Gustavo Petro y Nicolás Maduro. Foto: Cortesía El Tiempo

El restablecimiento de relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela –que a fuerza de realidad política se tornó inevitable y con el que estaban de acuerdo varios de los candidatos en la campaña, además del electo presidente, Petro– será en todo caso una papa caliente para el nuevo gobierno.

Reconocer como legítimo lo que está pasando en el país vecino exige una relativización moral y democrática nada sencilla, ni siquiera para los que han tenido afinidades o cercanías ideológicas con el chavismo.

Pero si hay un campo de la realidad humana en el que impera el pragmatismo puro y duro, ese es el de las relaciones internacionales.

Después de todos estos años de relaciones totalmente rotas, lo que puede decirse es que han salido perdiendo los dos pueblos, el nuestro y el de Venezuela. Y el Estado colombiano, al que le ha tocado responder –y lo ha hecho de qué manera– por la crisis migratoria, y también lidiar con los enormes problemas de seguridad y orden público inherentes al incumplimiento descarado de Caracas de su obligación internacional de combatir el crimen.

Y han salido ganando el ELN, las disidencias y las bandas criminales de todos los pelambres. Y, por supuesto, el régimen de Maduro y todas sus fichas corruptas, que medran con el narcotráfico y los negocios ilegales que siguen moviéndose a lo largo de los casi 2 mil 200 kilómetros de frontera.

Inevitable diálogo

Pero, ese restablecimiento diplomático ineludible exige, por el bien de las dos naciones, que el gobierno del presidente Gustavo Petro exija las respuestas y, sobre todo, la colaboración contra el delito que no hemos tenido en el último cuarto de siglo.

No es casual que el segundo mayor enclave cocalero del país, el Catatumbo, esté en la frontera con Venezuela, y que la mayor cantidad de rutas aéreas que llevan la cocaína colombiana hacia Centro y Norteamérica esté en la misma región, pero al otro lado: donde llevan años sin una política real de interdicción aérea contra el narcotráfico.

Con un presidente cuyo triunfo celebró públicamente, a Maduro le queda de para arriba seguir callando frente a la comprobada presencia de las bandas armadas que atacan en Colombia y huyen hacia territorio venezolano.

¿Qué va a pasar con los ‘Iván Márquez’, ‘Pablitos’ y otros delincuentes protegidos por el madurismo y pedidos por las justicias de Colombia y los Estados Unidos? ¿Habrá información de las bandas de delincuentes comunes que nos llegaron del otro lado, como la del ‘Tren de Aragua’? ¿Y le seguirá jugando Maduro a la compra de armas estratégicas –es decir, para una eventual guerra regional– rusas y chinas?

Fuente: El Tiempo




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