Nuestra visión del mundo es muy subjetiva y muy interesada. Vemos las cosas invisibles, esas cosas que existen solo en nuestra consciencia, y que los demás, por supuesto, no logran ver. Porque hasta el perrito que tengamos al frente lo vemos, después de pasarlo a nuestra consciencia, donde ya no es el perrito que ven, diferente, otras personas que estén con nosotros. Eso explica por qué los políticos tardan tanto en negociaciones; porque cada uno esta negociando con lo que exista en su consciencia. !Menudo problema! Por esto, hacemos invisibles muchas cosas, que  “ocultamos” psíquicamente, sin saber que este proceso de “ocultamiento” existe y no es intencionado de muestra parte. 

Cuando vemos cualquier cosa, ya sea un evento humano, o natural, rápidamente, en fracciones de segundo,  «reconstruimos», a nuestro entero gusto y necesidades, la ‘verdad original presente y recién observada. Al final, siempre nos quedamos con esa última y definitiva verdad presente, ya no tan original, porque ha sido reconstruida, retocada, con información parecida o similar que exista en nuestro cerebro:  todo lo acumulado en imágenes, en visiones, en análisis, en necesidades, en sueños y conocimientos, presentes en el momento del contacto. Habrá tantos nuevos rehaceres, como nuevos contactos hagamos. Es uno de los procesos más espectaculares del cerebro humano, que se han desarrollado durante la evolución de la materia y de las especies, a lo largo del vasto tiempo planetario de la tierra… ¡Así tan espectacular,… como comprensible! 

Tanto ver más, como ver mejor, son resultados de las necesidades particulares que tenga cada persona, en cada situación cambiante. “Yo soy yo y mi circunstancias”, enunció José Ortega y Gasset (1883-1955),  Filósofo y ensayista español. Al hablar así, quiso señalar algo sorprendente: !Que uno cambia según las circunstancias que nos rodean! Es la misma tónica de otro viejo decir popular: “Vemos al mundo según el cristal de los lentes conque miremos”… Si observamos una situación estando ansiosos, angustiados, tensos, lo observado va a estar influenciado por una carga de sentimientos y emociones igualmente traumatizantes. Seria diferente si venimos de estar alegres, relajados, y con sentimientos de optimismo y felicidad… 

Mucha gente, disminuida en sus posibilidades económicas y sociales rebaja, sin saberlo, sus necesidades y expectativas de lo que quiere ver. Una experiencia conocida en psicología es pedir a varios niños que dibujen, de memoria, un mismo billete mostrado durante un tiempo previo. El resultado es que los niños más pobres tienden a dibujar billetes mucho más pequeños que los de los niños con padres más ricos y emprendedores…

La realidad es lo que es, pero si uno cambia la percibe de otra manera; ve nuevas posibilidades y se crean nuevos posibles futuros. Otra cosa es que nada hagamos por que esos futuros se concreten en realidades verdaderas. Un aforismo del francés Marcel Proust es muy claro al efecto. Dijo que: «aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia». Y lo dijo con total convencimiento, a sabiendas, como nosotros lo creemos, que «hacemos un mundo nuevo aquí, ahora, en este preciso instante, cada vez que lo pensamos y lo ponemos en acción». 




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