Tanto en la guerra como en la política, toda planificación estratégica debe concertarse con más prudencia que ayer y más audacia que hoy, sin menospreciar los desaciertos, ni confundir los hechos y logros con la esperanza de mañana. Tal vez así lo entendía W.Churchill cuando acotaba : “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido”.

Es preciso que las debilidades y las fortalezas se evalúen descarnadamente, con total sinceridad, para estar en condiciones de reaccionar sin engaños, con visión de futuro, ante las circunstancias en constante evolución.

Este es el tiempo de la reflexión, de la auto-crítica, del análisis, del diagnóstico, de medir que puede flexibilizarse y que debe radicalizarse. No es el tiempo de “la cuadratura de los espacios no conquistados”, de “ubicación y posicionamiento”. Como tampoco de hacerle el juego al régimen.

Es tiempo de prepararse para lo más difícil, ya que tenemos a la vista es un país muy dividido, desgarrado económica y socialmente, asfixiado psicológicamente, y con inmensas perversiones comunicacionales y asociativas.

Es tiempo de apartar el sectarismo senil; es tiempo de innovar, de anticiparse, y hacerlo con humildad, porque el anticiparse exige muchas veces contener el ansia de prevalecer sobre otros, moderar la precipitación y situarse en una posición de aparente desventaja.

Es tiempo de tener ideas claras, programas definidos, madurez política y, sobretodo, la humildad suficiente para posponer las ambiciones personales y no anteponerlas al interés de la ciudadanía.

Es tiempo de revisar los objetivos estratégicos, sin limitarnos a imponer candidatos, pues en los políticos, como en los cirujanos, los errores son mortales; es tiempo de responsable actitud cívica, no es tiempo de aletargar.

No es tiempo de “Agendas ocultas”, es tiempo de transparencia, y lo más difícil en este ámbito…de sinceridad y respeto al ciudadano, obviando pensar como políticos para las próximas elecciones, y pensar como estadistas, para las próximas generaciones.

Es tiempo de mantener el optimismo sin dejarse llevar por el triunfalismo, pues la victoria definitiva se sellará cuando saquemos a nuestro País de este marasmo, cuando se reconcilien “los de allá” con “los de acá”, cuando impere la unidad, el orden, la seguridad y la paz que se requiere, para esa ardua labor de reconstruir todo el país.

Es tiempo de encarar esta prolongada crisis, que parece ser infinita, y la cual, sin duda puede revertirse puesto que fue provocada por hombres, y por lo tanto, está también en nosotros, la posibilidad de revertirla, con coraje, dignidad, y perseverancia.




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