El cuarto domingo del tiempo de Adviento nos acerca cada vez más al misterio de la Navidad, que proclama el nacimiento de Jesús, el salvador del mundo. La lectura del evangelio es tomada de Mateo. Él trata de describir a sus lectores cómo fue que sucedió la generación de Jesucristo. María, la madre, ya estaba desposada con José, pero se trataba, según la costumbre judía, de un compromiso de matrimonio, aún sin haber realizado el rito de la “introducción de la esposa en la casa del esposo”. Este segundo paso sí determinaba la vida matrimonial; el primero todavía no, al menos en el sentido de la convivencia juntos.

El gran milagro de la concepción virginal marcaría para siempre la historia de la humanidad

Justo entre uno y el otro momento es que María queda embarazada por obra del Espíritu Santo. El ángel Gabriel así lo comunica a la sencilla mujer de Nazaret. El gran milagro de la concepción virginal marcaría para siempre la historia de la humanidad, aunque sean muchos los que ataquen esta gran verdad revelada por el mismo Dios. Un acto tan puro y perfecto no podía no generar controversia y contradicción.

A Dios le quedaba otra misión muy importante: cautivar a quien sería el papá adoptivo de su Hijo. José, el esposo de María, era un hombre justo. Apenas se enteró de la “situación” de su esposa, supo que ella no viviría para contarlo: iba, tal vez, a ser ejecutada con la pena de muerte por el presunto adulterio, muy castigado en aquella cultura. Por eso, él decidió no exponerla a la opinión pública y repudiarla (divorciarse) en secreto. Pero mientras pensaba en todas estas cosas, un ángel, de parte de Dios, se le apareció en sueños y le dijo que no temiera de tomar a María como su esposa. El ángel le explicó que lo que ella había concebido era fruto del Espíritu Santo.

Le indicó también que debía llamarse Jesús, porque ese nombre significa “Dios salva”. Él salvará a su pueblo de sus pecados, de toda mancha que procura la transgresión de los mandamientos. Y el evangelista dice que todos estos eventos sucedieron para que se cumpliera lo que habían dicho los profetas: “Miren que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel”. Ese nombre significa “Dios con nosotros”. Y concuerda con el de Jesús, porque es Dios mismo quien viene para sacar a su pueblo de las tinieblas del error.

Después de la visión, José hizo lo que el ángel le había mandado, y recibió a su esposa. Ahora sí formaban una familia estable, que se convertiría en el modelo de familia para todas las culturas y todas las épocas.




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