“En la política es a veces como en la gramática: un error en el que todos incurren finalmente es reconocido como regla”.
André Malraux

Se dice que para tener buen juicio en política, hay que empezar por reconocer los errores; como también se afirma que en la vida los errores se pagan, luego, pareciera que en política, se transfieren. Mientras el régimen se organiza, como un todo, con un solo objetivo – atornillarse en el poder- y siguiendo al pie de la letra las instrucciones impartidas desde Miraflores, desde La Habana y desde Fuerte Tiuna, en la hoy mayoritaria oposición, aún no aparece quien tome la batuta para dirigir esos acoplados acordes que deberían dar al traste con tanto disparate, corrupción, negligencia, incapacidad, ruindad e inmoralidad.
Una de las necedades que trae aparejada la crisis que estamos viviendo, es el de pensar que la culpa, como la responsabilidad de intervenir, siempre corresponda a otros; bien sea a la MUD, a los políticos que sólo buscan sus intereses, a los alcaldes, a los concejales, al cura párroco, al vecino de al lado. En definitiva, a cualquiera que no seamos nosotros, sin embargo, hay que reconocerlo, si bien “Errare humanum est…Perseverare autem diabolicum”, nuestros líderes, esos que han tenido la seria responsabilidad de llevar a los factores democráticos, mediante las tácticas y estrategias cónsonas y pertinentes con esa dura travesía que acelerase la salida de esta calamidad que está destrozando lo poco que nos va quedando de país, no estuvo a la altura de lo encomendado. Sin embargo, craso error resultó el permitir que se desconociese las exigencias de la ciudadanía en cuanto a la liberación inmediata de los presos políticos, el respeto a la Asamblea Nacional elegida por aplastante mayoría y el derecho de de votar en el R.R y para elegir a los gobernadores. Es cierto, siempre se ha advertido que la MUD fue creada como un “aparato electoral”, pero ¿acaso la conducción política se limita a eso? La coherencia y la credibilidad son dos factores de suma importancia para lograr la confianza de la ciudadanía.

La MUD, en lugar de labrar en un terreno donde hubiera el abono con qué nutrirse y el agua con la cual refrescar sus ideas, se dispersó en búsqueda de nuevos espacios dialogantes. Luego la cosecha recogida se ve en esa cesta donde apenas podemos visualizar algunos pocos presos políticos, entre los que se destaca al “Filósofo del Catatumbo”, lo que ha acarreado la generación de comentarios acerca de ciertas negociaciones de Timoteo Zambrano. Si bien aquella frase – “Y si me matan, me muero” quedó registrada en la historia de la jocosa palabrería política vernácula, nos permitimos recordarle a UNT una máxima de un político integro, Winston Churchill: “La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez”. Por favor señores, ya que a Timoteo tanto le gusta un viaje, pues póngale a viajar, pero, créannos, es un clamor nacional, no lo sienten a representarnos en ninguna otra ocasión.

A Henrique Capriles nos permitimos recordarle – sin ánimo de darle más calor a lo caldeado de este año que se abre – que mencionar listas ha sido harto delicado en el fragor del acontecer histórico y político acá y más allá. Basta con recordar aquella lamentable y trágica historia llevada al cine por Steven Spielberg, “La lista de Schindler”; o las listas del senador norteamericano Joseph McCarthy, quien en los inicios de la década de los ´50 inició una cacería de brujas de corte fascista. Pero acá en nuestro patio recordamos con ironía la famosa “Lista de Piñerúa” y con mayúscula indignación la vileza sin parangón de la célebre “Lista de Tascón”.

Así las cosas, si tiene realmente esa lista de miembros de la MUD que le dan oxígeno a quienes nos asfixian, que colaboran con la prolongación de este régimen que se hunde y pretende que nos hundamos con él, por favor Gobernador, de ser así sáqueles no la lista, sino con acciones concretas de allí, que le aseguro que unos cuantos millones de compatriotas le acompañaran en tal labor. Aquel célebre florentino lo dejó anotado hace 504 años cuando preso en San Casciano meditaba. “El principal error en política es confundir los deseos propios con la realidad”.

Hay ciertas cosas que no pueden cambiarse de acuerdo a la ocasión, ciertos límites que no pueden sobrepasarse, como compromisos que no pueden obviarse, ni principios que puedan traicionarse. El buen juicio en política es complicado. Significa encontrar un equilibrio entre la estrategia política y la política en abstracto, en compromisos imperfectos que siempre dejan descontento a alguien, muchas veces, a uno mismo. El filósofo argentino Mario Bunge apuntaba que el error es tan común en política como en ciencia, pero la corrección del error es menos frecuente en política que en ciencia, porque al político común le interesa más el poder que la verdad.

Si para un ciudadano de a pie errar es humano, para un político que se resiste a aceptar sus desaciertos, errar es una contingencia. Son errores que no matan. Pero marcan, dividen y postergan.




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