¿Le molestan las personas que mienten a toda hora? Los estudios serios muestran que la mentira parece existir como una necesidad humana, universalmente generalizada, y socialmente aprendida. Según algunos analistas, todo hace pensar que los seres humanos necesitamos usar las mentiras como un “ingrediente” normal y común de nuestra cotidianidad. Quizás para algunas personas, la mentira y el engaño se han establecido –dominantes– en sus personalidades, y al igual que como lo hace una droga que ha creado adicción, nos hacen dependientes. Muchas personas en alguna ocasión “probaron” mentir o “engañar”; les gustó y se vieron reforzados y satisfechos. !Entonces, ¡se hicieron adictos a mentir y engañar!

¡Tengamos en cuenta que cuando alguien “declara que nunca miente”, estamos escuchando una gran mentira! El escritor francés Anatole France comentó, sarcásticamente, que “sin mentiras ni engaños la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento”. ¿Será este comentario una verdad o una mentira? Hay reuniones sociales, encuentros ocasionales y eventos de todas clases, que son unos verdaderos torneos de mentiras; en estos casos la idea predominante es demostrar siempre, con delicadeza y sutileza, preferiblemente, quiénes mienten más sin que queden “atados” a algún sentimiento de culpa (por mentir), y sin que sean descubiertos con facilidad.

Pero, mentir no nos hace seres despreciables, porque, aun cuando muchos se nieguen a admitirlo, las mentiras se han convertido en una forma de comunicación, y en un componente importante de nuestros mecanismos de defensa, socialmente aceptados, que sirven como aliviadero de las tensiones en toda comunidad social. Fue preciso Aristóteles cuando escribió, con total certeza, que “el castigo del embustero es no ser creído, aun cuando al expresarse diga una gran verdad”. Pero, la situación de la mentira y el engaño, con sus implicaciones peligrosas y perjudiciales, pueden llegar a extremos avanzados, que requieren investigación…

Cuando la mentira, además de distorsionar la verdad, entra en alianza con el engaño, los efectos malignos son hirientes y difíciles de aceptar, y dramáticos en sus terribles consecuencias. En el “campo minado” de la política autocrática, demagógica y populista, las consecuencias de este tipo de alianzas perversas pueden ser perjudiciales y muy dolorosas. Esta es la razón por la cual entre tantos viejos proverbios existentes que hablan sobre mentiras y engaños, hay uno que ilustra el problema aun con muy pocas letras: “La mentira y el engañó tienen fecha de caducidad y una muerte garantizada; al final, todo se sabe, y la confianza muere para siempre”. Hay algo de alivio en este decir, nunca podremos dejar de admitir que es muy cruel, muy triste y doloroso, ver cómo una sola mentira, disfrazada y “hábilmente adornada con finos engaños”, puede destruir tantas verdades y sentimientos

¿Existe la capacidad, la fortaleza defensiva, y alguna forma de protegernos contra estas reforzadas alianzas de mentiras y engaños? La prevención, la precaución, y una firme vigilancia, pueden ser muy buenos pasos para mantenernos atentos ante las mentiras y engaños; y así mismo, como un recurso positivo, a nuestro favor, para que no seamos nosotros mismos quienes cometamos mentiras y engaños. Pero, como dijo Abraham Lincoln (¡y nos parece correcto!): “Nadie tiene la memoria suficiente para mentir siempre con éxito. Podremos engañar a alguien durante algún tiempo, podremos engañar a alguien siempre; pero no podremos engañar siempre a todos”. Por otra parte, Mahatma Gandhi opinó algo que está relacionado con la moral, la ética y la mentira, cuando afirmo que: “Más vale que seamos vencidos diciendo la verdad, que triunfar diciendo una mentira”. Muchos de quienes, por costumbre, dicen una mentira, no saben qué difícil tarea han asumido, y poco o nada saben de su error y las consecuencias, porque estarán obligados a inventar veinte mentiras más, para sostener la certeza de la primera…

Los factores éticos, morales y humanos, implicados en factores psicológicos relacionados con el mentir y el engañar, quedan también expuestos, en una interesante afirmación del escritor y poeta portugués José Saramago, Premio Nobel de literatura en el año 1998. En una ocasión, Saramago dijo: “He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro.”, a esto le agregaríamos la sospecha de que al final, si no logramos convencer (¡y ganar!), recurriríamos a mentir o engañar, para no sentirnos perdidos o humillados… “La mentira más común es aquella con la cual un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano”. Son palabras de envergadura, y se atribuyen a la genialidad política, ideológica y filosófica del pensamiento de Friedrich Nietzsche.

¡Como vemos, “mentir y engañar” salen reprobados por todas partes! Pero, ¿no será una mentira?




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