El valor ciudadano

El valor ciudadano en una sociedad es un bien frágil, pero indispensable para mantener la libertad

El valor de una nación no es otra cosa que el de los individuos que la componen.”

John Stuart Mill

Hace 70 años publicaba Erich Fromm su libro "The sane society", traducido al español como Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. En su introducción el autor afirmaba que el progreso de una sociedad sólo sería efectivo cuando lo fuese en todos los ámbitos que conforman la sociedad, político, económico o cultural, y "que todo progreso limitado a una sola de esas esferas resulta destructor del progreso en todas ellas". Definía los síntomas de una sociedad enferma: "Una sociedad insana es aquella que crea hostilidad mutua y recelos, que convierte al hombre en un instrumento de uso y explotación para otros, que lo priva de un sentimiento de sí mismo, salvo en que se somete a otros o se convierte en un autómata".

Extrapolándola a nuestro país, una radiografía social de lo que experimentamos como nación, donde se evidenciaba un sostenido proceso de "deserción ciudadana" con bajos niveles de participación y compromiso. Lo cual parecía corresponderse más con una cultura política de súbditos que de ciudadanos responsables y participativos. Transitamos mucho tiempo gestionando situaciones en lugar de trascender intereses, sin organizarnos alrededor de principios, con lo cual el debate político -que a su vez presuponía la existencia de un cuerpo político- se notaba vacío de sentido y sustentación; sin apartar la autoexclusión, el abstencionismo y la desconfianza ciudadana, factores muy negativos que nos llevaron a una crisis de representatividad y legitimidad, cuyo marasmo nos condujo a las múltiples derrotas en los procesos electorales

Nuestra sociedad que parecía adormecida y sumida en el conformismo después de más de dos décadas de disparates que nos llevaron a este terrible marasmo, despertó, dejando a un lado la pasividad, la indiferencia y el conformismo, y dijo basta al abuso del poder, por medio de su voluntad electoral, expresada mayoritariamente el pasado 28 de julio.

A partir de ese momento, y a pesar del miedo infundado por la maquinaria opresora del régimen, el tejido social deshilachado por tanta ruindad acumulada, comenzó a tejerse con la fibra de la esperanza. Ahora, en este arranque de año nuevo y promisorio, alli está, ese ciudadano responsable, a la espera de los acontecimientos, un ciudadano comprometido con el futuro de los suyos, que se moverá con la fuerza de sus convicciones y no con la inercia de las circunstancias, pues parece entender que esta compleja crisis que está atravesando nuestro país requiere respuestas inéditas.

La historia ha demostrado que los pueblos para ser libres deben enfrentar a quienes pretendan imponer una sociedad totalitaria. ¿Cómo se produce el valor necesario en una sociedad? ¿Es algo intrínseco, o puede ser inducido o suprimido? Existen instancias en que un dirigente valiente y convincente puede inducir o consolidar el valor civil.

Allí están los históricos ejemplos de Winston Churchill, quien, con el apoyo del rey y un reducido grupo de seguidores, y su oferta de “Sangre, Sudor y Lágrimas”, logró un cambio de actitud del pueblo inglés para enfrentar la amenaza totalitaria de Hitler.

Allí está gran aporte de Alexander Solzhenitsin quien se atrevió a denunciar el totalitarismo, al escribir lo que vivía, en un régimen que imponía silencio y aceptación de una visión unidimensional de su tiempo y de la historia; generando una profunda animadversión de la intelectualidad occidental de izquierda que se negaba, por obnubilación ideológica o por simple estupidez, a ver la perversión y la criminalidad del estalinismo.

Allí está el histórico movimiento "Solidaridad", organizado por Lech Walesa, un electricista desempleado, que lideró la huelga de los trabajadores de los astilleros Lenin en Gdansk en agosto de 1980 y negoció un final pacífico del comunismo en su país. El hecho que Polonia se sacudiera el yugo del comunismo condujo a la unificación de Europa.

El valor ciudadano en una sociedad es un bien frágil, pero indispensable para mantener la libertad. Es necesario crear conciencia de ello y hacer todos los esfuerzos hacia la consolidación de una actitud valerosa en los venezolanos para enfrentar con firmeza las presunciones totalitarias del régimen. Y esa será la conciencia cívica que se hará presente, para cumplir cabalmente con el futuro de nuestro país.

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Manuel Barreto
Manuel Barreto

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