_“Un hombre desprovisto de esperanza y consciente de ser así ha dejado de pertenecer al futuro”._
*Albert Camus*
El pasado resulta pesado y hasta cargado de desaciertos, tal vez sólo como referencia, pero no sirve para prometer, porque es el espacio de la decepción; si se dice que todo tiempo pasado fue mejor, es porque solemos recordar los momentos más alegres. Del presente no se puede hablar, pues el tiempo no lo permite y el futuro se ha deteriorado antes de ocurrir
El progreso, la historia, los simples atavismos y remembranzas, la razón, la libertad, la felicidad son conceptos que se desvanecen ante las evidencias de un ambiente que presagia más incertidumbre, y sobre todo el caos total, imprevisible, paradójico. Se debilita la concatenación del pasado, presente y futuro mediante el cual hacemos intentos de estructurar el tiempo. Hasta se va perdiendo la perspectiva histórica. ¿Futuro?... Capitalismo salvaje de Estado, limitación a la propiedad privada, sempiterno intervencionismo del régimen en el aparato productivo, ilimitado centralismo, educación ideologizante y de pésima calidad; agobiante regulación a la libertad de expresión; criminalización de la disidencia; con unas Fuerzas Armadas politizadas que hiciera suya aquella arenga importada de "Patria, Socialismo o Muerte"… hasta que la muerte hizo de las suyas; y por otro lado un Tribunal Supremo hecho a la medida del colapso moral de toda nuestra Nación; y un C.N.E que enmudeció ante la ineludible realidad.
Una vez más se escuchan esas cansonas y desentonadas voces hablando de "tiempos nuevos" con ideas absurdamente arcaicas, como las que vaticinaban la búsqueda de un hombre "nuevo" que se quedó en el pasado siglo. Pero la dificultad para pensar el rumbo y el sentido de los cambios en curso parece poner en duda la noción misma de futuro. Tal como se nos presenta el acontecer nacional, parece que la incertidumbre se ha convertido en la única certeza. El sentido de crisis se generaliza en todos los ámbitos y ya nuestra imagen no se refleja con claridad en el espejo del futuro; éste, que en buena parte nosotros no decidimos, es abrumador, y ninguno de nosotros lo pone en duda.
Vemos tan distante el 10 de enero de 2025 que nos cuesta mucho obviar ese recorrido de 25 años de errores, disparates e inocultable ruindad. En tiempos de crisis, de incertidumbre política, de angustias económicas y de abatimiento moral, en esos momentos cuando la autocensura seca la garganta pero refresca las ideas, es cuando más pertinente y necesario resultan tanto la reflexión y el análisis, pues es tan importante no renunciar a la conciencia como no renunciar al porvenir.
Es cierto que un gran número de ciudadanos, con sobradas y válidas razones, toma la acción de ingresar a esa lamentable diáspora; otros se hacen los desentendidos, unos cuantos son los aquiescentes, y por supuesto, enchufados hay a granel; pero hay otros, no tantos pero si suficientes, que se niegan a tirar la toalla, que no permiten que el derrotismo les atrape, que no pierden las esperanzas, que se oponen y se opondrán rotundamente a que les confisquen el porvenir; que no le dan espacio al paralizante fatalismo; que elevan su voz con graves y sentidas denuncias, que gritan su iracundia en la tierra para que tal clamor llegue al cielo, y así esa voz, ese noble y justo grito, se una a tantas voces llenas de indignación pero igualmente cargadas de esperanza y de aliento.
Esa inmensa mayoría que se expresó democráticamente y hoy aguarda, más cautelosa que timorata, a sabiendas que el silencio y la indiferencia no son la más apropiada respuesta a los problemas del país, pero consciente que el régimen pisa, y pisa fuerte. Que sabe y no olvida lo vivido y realizado, lo sentido y lo logrado.
¿Qué más podemos hacer? No aceptar lo inaceptable, no tomar en serio lo que carece de seriedad, lo que es a lo sumo un capricho o un envanecimiento, en casos extremos un ventarrón de demencia.
El futuro de nuestro país en su conjunto no puede estar a la merced de lo que imagine o disponga un régimen, que postergó el porvenir de millones de seres; que pretende una absurda hegemonía, que se corrompió hasta los tuétanos, que dilapidó miserablemente y sin control alguno inmensos recursos, que nos tiene en la oscuridad y a la deriva, lo que nos ha llevado a este terrible colapso, y en su ruin afán de perpetuarse en el poder, promulga unas absurdas leyes, como calcadas del aquel célebre “1984"