Las últimas acciones del chavismo son un indicador de que la dictadura, por la razón que sea, no tiene reparos en mostrar su peor cara ante el mundo, de forma abierta y descarada. El ¿y qué? de los rojos arrancó con el bloqueo de la Asamblea Nacional, rodeada de verde oliva por los cuatro costados, siguió con el nombramiento de un grupo de sobornados en una directiva parlamentaria que tiene la legitimidad de un billete de 3 dólares y terminó con la impresentable invitación al embajador cubano a formar parte del consejo de ministros. Todo eso en tres escasas semanas. Si el descaro chavista es una huida hacia adelante está muy bien disimulada, porque no hubo el menor intento de darle un matiz de legalidad a ninguno de los “eventos”, como no fueran los embustes habituales de los voceros del régimen.

Pero ocurrió que un suceso, impredecible y hasta cierto punto improvisado, le picó a los mandamases y sacó un salpullido bastante visible en la ligera piel que muestran los tiranos cuando alguien los deja en ridículo (ridículo, en este caso, es la evidencia de que no manejan todas las cuerdas y se quedan bailando con la escoba). Resulta que el presidente encargado Juan Guaidó le tiró una trompetilla a la prohibición de salida del país –en una nueva demostración de que a Guaidó ni con el pétalo de una rosa- y se embarcó en una gira que lo llevó desde la cumbre antiterrorista en Colombia (donde fue recibido con honores de jefe de Estado) a Londres, a Bruselas y a la cumbre del poder mundial en Davos, Suiza. De seguidas viajará a España a recibir las llaves de la ciudad de Madrid, a pesar del fo que le ha hecho Pedro Sánchez para no molestar a sus socios de Podemos, y participará en una concentración de la diáspora venezolana en apoyo a la recuperación de la democracia en Venezuela.

La lista de personajes con los que se reunió Guaidó no es precisamente la de un vente tú, a pesar del apuro y de la premura. En Colombia, además del presidente Iván Duque, habló con Mike Pompeo, secretario de Estado de los EEUU. En el Reino Unido se reunió con el ministro de exteriores Dominic Raab y fue a 10 Downing Street para conversar con el primer ministro Boris Johnson. En Bruselas le tocó recibirlo a Josep Borrell, máxima autoridad de la UE para asuntos externos, quien lo acompañó a una visita al parlamento europeo. En Davos dio una conferencia en la plenaria del congreso y lo recibieron, entre otros, el canciller de Austria, Sebastian Kurz, y la canciller alemana, Angela Merkel. Hasta el momento de escribir este artículo, estaba prevista una reunión en París con el presidente de Francia Emmanuel Macron en el palacio del Elíseo, y quién sabe si algún otro personaje quiera intercambiar presencias con el presidente encargado.

Y a todas estas ¿Qué es de la vida del régimen venezolano? Pues que la gira de Guaidó desencadenó los infiernos que guían la vida del chavismo. Nicolás Maduro pronunció un discurso ofensivo, soez y cínico que demostró lo mucho que le pica que su principal oponente político se reúna con la crema del poder mundial mientras que a él –a Maduro- no le queda de otra que juntarse con Putin, con los ayatolas, con la dirigencia de Hezbolá, con los dictadores cubanos y con enchufados y narcos. Uno sabe lo que le produce ronchas a los chavistas por el tono y el contenido de sus palabras. En esta ocasión, la poca autoestima del dictador acusó castigo, pero lo que más lo debe haber descompuesto es el temor – muy justificado, por cierto- a que se discuta abiertamente el tema de la conexión caraqueña con terroristas y criminales.

Aún no se conocen las consecuencias prácticas –ni si las habrá- que vayan a surgir del viaje del presidente interino. Por ahora, queda la expectativa de su regreso a Venezuela y el regusto de contemplar la pataleta asustada de los rojos.




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