Mohamed Mursi durante su proceso el 8 de mayo de 2014 en El Cairo. AFP

El cuerpo del expresidente egipcio Mohamed Mursi, quien falleció súbitamente el lunes tras pasar seis años en prisión, fue sepultado este martes en Medinat Nasr, un barrio de El Cairo, aseguró a la AFP uno de sus abogados.

«Fue sepultado en Medinat Nasr (…) en presencia de su familia. Las oraciones fúnebres fueron en el hospital de la prisión de Tora», donde Mursi había sido declarado muerto en la víspera, dijo su abogado Abdelmoneim Abdel Maksud.

Mursi, del movimiento de los Hermanos Musulmanes, primer presidente electo democráticamente en Egipto en 2012 y derrocado en 2013 por el actual jefe de Estado, el general Abdel Fatah al Sisi, murió durante una audiencia en un tribunal en El Cairo.

Según fuentes de seguridad y judiciales, Morsi se desplomó tras hablar ante el tribunal y fue trasladado a un hospital en el que murió.

La red estatal de televisión aseguró que la muerte se produjo por un paro cardíaco.

«El tribunal le acordó el derecho de hablar durante cinco minutos. Cayó al suelo en el banquillo de los acusados y fue llevado rápidamente al hospital», donde murió, según un comunicado de la fiscalía.

«Llegó al hospital exactamente a las 16H50 y no tenía heridas visibles en el cuerpo», agregó la fiscalía.

Mursi, un ingeniero de 67 años procedente de una familia de agricultores, fue encarcelado tras su destitución y juzgado luego por varios casos, entre ellos uno de espionaje para Irán, Catar y grupos militantes como el Hamas en Gaza.

También fue acusado de fomentar actos de terrorismo.

Al ser consultado por la AFP, su abogado Maksud, declaró: «No pudimos verlo en el tribunal a raíz del vidrio blindado (del recinto) insonorizado. Pero otros detenidos nos dijeron que ya no tenía pulso».

«Lo vi en una camilla en el complejo judicial» de la prisión de Tora, agregó, precisando que ni él ni la familia del presidente sabían a qué hospital fue trasladado.

«Lento asesinato»

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, aliado del expresidente islamista, le rindió homenaje calificándolo de «mártir» y culpó a los «tiranos» en el poder en Egipto por su muerte.

«La Historia no olvidará a aquellos tiranos que lo llevaron a la muerte encarcelándolo y amenazando con ejecutarlo», señaló Erdogan en un discurso en la televisión en Estambul.

El Partido de la Libertad y la Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes, también acusó a las autoridades egipcias de «lento asesinato», denunciando las «malas condiciones» de detención de Mursi.

En las presidenciales de 2012, Mursi se había presentado como el garante de los ideales democráticos de la revuelta de 2011 lanzada por la juventud liberal y laica, pero a la cual se habían sumado los Hermanos Musulmanes.

Apodado «la rueda de recambio», reemplazante de último momento de la primera opción de los Hermanos Musulmanes, que era el empresario Jairat Al Shater, Mursi ganó la elección por estrecho margen frente al cacique del régimen de Hosni Mubarak.

La forma de ser simple y afable de Mursi, casado y padre de cinco hijos, le ayudó a gozar de un cierto estado de gracia durante los primeros meses de su presidencia.

Pero luego se ganó rápidamente el enojo de una gran parte de la población que lo acusaba de ser una «marioneta» de los Hermanos, ayudándolos a acaparar el poder, al tiempo que era incapaz de restablecer la seguridad o relanzar una economía muy golpeada.

Anodino y torpe

El expresidente islamista Mohamed Mursi durante su proceso el 21 de abril de 2015 en El Cairo. AFP

«Era percibido como la marioneta de los Hermanos, a los cuales ubicó en puestos de la administración, lo que irritó a la burocracia de arriba y a la población», estima Mustafá Kamel Al Sayid, politólogo.

Las crisis se sucedieron, y un año después de su elección, el 30 de junio de 2013, millones de egipcios salieron a las calles para reclamar su renuncia.

Su enemigo, el exjefe del ejército, el general Abdel Fatah Al Sisi, aprovechó esta situación para justificar la destitución de Mursi tres días más tarde y lanzar una sangrienta represión contra sus partidarios.

Policías y soldados mataron a más de 1.400 manifestantes pro-Mursi en algunos meses. Cientos fueron condenados a muerte, en procesos en masa expeditivos, calificados por la ONU de «sin precedentes en la Historia reciente».

Tras su destitución, Mursi fue condenado en total a 45 años de prisión en dos casos: incitación a la violencia contra manifestantes a fines de 2012 y espionaje a favor de Catar.

Durante sus juicios, aparecía en el banquillo de los acusados detrás de vidrios que aislaban el sonido para evitar sus diatribas, lo que no le impedía presentarse, con un aire marcial a veces un poco forzado, como el presidente víctima de un «golpe de Estado» militar. AFP




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