Estado venezolano tardó en priorizar el control del coral Unomia stolonifera

Unomia stolonifera
Coral Unomia stolonifera en Choroní. Foto cortesía: Fundación Azul Ambientalistas.

Betania Franquis/Crónica Uno

En un puerto comercial de Guanta, en el estado Anzoátegui, al oriente de Venezuela, un grupo de pescadores zarpa en sus lanchas para iniciar la faena diaria. Pero cuando lanzan las redes y las sacan del mar, se encuentran con un enemigo maloliente y gelatinoso, similar a un tulipán de colores beige y gris. Este inquilino se adhiere a las mallas y a los lastres de las embarcaciones. Su hedor impregna el pescado y los mariscos que capturaron, lo que los obliga a desechar la mercancía porque nadie la quiere comprar.

Se trata de un organismo llamado Unomia stolonifera, un coral blando que invadió el fondo marino del parque nacional Mochima, situado entre los estados Anzoátegui y Sucre, y que también tiene presencia en playas de otros dos estados de Venezuela.

Por décadas, Mochima ha sido considerado un destino de ensueño. Esta paradisíaca bahía de playas azules y arenas blancas ubicada al nororiente del país ofrece a quien la visita un paisaje de singular atractivo. Es famosa por albergar uno de los ecosistemas marinos más diversos y frágiles de Latinoamérica, caracterizado por sus coloridos arrecifes, exóticos manglares y una variedad de peces, tortugas, y delfines.

Estado venezolano

En las costas de este majestuoso lugar, el murmullo sereno del oleaje invita a la calma. Sin embargo, mar adentro, desde que el coral invasor Unomia stolonifera se instaló en la profundidad de sus cristalinas aguas, se alteró el equilibrio. Su extensa red de arrecifes y fauna marina apenas sobrevive, asfixiada bajo un denso follaje de arbustos que ha destruido el hábitat de crustáceos, peces, algas, ostiones y artrópodos.

Los últimos reportes elaborados por el Proyecto Unomia, una iniciativa de la Fundación La Tortuga y científicos venezolanos creada en 2021 para estudiar el coral, indican que este organismo ya se extendió por la playa Valle Seco, ubicada entre Puerto Colombia y Chuao en Choroní, estado Aragua; en Cayo Sur, perteneciente al refugio de fauna silvestre de Cuare, estado Falcón; y en playa Vallecito y Santa Fe, en las costas del eje costero sucrense. Biólogos e investigadores señalan que esta invasión constituye una amenaza biológica sin precedentes para Venezuela y el Caribe.

Crónica.Uno puso la lupa sobre la respuesta estatal con una revisión de las memorias y cuentas del Ministerio del Ambiente disponibles en línea de los años 2012, 2013, 2014, 2015 y 2017. Aunque en estos documentos se mencionan las acciones de prevención, control y erradicación del caracol africano, la rana toro y el pez león, como especies invasoras prioritarias por encontrarse fuera de su área de distribución natural, no se incluyó en este listado al Unomia stolonifera (en aquel momento identificado como Xenia sp).

Recientemente, es escasa la información oficial sobre la implementación de medidas para prevenir la introducción de especies exóticas invasoras y reducir sus efectos en los ecosistemas terrestres y acuáticos, según lo previsto en el objetivo 15.8 establecido en el Plan de la Patria 2019-2025, el plan de la nación del gobierno de Nicolás Maduro.

El Ministerio de Ecosocialismo (que sustituyó al Ministerio de Ambiente) atribuye sus limitaciones logísticas y financieras para frenar al Unomia stolonifera a las sanciones internacionales en contra del gobierno de Venezuela, aplicadas desde 2017, a pesar de que la invasión del coral fue advertida seis años antes por científicos venezolanos.

Una respuesta postergada

En el año 2007, el investigador y biólogo marino, Juan Pedro Allais, fue el primero en percatarse de la presencia de este extraño coral mientras hacía un estudio de impacto ambiental en el sector Valle Seco, cerca de Puerto La Cruz, estado Anzoátegui. Entre las formaciones rocosas y arrecifes observó unos parches de un singular aspecto que llamaron su atención porque rompían con el paisaje familiar del fondo marino autóctono.

Aunque Allais trató de indagar sobre el origen de este organismo fue poca la información que consiguió. Inició una investigación y contactó a varios expertos, entre ellos el especialista en organismos blandos de la Universidad de Tel Aviv en Israel, Yehuda Benayahu.

No fue sino hasta 2014 que pudieron publicar el primer reporte científico en el que clasificaron al coral como Xenia sp, una especie de octocoral con ocho tentáculos originaria del Indo pacífico.

Sin embargo, antes de la publicación de este primer informe, las autoridades ya habían sido alertadas. Juan Pedro Allais explicó que en el año 2011 una comisión del Ministerio del Ambiente, junto con una superintendente del Instituto Nacional de Parques (Inparques), visitaron el estado Anzoátegui para hacer un inspección en las zonas donde fue detectado el coral.

“Nosotros los llevamos a hacer una expedición de campo con una operadora de buceo y le enseñamos todo el problema”, dijo.

No obstante, no se tomaron medidas inmediatas.

En poco tiempo y ante la falta de acciones para frenar su propagación, el coral alcanzó mayor porcentaje de suelo marino. “En el 2017 hicimos otra exploración e identificamos puntos de la costa que tenían entre 80 % y 100 % de cobertura del Unomia. Ya algunas zonas estaban completamente tapizadas”, explicó Oscar Alcalá, coordinador del Proyecto Unomia y especialista en especies introducidas.

De esa manera el coral se dispersó hasta invadir áreas turísticas emblemáticas como isla de Monos, isla Borracha, Arapo, bahías de Pertigalete y Conoma, isla Chimana Grande, isla de Plata y playa Piscina, todas situadas en el parque nacional Mochima.

Crónica.Uno hizo un seguimiento a las notas de prensa oficiales publicadas por el Ministerio de Ecosocialismo, Inparques y el Instituto Nacional de los Espacios Acuáticos (Inea), y encontró una primera acción oficial en 2017 con la instalación de una estación de monitoreo establecida por Inparques en la isla Varadero, estado Anzoátegui, para hacer las pruebas diagnósticas. Luego, a las pocas semanas, un grupo de buzos fue designado para las primeras jornadas de retiro manual del Xenia sp en isla de Plata, donde, según notas de prensa, removieron 20 kilos del coral. Pero lejos de mitigarse, el problema persistió.

En paralelo, la comunidad científica por iniciativa propia continuó con las investigaciones hasta dar con la descripción exacta del coral. En un segundo informe científico, publicado en el año 2021, el coral pasó de llamarse Xenia sp a ser reclasificado como Unomia stolonifera.

Pese a que se desconoce cómo llegó exactamente a Venezuela, las versiones aportadas por lugareños e investigadores coinciden en que el coral fue introducido ilegalmente en bahía de Conoma e isla de Monos en el año 2005 por un acuariófilo, es decir, un aficionado a la cría de peces y otras especies, que lo cultivó con fines comerciales para venderlo como un coral ornamental. Sin embargo, al poco tiempo el responsable abandonó los cultivos en mar abierto, donde se reprodujo aceleradamente sobre el fondo arenoso, los arrecifes coralinos y las praderas de pasto marino que sirven de alimento a diversas especies.

En un ecosistema los organismos se nutren de diversas especies y a la vez sirven de alimento a otros: a esto se le conoce como cadena trófica. Dentro de esta red, los depredadores regulan la población de sus presas y mantienen el equilibrio. Pero en las costas venezolanas el Unomia stolonifera no tiene cazadores que actúen como mecanismo de control natural para moderar su propagación. Por lo tanto, este coral puede colonizar fondos marinos y distintas superficies arenosas y rocosas de forma acelerada.

Lugareños afectados por playas minadas

El coral siguió ganando espacio en los mares venezolanos. Juan Pedro Allais, director del Proyecto Unomia, precisó que este invasor ya tiene presencia hacia el noroccidente venezolano: en las playas de la reserva de fauna de Cuare, en la frontera con el parque nacional Morrocoy, en Cayo Sur, estado Falcón, y en Choroní, estado Aragua, lo que ha causado la muerte de los arrecifes y el desplazamiento de varias especies.

El experto consideró que las invasiones biológicas de este tipo son graves porque constituyen la primera causa de pérdida de diversidad biológica en el mundo. A eso se suma la adaptabilidad que este organismo tiene en las costas del país ante la ausencia de depredadores naturales.

Las consecuencias de esta invasión la padecen pescadores, posaderos y buzos. Los turistas evitan bañarse en las playas atestadas por el Unomia stolonifera y las operadoras de buceo que organizan expediciones acuáticas para visitantes disponen de menos áreas de fondo marino para ofrecer a sus clientes. Nadie quiere comprar el pescado impregnado con el mal olor de la toxina segregada por el coral.

Sonia Rivero, vocero del Frente de Pescadores del estado Sucre, aseguró que los efectos de la invasión del coral son graves para la actividad pesquera porque algunas especies ya han desaparecido de las costas sucrenses.

“Antes en la noche pescábamos San Pedro, parguito, rabo rubio, catalana y cherneta, ahora eso ya eso no existe porque se han ido a las profundidades”, dijo.

Según sus cálculos, la producción bajó de 100 % a 45 % porque de 16 toneladas de pescado que sacaban del mar ahora no obtienen ni 500 kilos

El secretario del Frente Nacional de Pescadores y Acuicultores, Delsón Ramírez, explicó que el coral invasor es “un cáncer” para los mares porque ha devorado en pocos años formaciones coralinas de hasta 300 años de antigüedad, que eran el hábitat de una diversidad rica de especies macroscópicas y microscópicas.

Aunque no hay datos precisos, la merma en la actividad pesquera es evidente. “Allí radica la incidencia negativa de esta especie no solo en la alimentación, sino en la comercialización dentro del ámbito internacional con la exportación del pescado”, dijo.

Medidas insuficientes

Las acciones para frenar la reproducción del coral ejecutadas por el Ministerio de Ecosocialismo e Inparques consisten en la extracción manual y jornadas de limpieza con aspiradoras subacuáticas, pero todavía no hay un método efectivo para erradicarlo definitivamente.

“La realidad es que hay más de 90 kilómetros de línea costera colonizados por el Unomia stolonifera solo en Anzoátegui. En zonas rocosas y profundas esas técnicas no tienen resultados. Este coral ha sido visto desde los 0 metros en la orilla hasta 50 metros de profundidad y eso genera una dificultad técnica”, explicó.

Oscar Alcalá agregó que la metodología de extracción manual con buzos es ineficiente porque requiere demasiado tiempo y esfuerzo para limpiar pequeñas extensiones de fondo marino a pocos metros de profundidad. Esta especie de coral, además, crece hasta un metro cuadrado cada dos y tres meses.

La propuesta formulada por el equipo de Proyecto Unomia consiste en diseñar un equipo de alta tecnología que remueva el coral sin romperlo, para evitar que los pequeños fragmentos se dispersen con las corrientes marinas y formen nuevas colonias. El prototipo será probado próximamente y fue creado por ingenieros en el exterior para retirar los más de tres millones de metros cuadrados ocupados por el coral solo en las costas de Anzoátegui que forman parte del parque nacional Mochima .

Hasta la fecha, no han recibido ningún tipo de apoyo económico por parte del Estado. “Estamos en una lucha para obtener financiamiento, pero no conseguimos quien nos ayude”, explicó Alcalá. En su campaña en la plataforma online Gofundme para recaudar fondos, Proyecto Unomia había logrado reunir hasta mediados de mayo de 2023, un total de 1005 euros de 98.600 (unos 106.000 dólares) que requieren para sufragar los costos del proyecto.

Mientras tanto, en las playas sucrenses, otro grupo de científicos intenta desarrollar nuevos métodos para controlar la expansión del coral. La investigadora del Instituto Oceanográfico de Venezuela, Sinatra Salazar, es la encargada de coordinar un proyecto de evaluación del Unomia stolonifera en Mochima, aprobado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología con un presupuesto asignado de 8.000 dólares, financiado por Fundación para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (Fundacite).

Foto cortesía: Fundación Azul Ambientalistas

La investigadora indicó que el muestreo comenzó en julio de 2022, por su equipo con la participación de los pescadores, arrojó que de 80 sectores recorridos a lo largo de la bahía de Santa Fe en el estado Sucre, 40 % presentaban colonización del coral invasor.

Lamentó que se haya hecho un abordaje tardío del problema por parte de las autoridades.

“No hubo mayor hincapié hasta el año pasado cuando se agudizó la invasión y el sentir de los pescadores ante esta emergencia ambiental. Las comunidades se quejaron de las labores de retiro manual y quieren otra solución”, recalcó.

El 30 de marzo pasado el equipo de Crónica.Uno visitó las sedes del Ministerio de Ecosocialismo e Inparques en Caracas para averiguar si estos entes ejecutaban algún otro plan o metodología para retirar el coral. Se entregaron solicitudes de información y se hicieron peticiones formales para concertar entrevistas, pero hasta el cierre de esta publicación no se obtuvo respuesta.

Una amenaza internacional

A diferencia de lo que opinan otros investigadores, para Salazar es poco realista la posibilidad de erradicar definitivamente el coral. A su juicio, es casi imposible eliminar las especies invasoras como el Unomia stolonifera una vez que logran establecerse, sobre todo en la inmensidad del mar.

En cambio, reconoce que su iniciativa se orienta a diseñar medidas de mitigación amigables con el ambiente y aplicables en todo el país. “Son estrategias de jardinería ecológica de bajo impacto para eliminar los parches y sanear de acuerdo con lo que se necesita. Debemos aprender a vivir con el enemigo”, explicó.

Foto cortesía: Fundación Azul Ambientalistas

Salazar agregó que el rescate y protección de los ecosistemas marinos que aún subsisten en Mochima y los otros estados afectados dependerá de la aplicación oportuna de la leyes por parte de las autoridades, y la toma de conciencia de las comunidades con el desarrollo de actividades de turismo, pesca y buceo respetuosos con el ecosistema.

En lo que sí coinciden los expertos es que en poco tiempo lo que comenzó como un problema local podría convertirse en una catástrofe ambiental internacional con implicaciones económicas y sociales.

Oscar Alcalá explicó que la colonización del Unomia stolonifera podría alcanzar en poco tiempo al Golfo de México y a todo el Atlántico Centro Occidental porque los pequeños fragmentos del coral adheridos a hojas de pasto marino pueden ser arrastrados hasta 3000 kilómetros a través de las corrientes oceánicas.


Foto cortesía: Fundación Azul Ambientalistas

Alcalá indicó que durante el año 2020 los integrantes del Proyecto Unomia lograron reunirse por videoconferencia con científicos de Colombia, República Dominicana, Brasil y Puerto Rico. Sin embargo, todavía no hay acciones concretas.

Invasión del pez león

Explicó que la propagación del coral por las costas venezolanas podría ser más nociva que la invasión del pez león porque el Unomia stolonifera destruye el hábitat de peces, camarones, cangrejos, moluscos, pulpos, calamares y otras especies que no se pueden mover y mueren instantáneamente a causa del coral.

“Si no se le presta atención, pronto tendremos un problema que afectará al Golfo de México, el Atlántico y el mundo”.

Mientras la comunidad científica intenta hallar a contrarreloj el método más adecuado para mitigar la propagación del coral sobre los ecosistemas marinos que aún sobreviven y están en peligro, los expertos temen que ya sea demasiado tarde para frenar su expansión fuera de las costas venezolanas.

Alcalá enfatizó: “Creemos que el coral ya llegó a una isla importante del Caribe. Esto es grave y la extensión de fondo marino que hay que cubrir es inmensa. Estamos ante un problema que se conoce desde hace años, pero que a la vez es un problema del Estado que no lo solucionará ninguna ONG ni ningún voluntariado civil”.

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Estado venezolano tardó en priorizar el control del coral Unomia stolonifera

Unomia stolonifera
Coral Unomia stolonifera en Choroní. Foto cortesía: Fundación Azul Ambientalistas.

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