Cuando la música es parte de tu vida, ves las cosas de manera diferente, con optimismo y alegría. Se ha demostrado científicamente que la música despierta emociones y sensaciones únicas, incluyendo que, además, la música puede reducir la ansiedad o la depresión. Desde siempre, los músicos la utilizan para expresar sus sentimientos e incluso, cuando no lo logran, el público se da cuenta y afirma “fulanito no transmite nada” o “mengano es muy frío” o “zutano parece un robot”.
La música en mi casa era algo natural. Mis padres y mis abuelos eran músicos y muchas veces, nuestras fiestas eran animadas por los músicos de la familia y sus amigos, que también lo eran.
En mi infancia, la casa de mis vecinos, los Flórez Padrón, (Antonio, Alcira, Carmen Luisa y Carmen Elena), me dejó una impresión profunda que siempre me inspiró. El padre de la familia, Antonio, era compositor y amigo de Ítalo Pizzolante, por lo que sus reuniones en su casa las hacía con música. Tenía una habitación repleta de instrumentos musicales, y yo soñaba con tener algo similar cuando fuera mayor. Ahora, en retrospectiva, creo que me excedí un poco, ya que mi casa está llena de instrumentos y las fiestas las animamos nosotros, los músicos de la familia y nuestros amigos, que prácticamente son familia también.
Tanto mi hermano Miguel Ángel (que en paz descanse) como yo (los únicos Correa Feo que dejamos la soltería) nos casamos con músicos: Sergio Ramos y Lisbeth Ruiz. Quizás por eso, nuestros hijos también han seguido el camino de la música. El abuelo materno de Sergio, Don Carlos Landrove, fue trompetista, y la madre de Lisbeth, Doña Carmen Armas de Ruiz, tenía una hermosa voz, crio a todos sus hijos en un ambiente musical y hoy, muchos son músicos profesionales, incluyendo a sus nietos. Mis cuñados Amhed y Alejandro Ramos, quienes ya nos dejaron para hacer su último viaje, eran compositores. Alejandro amaba el Blues y murió soñando que estaba en un escenario cantando.
Amhed y su grupo, “Un Camino”, por su parte, compartieron tarima con Carlos Santana cuando, en 1973, se presentó en la Plaza Monumental de nuestra ciudad, aunque fue solo en el ensayo, porque al final no tocaron.
Las tenidas o “musiqueadas” en la “Tasca de Juan Correa”, en nuestra casa de Guaparo, dejaron huellas imborrables. Este lugar recibió a una gran variedad de visitantes: políticos, escritores, poetas y músicos. La tasca merecería un artículo completo, y desde el punto de vista musical, fue simplemente increíble. En una de las paredes, los asistentes dejaban sus firmas como recuerdo. Por allí pasaron figuras como Otilio Galíndez, Carlos Moreán, Carlos Mata, Guillermo Dávila, Morella Muñoz, Leonardo Panigada, Euro Navas, Isabel Palacios, William Alvarado, Cheo Hurtado, Lucía y Paola Montanari, Chile Veloz, los Hidalgo del grupo Urbanda, Melissa, Pucho y César Orozco, Luis Fernando Borjas, Guaco y Nelson Arrieta, por nombrar solo algunos.
Mi hija Isa Ramos, que reside en Argentina desde hace ocho años, es licenciada en educación musical y musicoterapeuta. Desde que llegó a Buenos Aires, trabaja en lo mismo que hacía aquí, pues además de cantar, da clases de música a niños y a adultos. Ella defiende la idea del maestro húngaro, Zoltán Kodály, que afirmaba que la música es para todos, independientemente del talento innato. Hace ocho años llegué a ver al músico Javier Cárdenas, asomado por la mini ventana de la puerta del salón del kínder musical que tenía el Centro de Capacitación Musical “Teresa Carreño”, para verificar si su pequeño hijo Francisco Javier, de cinco años, se adaptaba a los métodos musicales de su profe Isa.
En abril de este año, me emocioné mucho al ver un video que corrió por las redes, donde ese pequeño Francisco Javier, que ya tiene trece años, interpretaba el himno de Estados Unidos con su guitarra eléctrica, en el inicio de un partido de la National Basketball Association (NBA), en el estadio de Houston Rockets. Francisco Javier ha acompañado a artistas como Alejandro Sanz, Servando y Florentino y la agrupación Maná.
Y recordé un concierto que los maestros Jorge “Pucho” Orozco y Zamira Briceño, organizaron en el auditorio de El Carabobeño, hace unos veintidós años, donde sus pequeños alumnos, nos deleitaron con sus violines. Fui porque, además de ser amiga de Pucho y de Zami, se presentaba entre otros, mi sobrino Juan Miguel de cinco años, lo acompañaría al piano, su hermanita, Luisa Helena y yo morí de orgullo. Me llamó la atención una preciosa niña, muy pequeña, que tocó su violín con una seguridad impresionante; y sus imprecisiones propias de una principiante, las manejó con tanta hidalguía, que al final, subí a felicitarla. Se llamaba Erika Horn Senz. Su hermana Corina, algo mayor, también nos deleitó con su violín.
La amistad entre la familia de mi hermano y los Horn creció con los años, y los niños continuaron con la música. Sin embargo, Erika desarrolló un amor profundo por la guitarra a medida que crecía. Su talento artístico es asombroso. En nuestra sala, tenemos un cuadro de su autoría que representa precisamente una guitarra. Debido a los problemas en el país, los Horn (Dirk e Hildegard, sus padres), Corina (su hermana), su cuñado José Bellera y ella, Erika, se mudaron a Alemania, el país de origen de sus abuelos paternos. Por otro lado, la línea materna tiene raíces suizas, pero sus abuelas son latinoamericanas: una de Colombia y la otra de Chile. A pesar de todo, los Horn Senz siguen siendo muy venezolanos.
Erika se graduó en Austria, en ingeniería robótica, pero sin abandonar su pasión, la guitarra. Y se especializó, de manera autodidacta, en la técnica fingerstyle, distinguida como la más complicada de ejecutar, ya que combina armonía, melodía y percusión al mismo tiempo en el mismo instrumento. Confiesa haberse inspirado en Tobias Rauscher, Tommy Emmanuel, Sungha Jung y Calum Graham. Hoy en día está patrocinada por la marca de guitarras “Ibanez”, la cual, publicó su biografía en su página: Erika Horn | ARTISTS | Ibanez guitars. Ha ganado muchísima popularidad gracias a sus videos en Tik Tok e Instagram, donde podemos verla ejecutando covers y piezas propias.
En resumen, la música es un estímulo poderoso y una expresión profunda de sentimientos. No solo afecta a quienes la ejecutan, sino también a quienes la escuchan. Su relevancia en la familia, los gustos y las decisiones de los hijos es innegable. La música no discrimina; es un elemento esencial para el desarrollo emocional y motor del ser humano. Sin entrar en detalles científicos, podemos afirmar que la música es un vehículo significativo para la expresión personal, no solo a través de notas y pentagramas, sino también mediante pensamientos y emociones.
Y me viene a la mente aquel bello refrán: Aunque sea fuera de tono, canta con alegría.