Días pasados el eximio presidente de la República Bolivariana de Venezuela tuvo el arrojo de declarar “urbi et orbi” que el venezolano es el pueblo más feliz de América Latina. Oyendo eso me acordé del famoso cuento de Esopo, fabulista griego del siglo VI a.C. cuyo protagonista era el pastorcillo mentiroso que tenía la mala costumbre de asustar a la gente gritando “al lobo al lobo”, aún cuando no había ningún lobo. Claro está que el día en que hubo un lobo de verdad, se produjo una matanza de ovejas.  Es un hecho irrefutabile entonces que todo mentiroso empedernido pierde toda credibilidad aún cuando dice la verdad. Y volviendo a lo nuestro es interesante notar  que eso de mentir con extrema frecuencia es una prerrogativa de muchos gobernantes, maxime si son de estrema izquierda.

Por ejemplo, como es posible declarar que los venezolanos somos el pueblo más feliz de América Latina cuando estamos viviendo en un país donde no hay comida, donde hay que importar el 94% de lo que se consume,   –  hasta que haya dinero!   –    donde si te enfermas te mueres porque no hay medicinas, donde los hospitales no funcionan, en un país donde no hay seguridad personal, en un país donde han tenido ultimamente que emigrar más de cuatro millones y medio de venezolanos porque no había trabajo!  ¿Porqué desestimar tanto la capacidad intelectiva de los venezolanos? ¿Acaso nos hemos convertidos en “masoquistas”?

Para aclarar cualquier duda, quiero que sepan que, según la RAE, “masoquismo” es esa tolerancia inerte frente a un engaño, ese placer…sádico en sentirse humillados, en aceptar pasivamente casi con satisfacción ofensas, mentiras, falsas promesas, como sucede ultimamente frente a las declaraciones del presidente. Hay más, yo creo que el verdadero masoquista poco a poco se pone insensibile frente  a esa serie de  calamidades que le toca soportar sin protestar, sin reclamar, con sumisa mansedumbre, con tolerante aguante y subyugante conformidad, como está sucediendo en nuestro país, calándonos el cuento …del pastorcillo de Esopo, de que la crisis que estamos viviendo es la triste consecuencia de la guerra económica desatada por los yankees. Y así, si se va la luz hay que tener paciencia, si no hay agua, nos bañaremos mañana, si nos enfermamos  y no conseguimos medicinas habrá que esperar, si tenemos el carro accidentato porque no hay repuestos habrá que ir a pié, si lo que ayer costaba diez hoy cuesta quince y mañana costará veinte gracias una dolorosa ley de mercado impuesta por los acaparradores pero, de allí a decirnos que somos el pueblo más feliz de América Latina, el paso es muy grande! Ya está bueno de mamadera de gallo!Ahora bien, frente a ese cuadro que llamarlo dramático es reductivo, la reflexión que sale natural es la siguiente:

En cualquier país del mundo donde suceda algo parecido, se produciría una reacción general, una protesta masiva, una cacerolada permanente hasta tanto tomen remedio o renuncien…menos en Venezuela! Aquí parece que todo está bien de manera que lo que está sucediendo es normal y la única preocupación de esos “señores” no es resolver esos problemas   –    ni sabrian como   –    sino buscar a quien echarle la culpa. Y así, gracias al masoquismo de un pueblo resignado y tristemente sin esperanzas, seguimos hundidos en ese tremedal de corrupción, de abusos y de mentiras, de tanta gente irresponsable e incapaz.

Es por eso que, a la luz de lo que está pasando en este país, para seguir apoyando a este gobierno, o hay que ser ciegos o hay que ser …masoquistas!

Desde Italia 

 




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