Exdiputada afirma que promesa de Maduro de producir 2 millones de barriles diarios es una burla
Foto referencial. Cortesía Reuters (Archivo).

Para Michael Penfold, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Columbia, la guerra en Ucrania ha cambiado el juego geopolítico global, por lo que se percibe la adaptación de Estados Unidos, de Europa y del mundo occidental al cambio que significa dejar de comprar petróleo ruso y las consecuencias que ello generará a largo plazo

En este reacomodo global, el gobierno de Joe Biden comienza a evaluar con óptica fresca y urgente, por ejemplo, en América Latina. “Cuando Venezuela salió del mercado petrolero con las sanciones, Rusia aprovechó y ocupó ese espacio suministrando crudo pesado al sur de EE.UU.”.

Es una realidad de mercado que ahora la Casa Blanca busca revertir y, al mismo tiempo, aprovechar para impulsar otros objetivos. “EE.UU. quiere reducir la influencia de Rusia en Venezuela, que no es solo energética sino de otros componentes como el militar. Y también creo que abre un espacio para empezar a ver si es posible ajustar una política exterior hacia Venezuela, que hasta los momentos no ha funcionado para generar un proceso de democratización del país”.

El cambio de juego

Entrevistado por Tal Cual, el experto asegura que para Maduro el interés de Biden puede ser muy atractivo. “Después de todo, sería conseguir vender crudo a un mercado cercano sin dar descuentos tan altos como ha debido hacerlo hasta ahora con otros clientes pero sin operarlo directamente. Chevron pareciera tener un papel muy importante como el trader de ese petróleo, porque Pdvsa no lo va a hacer. Para eso hay que modificar las licencias actuales, que no necesariamente levantar las sanciones”.

Penford sugiere que esa primera conversación conducirá a un segundo punto de agenda: cómo permitirle a los operadores petroleros internacionales tener una presencia en Venezuela que vaya más allá de simplemente mantener las instalaciones de sus inversiones, “que es la situación de Chevron en este momento y de otras empresas de servicio globales. Un cambio en el que Washington tratará que el incremento de la producción venga acompañado de concesiones geopolíticas y geoestratégicas”.

La posición rusa

–Pero, ¿es viable disminuir la influencia de Rusia en Venezuela?

–Esto hay que verlo con un lente histórico. El chavismo ha tenido distintos momentos en su relación política y petrolera con EE.UU. Entre 1998 y 2002 la política era de entendimiento fluido con el chavismo. Un segundo momento va de 2002 cuando la política comienza a ser mucho más complicada, y la relación petrolera fluía pero con cambios importantes producto de las nacionalizaciones del sector petrolero, y las salidas de Exxon y de Conoco. A partir de 2014 y 2015 la relación política comienza a ser muy compleja, con poca comunicación hasta el quiebre de 2019 con el reconocimiento al gobierno interino y las sanciones. La aspiración de Maduro puede ser volver a una relación como la de antes: que exista políticamente aunque no sea buena, pero que en lo petrolero fluya a pesar de dificultades. EE.UU., por su parte, desea cambiar la conversación política para que garantice la restauración del orden constitucional pero sin sacrificar la relación petrolera. Eso va a ser una tensión enorme, y muy gradual.

Pero sin duda marca la intención de ambas partes de tratar de buscar otro tipo de relación.

–¿Cuál puede ser la reacción de Moscú al ver que zamurean a su aliado?

–La relación de Rusia también tiene su historia. Es una relación que tiene un componente militar porque EE.UU. sancionó la compra de armamento, y China y Rusia pasaron a ocupar ese papel en Venezuela. La relación petrolera resulta fundamentalmente comercial y de apoyo al chavismo a tratar de bypassear las sanciones, como lo ha venido haciendo. Pero hay un problema en el plano energético: Venezuela suministra petróleo a China, y Rusia también quiere vender más crudo allí porque no lo va a poder colocar en EE.UU. Si los rusos consiguen más mercado en China, no veo que haya más tensión. Lo que sí hay que decir es que van a seguir teniendo interés en una presencia en Venezuela para hacer contrabalance a EE.UU. en esta región, de cara a lo que sucede en Ucrania. Es un juego complejo.

La oportunidad de la oposición

El acercamiento a Caracas directamente con Maduro demuestra “el interés de Washington de querer retomar el control del canal entre Miraflores y la Casa Blanca que permita gestionar el suministro de crudo pesado de corto plazo, con una conversación de mediano y largo plazo sobre democratización que dependerá de una negociación política en Venezuela. Son conversaciones distintas, aunque interrelacionadas. El gran cambio es que EE.UU. ha decidido entrar a gestionar directamente esa relación, crear ese canal”, dice Penfold, también profesor del IESA e integrante del Wilson Center.

A su juicio, Estados Unidos busca cómo ajustar su política exterior para involucrarse directamente con el proceso que se avanzaba en México y quedó dormido en octubre de 2021. Especialmente porque es difícil que tal proceso produzca resultados si no hay incentivos cercanos vinculados a licencias, sanciones, acceso a organismos internacionales, solo garantizables por la nación norteamericana. “Y Maduro entiende que tiene que volver a esa mesa para ajustar su interés en el corto plazo de exportar crudo a EE.UU.”.

Dice Penfold que Joe Biden está aprovechando una coyuntura internacional y una nueva realidad energética para impulsar un ajuste ulterior. “¿Esto quiere decir que va a dejar de reconocer al interinato? No. Al menos no hasta que no aseguren que haya elecciones libres y justas en Venezuela, que es lo que van a buscar en la negociación”.

Lee la nota completa en Tal Cual.




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