Miguel Márquez, guionista del cortometraje Traidor. Foto cortesía

Miguel siempre estuvo claro. Sabía que labrarse un futuro implicaba irse del país en el que nació, pero en el que tenía pocas oportunidades de superación. Separarse de sus amigos, iniciar un camino en otra nación, aunque sea del primer mundo, es una experiencia difícil a la que se ha ido sobreponiendo al poner su mirada en un único objetivo: Abrirse paso en el difícil mundo del cine, en el que ha dado pequeños pero satisfactorios pasos. Hoy, a sus 19 años, es un venezolano con posibilidades de éxito, un talento que migró  para dejar en alto el nombre de Venezuela.

Miguel Márquez estudió en Naguanagua, en el colegio Los Robles. A principios de 2020 se marchó con su título de bachiller en la mano. En España comenzó la preparación. «El plan era estudiar Cine en La Coruña, de donde es mi familia, por lo menos al empezar. Igual aplique para estudiar tanto en Madrid como en Barcelona, ya que son las ciudades más prestigiosas del país cuando de cine se trata».

Una primera noticia llegó cuando el Instituto del Cine Madrid lo becó al presentar la prueba de admisión. Se preparó para irse a Madrid cuando la pandemia hizo su aparición. Un primer año vía online parecía la única opción, pero surgieron unas prácticas presenciales de dirección que lo obligaron a mudarse definitivamente a la capital española.

Para un venezolano acostumbrado a compartir, a reunirse con sus amigos, la soledad es casi una tragedia. «Debo admitir que nunca en mi vida había experimentado algo tan doloroso como es la soledad. Mientras más tiempo pasaba y más experiencias vivía, más solo me sentía, más extrañaba mi casa, mis amigos, hasta los centros comerciales. Desde que me fui rezaba para volver un día».

En este trajinar, Miguel ha conseguido gente buena y gente mala, como en todas partes. Por fortuna no ha tenido que enfrentar situaciones xenófobas dramáticas, aunque a veces nota ciertas miradas cuando algún español nefasto y grosero escucha su acento. «He conocido gente nueva y buena, pero nada se puede comparar a lo que dejé al irme».

Lo difícil de ser un migrante

Miguel agradece a Dios que ha podido salir adelante en su carrera, con sus cortos y su creatividad para escribir. Confiesa que intenta sacarle algo bueno a esa soledad que le ayuda a escribir y por ende a desahogarse.

Él sabe que la salud mental de los migrantes puede afectarse aunque, como en su caso, haya estado muy cerca de su familia. «No imagino cómo será la situación de quienes tuvieron que irse absolutamente solos, sin nadie. Hay que estar muy mentalizados cuando emigramos de que no será fácil y de que estarás feliz solo porque vas a un país que funciona”.

El ha logrado sobreponerse, poco a poco fue dando pasos pues no todo ha sido malo. Dos cortometrajes, elaborados en grupo como trabajo final de clases, le permitieron desempeñarse como  jefe de sonido en uno y ayudante de arte en otro.

Terminado el primer año, o curso introductorio, inició una nueva etapa. El segundo año está a punto de terminar, pero ya ha participado en dos series, una como actividad de clase y otra para los alumnos de interpretación.

Miguel ya ha escrito dos largometrajes. El primero lo hizo antes de empezar clases y reconoce que en ese momento no tenía ni idea de cómo escribir guiones. Es un trabajo que no le resulta tan bueno, pero que quiere perfeccionar en cada una de sus 167 páginas.

Su segundo largometraje es una apuesta autobiográfica en la que plasma sus sentimientos, las emociones que afloran cuando te toca irte de tu país siendo joven.

En su incipiente pero prolífica carrera, Miguel acaba de terminar de escribir su segundo cortometraje y sigue produciendo ideas. Este trabajo tiene por nombre “Lo siento”.

Traidor, su primer cortometraje

Traidor es el resultado de una tarea. Un examen final de una materia que le exigía escribir un guión de cortometraje, de máximo 10 páginas, que sería rodado en el instituto.

Esos primeros días de idear, pensar qué tema abordar y cómo hacerlo no fueron sencillos. Pensó ambientar una historia basada en la pandemia, un tema de actualidad.

La inspiración llegó poco después.  «Un día vi Goodfellas de 1990, la mítica película de mafiosos de Martin Scorsese y se me prendió el foco. Quise hacer una especie de homenaje a ese tipo de historias, que también me fascinan. Lo escribí y saqué un 9/10».

Quería rodarlo pero nadie se ofrecía a ayudarlo, hasta que conoció a Javi Sánchez, un joven estudiante en el departamento de sonido, con mucha experiencia en el séptimo arte. A él le entregó su guión con la esperanza de que lo leyera. Y lo hizo.

Meses después Javi lo contactó. El y su grupo, la productora PrisMad, querían grabar un cortometraje. Habían tenido una mala experiencia con un rodaje y quedaron con ganas de hacer un corto bueno. Estaban encantados con el guión de Miguel.

Era el momento de ocuparse, de hacer surgir las buenas ideas para alcanzar la meta. Al proyecto se fueron sumando conocidos, el equipo fue creciendo. Miguel como guionista y el director David Marín tuvieron una buena conexión desde el principio. «Una de las cosas fundamentales de un proyecto audiovisual es que el guionista y el director se entiendan y así fue».

Una buena preproducción y un concurrido casting presagiaban buenos tiempos. «Fue un éxito, David y yo ya teníamos listos a los actores y nuestras decisiones concordaron».

Pero faltaban recursos. Un rodaje siempre es costoso. Así, abrieron un crowfunding para recaudar dinero. «Empezamos con un presupuesto de 450 euros que aspirábamos recoger en 40 días, pero a los dos días ya habíamos superado ese monto. No lo creíamos, la gente siguió donando, hasta llegar a tener 640 euros. Se fijó un nuevo objetivo de 1.000 euros para culminar todo el proceso, meta que fue superada».

El rodaje

El equipo, que también integraba Andrés Domínguez como productor, se fijó un rodaje de 2 días. De la casa del abuelo de uno de los miembros del equipo debieron cambiarse a otra, también de un conocido, a las afueras de Madrid. Las locaciones incluyeron los espacios de la cafetería de unos amigos venezolanos de Miguel.

Aunque inicialmente a Miguel le habían ofrecido la dirección del corto, que rechazó por reconocer su falta de experiencia, no pudo evitar desempeñar otras labores en el equipo. El script contratado fue despedido y por un tema de tiempo y de la pandemia no querían estar convocando a más personas extrañas. A Miguel le asignaron el rol de script, que aceptó con miedo ya que no tenía ninguna preparación en esa área.

El rodaje se efectuó en los dos días establecidos. Para Miguel fue una experiencia increíble, llena de estrés, de temores, pero de muchísimas satisfacciones. Aspira que en corto tiempo todos podamos disfrutar de Traidor, su primera producción cinematográfica.

A esta primera experiencia conjunta de Miguel Márquez y el director David Marín, se suma otra que está en proceso. Se trata de la adaptación del relato Murmullos, una obra de un amigo de Marín, que está en fase de preproducción.

Mientras tanto, Miguel sigue creando. Una vez terminado el guión de Traidor, comenzó a idear su segundo cortometraje.  Lo Siento es el nombre de esta obra, que retomará cuando culminen las grabaciones de Murmullos.

El cine: Una pasión para toda la vida

Pasión. Esa es la palabra con la que define Miguel lo que significa el cine para él. Es a lo que se quiere dedicar el resto de su vida. “Es lo que me da felicidad, significa la forma en la que yo puedo ayudar a las personas porque el cine tiene un poder y una influencia inmensa”.

Su objetivo es hacer películas con las que los espectadores puedan escapar de la realidad, despejarse de sus problemas diarios, y que disfruten y sientan todo lo que sus historias tienen para ofrecer.

Ni en sus mejores sueños iba a imaginar que a esta edad ya tendría dos cortos. Además de Traidor, tiene otro llamado El apagón que realizó hace algún tiempo y difundió por Instagram.

El sueño de Miguel en este momento, más allá de ser un reconocido cineasta, tener proyectos con actores de trayectoria, ganar premios y tener fama, es dejar el nombre de Venezuela en alto dentro de la industria cinematográfica.

Para él, el cine en el país tiene un gran potencial. “Pero le falta fe, ganas, y debido a la situación es muy complicado sacar un proyecto audiovisuial adelante, es casi inimaginable por los gastos y todo lo que se necesita… Pero tengo fe de que eso va a cambiar dentro de poco y que Venezuela va a tener un nombre en el cine súper reconocido.

Hoy Miguel está en Venezuela. Vino de visita a reencontrarse con su gente y está feliz. Lleno de sueños que comparte con sus amigos que lo abrazaron con la fuerza que él esperaba.

Pronto volverá a Madrid, a donde emigró en busca de un futuro que se va labrando poco a poco, aunque su corazón siempre estará en las cálidas tierras venezolanas a las que aspira ver renacer en muy corto tiempo.

Con información de Dayrí Blanco.




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