Funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional no dan puntadas sin dedal. Saben que el escenario político, social y económico no les favorece a la gestión de gobierno de Nicolás Maduro, tan desgastada por el hambre de la población, producto de la escasez de alimentos y los altos precios de los pocos que se consiguen en los mercados y en los contados establecimientos comerciales que aún tienen abiertas sus puertas. No obstante, abusando del poder, persisten en mantener inflada la popularidad del Nicolás Maduro a través de las cadenas presidenciales transmitidas día a día por los distintos medios de comunicación audiovisuales del país, con el fin de venderlo como el mejor candidato para las elecciones presidenciales anunciadas por la máxima jefa del Consejo Nacional Electoral para el próximo 22 de abril de 2018.

A lo interno del PSUV y del gobierno, saben que la imagen de Nicolás Madura no tiene buena percepción frente al público  ni cuenta con el apoyo suficiente para ganar unos comicios electorales  competitivos y transparentes, las cuales no son precisamente las ofertadas por Tibisay Lucena para esa fecha, luego de que la directiva de la espuria Asamblea Nacional Constituyente llamase a elecciones presidenciales a destiempo sin tener la facultad para hacerlo, pero movida por la certeza que tiene el oficialismo de ganar en esa contienda electoral, dada la división del bloque opositor por su desacuerdo en distintas áreas y el desmembramiento  de su bloque, provocado con la inhabilitación de varios dirigentes políticos con  gran posibilidad de convertirse en candidato presidencial, así como por  la eliminación de varios partidos políticos que en otrora fungían como la primera fuerza política en varios estados, como Primero Justicia y Voluntad Popular, los cuales de una forma antidemocrática fueron sacados del escenario político por el simple hecho de no haber participado en las pasadas elecciones municipales del 10 de diciembre de 2017, luego de que no se respetara el triunfo de Juan Pablo Guanipa en los comicios regionales, por no haberse juramentado y humillado ante los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente.

Elecciones presidenciales convocadas para el primer cuatrimestre de este año, como un castigo a la oposición por negarse a suscribir un acuerdo  aupado por el ministro Jorge Rodríguez y amparado por el ex presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero,  cuyo  contenido  favorecía solamente al gobierno nacional y reproducía tanto la crisis, como la penuria vivida por los venezolanos con todas las políticas erróneas dictadas por Nicolás Maduro. E igualmente, porque no era cónsono con las demandas llevadas a esa mesa de diálogo, realizada desde el primero de diciembre del pasado año hasta el seis de febrero,  por los representantes de la fuerza democrática, como la apertura del canal humanitario, la realización de comicios electorales pulcros y garantizados, la liberación de todos los presos políticos, la habilitación política de los partidos y dirigentes políticos opositores inhabilitados, además del retorno de sus competencias a la Asamblea Nacional legal.

Una vez más quedó demostrado que esos diálogos o mesas de negociación montados por personeros del gobierno nacional son una farsa que únicamente buscan mantenerse en el poder, mediante la manipulación directa y cara a cara de sus contrincantes, con el objeto de demostrarle al mundo que sus acciones políticas son apoyadas por los representantes del sector opositor. Los oficialistas llaman diálogo a esos encuentros y nunca escuchan las peticiones de sus contrarios ni hacen concesiones.

Simplemente se impusieron y mantuvieron las riendas del proceso de negociación  para dominar el escenario y forzar sus condiciones, mediante la colaboración y anuencia de políticos de gran trayectoria mundial, como Rodríguez Zapatero, quien nuevamente no actuó como mediador, sino como un aliado de la revolución bolivariana. Prueba de esto es que no exigió a Jorge Rodríguez ni a la comitiva oficial escuchar los planteamientos del bloque opositor, sino que enalteció  la propuesta gubernamental e invito a  los opositores a aceptarla sin recelo, mediante una misiva enviada al diputado Julio Borges, quien fue la cabeza más visible en ese falso diálogo. El ex presidente español le escribió al parlamentario opositor: “Le pido, pensando en la paz y la democracia, que su organización suscriba formalmente el acuerdo que le remito, una vez que el Gobierno se ha comprometido a respetar escrupulosamente lo acordado. Esta petición la formulo desde mi convicción profunda en la necesidad de este acuerdo y desde mi compromiso por el cumplimiento del mismo”.

Una carta que sólo busca la claudicación de la oposición frente a las exigencias del gobierno y convertir a esas elecciones presidenciales sin garantías democráticas, pautadas por el CNE, en el hechizo perfecto para asegurarle al oficialismo  su perpetuidad en el poder, por cuanto las reglas del juego y el tiempo que desde Miraflores y demás instancias del Poder Ejecutivo se manejan como estrategia electoral solo favorecen a Nicolás Maduro, quien ya advirtió que participara en esas elecciones con o sin la oposición, lo cual es otra muestra de su talente antidemocrático y totalitario. En República Dominicana quedó en evidencia el carácter autoritario de los representantes del gobierno, los cuales no se sentaron en esa mesa con el fin de negociar y buscar consensos justos entre ambos actores del proceso para enfrentar la grave crisis política, económica y social sufrida por los venezolanos. Su interés era unilateral a favor de su permanencia en el poder. Y la figura más idónea para alcanzarlo es Jorge Rodríguez, excelente en la manipulación del discurso oficial para que sus representantes siempre aparezcan como las víctimas y no como los victimarios de los fracasos del gobierno, así como para endorsarle las culpas de los fracasos del país a terceras personas y no a las medidas políticas, económicas y sociales dictadas por Nicolás Maduro.

La presidenta del Consejo Nacional Electoral ya dictaminó que las elecciones presidenciales serán el 22 de abril, aunque el ganador asuma el cargo nueve meses después de su triunfo. Una estrategia calculada para asegurar como ganador al presidente Nicolás Maduro. Su anticipación busca ese éxito y la no participación de la oposición como fuerza de poder en la nación. Sin embargo, no todo será miel sobre hojuelas sí las elecciones presidenciales de Venezuela se dan en los términos que el oficialismo ha provocado, por cuanto ya infinidades de personalidades del mundo político advierten que no reconocerán los resultados de esos comicios porque, primeramente, fueron convocados por una Asamblea Nacional Constituyente ilegitima. E igualmente, porque no se realizaron de forma transparente ni de manera democrática ni fueron garantes de condiciones electorales idóneas para la participación del bloque opositor, hoy tan diezmado por las jugarretas tan bestiales, discriminatorias e inconstitucionales del gobierno nacional y sus poderes aliados en contra de sus disidentes, en aras de lograr el absolutismo en todas las áreas del poder.

La oposición tiene en sus manos un momento clave para fortalecerse como bloque político adverso del gobierno de Nicolás Maduro y sus instancias aliadas, aunque hoy   la MUD fue desechada como partido político y hayan inhabilitado a Primero Justicia y Voluntad Popular como partidos políticos. Con esas actuaciones del gobierno ya conocen cual es el proceder de su contrincante y actuar con la astucia precisa y correcta para no caer en la ilegalidad como ellos, sino luchar para mantener la institucionalidad del país y hacer respetar los preceptos constitucionales. Maduro podría ganar fácilmente esas próximas elecciones presidenciales por la abstención del mundo opositor y por la diáspora de todos los venezolanos que huyen del hambre, las enfermedades, la inseguridad, el alto costo de los productos alimenticios y medicinas y otras desgracias fruto del manejo doloso de los dineros públicos y el afán gubernamental de imponer el Socialismo del Siglo XII, a costa de la  destrucción de todo el aparato productivo nacional que en otrora era garante del desarrollo de Venezuela. Podrá obtener el triunfo, pero su conciencia no vivirá en paz por las desgracias causadas a quienes aún quedan en el país, luchando para comer y sobrevivir entre tantas carencias y necesidades.

 

 

 

 

 




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