COVID-19
Hospital Dr Miguel Malpica de Guacara. (Foto referencial).

Él conoce muy bien los síntomas. En cada guardia de 12 horas en el Hospital Dr. Miguel Malpica de Guacara atendía al menos a ocho pacientes sospechosos de COVID-19. Así que apenas comenzó con fiebre, dolor de cabeza y náuseas sospechó que se había contagiado.

Todo empezó para él el 8 de octubre. Al tercer día se percató que había perdido el olfato y el gusto. Comenzó a hacer memoria. Días atrás una paciente con clínica clara de coronavirus murió en sus manos. Como enfermero adscrito a Insalud, y trabajador del centro sanitario más importante del municipio, fue parte de las labores de reanimación de una mujer que llegó con severa dificultad respiratoria y falleció.

Recordó que esa noche no tenía mascarilla, y que siempre en esas maniobras el paciente expulsa algún tipo de secreción. “Yo le estaba haciendo presión en el pecho, tratando de reanimarla, pero no pudo hacer más nada. A los tres días comencé con los síntomas de COVID-19”.

Como trabajador de la salud él está claro de las condiciones  en las que se encuentra el hospital. Aún así, fue para intentar conseguir algunos beneficios. Lo primero que hizo fue acudir al epidemiólogo, un médico de cirugía general que no cuenta con la especialidad para ejercer el cargo.

La respuesta que recibió fue que no había pruebas rápidas en el hospital, ni para él ni para nadie, y que solo le autorizaban siete días de reposo. La indignación fue automática. “Yo vivo en Naguanagua y me traslado hasta Guacara en transporte público. Es ilógico que me manden a trabajar así exponiendo a mucha gente al COVID-19”.

Pero fue insistente. Se dirigió a la administración del centro de salud y recibió mejor trato. “Al menos me dieron  12 dosis de Levofloxacina y seis de Dexametasona”. También le dijeron que debía hacerse exámenes de laboratorio y radiografías en un centro privado.

Para ese momento ya su esposa, quien también es profesional de la salud, tenía síntomas claros de COVID-19, así que tuvo que compartir el tratamiento con ella. A los días, su hijo de 18 años también presentó fiebre y todo se complicó para la familia.

Sobrevivientes de COVID-19 por donaciones

Con lo poco que le dieron en el hospital de Guacara no era suficiente para tratarse los tres. “Hacía falta antibióticos orales para mi hijo, complejos vitamínicos, aspirina y analgésicos”. Pero no contaban con el dinero para comprar todo.

El enfermero y su esposa cobran un salario de cinco millones de bolívares al mes. Con las deducciones las quincenas son de un millón 700 mil cada uno. Así que les tocó apelar a la creatividad para conseguir lo necesario para poder enfrentar en casa el COVID-19.

“Publiqué en Facebook toda mi historia y comencé a pedir ayuda. Fue así como personas amigas y familiares que están en otros países colaboraron conmigo”.

Sin embargo, no fue suficiente. Solo un estudio de hematología completa con plaquetas lo conseguía en tres millones 200 mil bolívares, y eso debía multiplicarlo por tres porque todos lo necesitaban. Mientras que cada radiografía cuesta 30 dólares y debían hacerse varias de control.

No tuvo otra opción que endeudarse. “Pedí prestamos y ya debo 35 millones de bolívares. No sé ni cómo los pagaré porque no contamos con Insalud. La institución está dando a sus trabajadores un bono de cinco millones que no alcanzan para nada y nos excluyó a mi esposa y a mí, porque ellos deciden a quien beneficiar y a quien no”.

Discriminación en el hospital

Entre las exigencias que hizo en el hospital para el que labora es que le hicieran evaluaciones en su casa. Pero se la negaron. “A nosotros nos dicen que no, pero a los doctores amigos de la directora y a la subdirectora que también se enfermó de COVID-19, hasta le tramitaron los reposos en sus casas”.

También denunció que el personal fue amenazado con perder sus cargos si aceptaban el bono de 100 dólares gestionado por el gobierno interino de Venezuela. “Pero ellos no nos dan ningún tipo de incentivos, nos dan un sueldo miserable. Vamos al hospital porque queremos nuestra profesión y nuestra labor es limpia, digna y humilde y me gusta ser enfermero. Además, no puedo dejar a los pacientes sin sus tratamientos”.

En todo momento siempre pensó que no quería ser uno más de la lista de fallecidos por COVID-19, un número que ni siquiera iba a entrar en las estadísticas. «Porque quieren tapar el sol con un dedo». Le preocupaba mucho su esposa y su hijo, quienes padecen de resistencia a la insulina.

«Este gobierno demostró que no le importas los trabajadores de la salud. Nosotros atendemos pacientes sin trajes de bioseguridad, ni guantes tenemos. Estamos trabajando muy mal porque el capitán del barco es malo no sirve, es Lacava, y hasta sacaron al presidente de Insalud, lo metieron preso y pusieron a dirigir a alguien que designaron a dedo. Se tapan todo entre ellos mismos».

Él está mejorando. Ya terminó los 15 de tratamiento con antibióticos, mientras que su esposa aún tiene leve dificultad respiratoria y su hijo se recuperó mucho más rápido. Lograron hacerse las radiografías en un centro público de Naguanagua y una doctora amiga les confirmó al evaluarlos que tenían COVID-19.

Aún esperan que les hagan la PCR, pero no hay en ninguna institución de la entidad. Por ahora siguen en cuarentena, y son sus vecinos quienes los apoyan haciendo sus compras básicas de alimentos y medicinas. Insalud, el gobierno para el que trabajan y sus funcionarios, les dieron la espalda.




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