“Ciertos actos -como las decisiones- ejercen influencia sobre lo visible e invisible (pero: perceptible) y hasta adquieren forma personal por su(s) efecto(s) creador(es) y receptor(es), propicio(s) o adverso(s) por su significación favorable o contraria, respectivamente”. É. Arenas P.
Para valorar lo que surge por una decisión puede que -antes de citar un ejemplo real- sea conveniente pasearse por la visión panorámica que ofrece un collage ensamblado con fragmentos de opiniones referentes al proceso decisorio y sus consecuencias:
Ante una situación problemática -en lo individual, profesional, organizacional, etc.- se requiere respuesta, no debe haber paralización ni impulsividad con improvisación: hay que enfrentarla y avanzar siempre hacia la meta que sigue en la búsqueda del objetivo deseado (la situación final imaginada: la visión de futuro a alcanzar). Todo cambio tiene un precio y hay que decidir qué hacer: diseñar el plan de actuación a poner en marcha. Lo que devendrá es un misterio y lo único que se puede hacer es afrontar la incertidumbre con determinación y sin ambigüedad.
El proceso decisorio es uno de los más difíciles a los que se enfrenta el humano: hay que formular las metas y el resultado deseado, elaborar un plan, implementar las acciones correspondientes, evaluar la evolución del plan, controlar las desviaciones, medir los resultados que se van alcanzando y… prepararse para asumir la(s) consecuencia(s).
Hay esquemas clásicos básicos para decidir la resolución de problemas de manera eficaz y eficiente. Cada quien afronta los problemas diferentemente con base en su saber y experiencia.
Toda decisión -resultante del proceso entero de elegir un curso de acción adecuado luego de un profundo análisis causal del problema amenazante y de valorar (estimar, inferir) qué acontecimientos ocurrirán y cuáles serán las reacciones evaluativas de los resultados que se obtengan- implica una conducta que se acompaña de esperanza y de miedo, pues además de ofrecer beneficio(s)… suele llevar hacia lo desconocido de sucesos -deseados y esperables o indeseados, insospechados, fortuitos, inesperados y peligrosos- y de un resultado. A sabiendas de que éste no depende sólo del plan que se implementa, sino que son fundamentales las reacciones de los demás que están involucrados en la situación, se deben asumir las consecuencias asociadas (las reacciones evaluativas subjetivas y objetivas, medidas en términos de bueno o malo, ganancias o pérdidas) que pueden pender de un hilo; de aquí que se deba hacer una evaluación de manera consciente y pensada de cada factor que entra en la ecuación en el momento actual, usando una balanza para intentar determinar su influencia en otros, y hay que tener mucho valor para dar el paso hacia uno de los caminos optativos que se abren enfrente.
Dar ese paso (elegir el modelo de acción considerado como el más adecuado a llevar a cabo para resolver el problema entre los varios que pueden producir el resultado buscado) es pisar la entrada de la fase de implementación que es una fuente inagotable de sucesos (maravillosos y preocupantes). Al activarla, es muy importante monitorear la evolución de cada aspecto del resultado que se va mostrando (valorar la situación generada), observando si el resultado -real y medible, basándose en lo acaecido- va en el camino esperado o no; si va bien, se avanza y se vigila, pero si se desvía del rumbo al objetivo (propósito final que justifica todo emprendimiento): hay que corregir el proceso de lo que se hace para mantenerlo bajo control.
Una acción es vigilar (monitorear y valorar el avance y su resultado) y otras son corregir (retomar el rumbo, cuando se detecta que ha habido una desviación) y controlar (mantener el rumbo hacia lo buscado); por esto, se debe tener la mente abierta y la disposición plena para salir de los comportamientos establecidos y automáticos que pueden inhibir la creatividad para actuar de acuerdo con los principios éticos y los valores morales, evaluando las reacciones -implícitas y no implícitas- y los sentimientos propios y de los otros del entorno (familiares, colaboradores, clientela, aliados, financistas, etc.) para evitar la crítica, el rechazo, y aprender la lección para el accionar futuro en pro de mejorar el proceso decisorio.
Al saber cómo reaccionan los otros, resulta más fácil revisar la actuación y ajustarla o cambiarla para alcanzar el resultado final buscado; eso sólo se puede hacer al detectar la reacción y se debe tener la mente obtusa (¡abierta!) y preparada para responder y crear una nueva oportunidad para obtener lo apetecido. Entendido así, la revisión del resultado es un proceso que pretende conducir hacia mejorar la actuación siguiente o cambiar el rumbo para crear una segunda oportunidad: la circunstancia dada determinará qué es lo más conveniente.
Lo que hace madurar al humano son las decisiones que concibe, adopta e implementa. Es el resultado de lo que se decide hacer lo que hace ser un buen decisor o no, un buen gerente o no, pero… predecir los resultados de un plan que se ha elaborado no es fácil, sino difícil y… mucho.
Las decisiones son actos de voluntad que nos hacen ser quienes somos y pueden mostrarlo, pero no siempre es así. La consecuencia puede cambiar el curso deseado de la vida y las cosas (exaltándolas o arruinándolas), marcar la diferencia y hasta hacer que nos aplaudan o pisen por el resto de la vida a pesar de haber optado por hacer lo que creímos correcto. Los mayores éxitos y los fracasos más sonoros son producto de decisiones implementadas con base en lo que parecía correcto.
Sabiendo que somos muy vulnerables a dejarnos llevar por nuestros estereotipos, apegos, prejuicios y preferencias de elegir un curso de acción sobre otros, lo mejor es reflexionar muy serenamente -considerando posibilidades y probabilidades- en vez de implementar decisiones apresuradamente, pues se ha visto cometer atrocidades.
Los asuntos no son como empiezan, sino como terminan siendo. Por esto, conviene evitar que el ruido de opiniones ajenas silencie la voz interior y hay que tener el coraje de hacer lo que ella dicta, puesto que el responsable… ante sí mismo… en lo que atañe a lo propio (a lo particular, lo individual; es decir: a lo personal) es el decisor, pero en las decisiones organizacionales se adoptan por consenso (nadie disiente); o por unanimidad; acerca de algo muy importante suele haber una tormenta de ideas (brainstorming) en la cual, sin censura previa, los inteligentes deliberan y proponen los planes posibles para que luego sean compartidos (considerados) y se decida; lo usual es que la responsabilidad sea asumida por la persona con la más alta condición de ser la culpable de algo inconveniente dentro de una organización; es decir: el director ejecutivo (en inglés: el Chief Executive Officer, CEO).
Es el caso de Walt Disney Enterprises (Empresa de Responsabilidad Limitada, LLC en inglés): hace pocos días, su Director Ejecutivo -Joe Barron- declaró que la compañía cometió un gran error al implementar la apresurada decisión de impulsar la agenda de género, pues en una tarde, cuando Ariel (personaje protagonista en el elenco de “La Sirenita”, película de dibujos animados, 1989) apareció sonriente y enarbolando la bandera del orgullo (un hito de identidad de la comunidad LGBTIQ+), expresando así -con silencio ensordecedor- que es miembro de ese conglomerado, lo cual fue catalogado -según lo resultante- como indecoroso, escandaloso: la mitad de la gente que estaba en los parques empezó a abandonarlos, se redujo la asistencia a éstos en 50%, más de 9 millones de suscripciones de Disney Plus (streaming channel) fueron canceladas, se detectó el aumento de juguetes Disney (Star Wars, Toy Store, Marvel y otros) en los basureros, se escucha que se perdió su monopolio de entretener a los niños y en la bolsa de valores se desplomaron las acciones del consorcio en un 70%: devastación (repudio crítico, imagen corporativa estropeada y descalabro financiero descomunal) por sólo ondear una pieza de tela multicolor -que entraña un mensaje- en una tarde soleada.
Se deduce que esa decisión no fue por consenso; si lo hubiera sido: el CEO no opinaría
Chichí Páez
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