Lo que viene ocurriendo desde hace tiempo en el mundo político de la oposición, es un fenómeno digno de estudiar en vista del estado en que hoy en día se encuentran las cosas, ya que la gente en la calle sigue expresando que no percibe ninguna señal que le permita tener esperanzas para poder ver que Venezuela pueda tomar el camino hacia el progreso, la paz y la auténtica democracia.
Actualmente lo único que uno ve y escucha, es que la gente está concentrada en sus trabajos (los que aún tienen) y tratando de conseguir el sustento diario, porque el fenómeno inflacionario es tal que no hay presupuesto familiar que pueda aguantar semejante arremetida.
Ante esas dos situaciones la mayoría de las personas de lo único que hablan es de tener una solución inmediata a éste asunto lo cual por cierto no se divisa por ningún lado, sino por el contrario el panorama se observa mucho peor.
Por si fuera poco, gran parte de la agotada clase política opositora cuando escucha que la gente quiere salir ya y de cualquier modo de lo que actualmente se vive recurren de nuevo a viejos argumentos vacíos que no generan absolutamente nada.
En otras palabras, la clase dirigente al día de hoy además de que se comunica muy poco con la población no está ofreciendo ninguna opción, ningún plan, ninguna alternativa y lo único que muestra es un estado de apatía que incentiva a la gente a visitar de forma masiva las consultas psiquiátricas a ver si través de la conversación y quizás el tratamiento médico farmacológico logra obtener algún tipo de tranquilidad.
Mientras tanto, Venezuela sigue caminando por el barranco de la destrucción y sus ciudadanos andan como autómatas deambulando perdidos por el laberinto de la desesperanza pensando que en que “Dios” será quien nos conceda la solución……… qué gran equivocación, pues la gente no puede seguir exclamando “¿Hasta cuándo Dios?, pues como dijo una vez el presbítero Carlos León: “No es hasta que Dios quiera, sino que hasta que “los ciudadanos quieran”.
En resumidas cuentas, la dirigencia política de oposición y la sociedad civil y democrática necesitan reencontrarse y bajo un debate sincero tomar la decisión de realizar un giro de emergencia al barco para poder levantar al país de las cenizas y dirigirlo hacia el progreso y la paz.




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