto que ver con su cualificación para el cargo como con el rechazo de los demócratas a dar cualquier apoyo a Trump, un presidente muy impopular, en año de legislativas.

Pompeo tiene por delante el reto de devolver al Departamento de Estado la relevancia perdida en el primer año de Trump y cubrir los numerosos e importantes puestos diplomáticos vacantes, entre ellos el de embajador en Corea del Sur.

Su gestión tendrá una primera prueba de fuego precisamente en las negociaciones con Corea del Norte, país al que viajó en marzo para preparar con Kim Jong-un la reunión que mantendrá con Trump próximamente.




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