No escondas la cabeza como el avestruz! ¡Levanta el cuello y la cabeza con dignidad, no como si fueras un avestruz! Estas son críticas escuchadas con frecuencia ante las evasivas, errores o justificaciones, que presentan algunas personas en momentos difíciles. Expuesta de esa manera, casi franca, pero no totalmente, las cosas suelen pasar más suavemente, o eso creen quienes se valen de hacer comparaciones con los pobres avestruces. Como la crítica es comparativa, y recae sobre un ave (el avestruz), hay la evasión de ser frontal o con una conducta más violenta. Con comentarios de ese tipo, anti avestruz, de tanta fuerza crítica, podemos pasar rápidamente de las amenazas a los hechos, cuando alguien intenta escaparse, evadir sus fracasos, o pretender desconocer la solución de un problema.
¡Pero, pobres avestruces! No se les reconoce que sean una de las aves más pesadas, y a la vez más rápidas, que existen sobre la tierra. Tampoco se les reconoce, abiertamente, poner los huevos más grandes, entre las aves. Al contrario, a estos graciosos animales, que picotean con reconocida fuerza, la opinión popular parece condenarles a pasar a la historia como unos verdaderos cobardes, evasores, que huyen a esconderse de buenas a primeras. “No escondas la cabeza como un avestruz”, es una crítica fácil y humillante, dirigida a quienes esquivan la confrontación, rehúyen alguna responsabilidad o se escapan de problemas; y de esos ejemplares humanos hay abundancia a nuestro alrededor. Claro que hacen mucho daño, porque la insinceridad y otras conductas insanas rigen sus personalidades. ¡Qué maltrato y atropello tan violento y sin sentido para los avestruces! Sin embargo, la idea de que el avestruz esconde la cabeza debajo de la tierra, como un refugio, frente a situaciones peligrosas, no es más que un mito. ¿Será que esconden la cabeza solamente cuando se asustan? Ni siquiera este argumento favorece a los avestruces, porque ante el peligro suelen huir, cosa que pueden hacer con facilidad porque son grandes corredores, capaces de superar los 60 km por hora, aun en terrenos irregulares. Siempre pueden confiar en sus enormes patas, y precisos picotazos, capaces de lastimar bastante a sus oponentes. Contrariamente a su injusta mala reputación, a la hora de defender a sus pichones, los avestruces son feroces y no temen enfrentar a sus depredadores. ¡Ningunos cobardes resultaron ser!