Miércoles, 11 de septiembre de 2024

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Hay que recuperar la educación en Venezuela

La autora hace un paseo por la historia de la educación en Venezuela, relacionandola con pasajes de su vida y su familia, llena de educadores

En mi casa somos muchos los educadores. Tal vez es algo que llevamos en la sangre. Recuerdo cuando todavía vivíamos en Caracas, que mi mamá, maestra normalista, bachiller y estudiante de Biblioteconomía en la Universidad Central de Venezuela, tenía un buen cargo en la Federación Venezolana de Maestros, pero además daba clases en una escuelita en Petare, por amor a Dios, porque lo hacía de corazón, no por dinero, mientras mi papá estudiaba Educación, también en la Central.

No sé por qué pensé, cuando tres de sus cuatro hijos nos graduamos de licenciados en educación y tres de sus seis nietos, también lo hicieron, que eso de ser educadores, lo habíamos heredado de mis padres, pero resulta que no, la cosa viene de atrás. Socorro González Guinán, hermana de mi bisabuelo, era educadora. Fue ella quien escribió “Historia de Venezuela para niños”, con el auxilio de su hermano Santiago González Guinán, autor de la letra del Himno de Carabobo. Y en la familia de mi madre, unas primas de mi abuelo Héctor Calixto Feo, “las Feíto”, también eran maestras y todavía hay valencianos que las recuerdan.

La educación es obligatoria en este país desde el 27 de junio de 1870, por decreto de Antonio Guzmán Blanco, el “ilustre americano”, un dictador que fue presidente de Venezuela en tres ocasiones. Sin dudas era un autócrata, pero amante de la educación y de las buenas costumbres. A él debemos ser de los pocos países, que evaluamos a los estudiantes con calificaciones de 0 a 20, tal y como se hacía en Francia, su país modelo.

Definitivamente Guzmán Blanco fue un gobernante que promovió el progreso de nuestra patria en lo que a economía, educación y política se refiere, pero fue muy criticada la manera despótica y ególatra en que ejerció su poder. Esos catorce años en la presidencia, se repartieron en tres períodos, pero se complementaron con seis años de gobiernos llamados “títeres”, ya que colocó en la presidencia a políticos que complacían sus deseos, por no decir que obedecían sus órdenes.

Guzmán Blanco primero tomó el poder en 1870 y en 1877, lo entrega a Francisco Linares Alcántara que permanece como presidente por un año y fallece siéndolo. De hecho, es el primer presidente que muere en el cargo y, en virtud de que, hacia el final de su mandato, había dado libertad de prensa y varios antiguzmancistas se le acercaron, se comentó que el herido ego del divino autócrata, lo había mandado a envenenar; pero solo eran chismes, Linares murió de un problema pulmonar. Lo sustituye José Gregorio Valera por unos meses, hasta febrero de 1879, cuando hay elecciones y Guzmán Blanco vuelve a la presidencia.

Cinco años más tarde, en 1884, Joaquín Crespo, otro enamorado del proyecto guzmancista, es quien toma la presidencia de 1884 a 1886, momento en que regresa el ilustre americano al poder. Pero en 1887, se retira por diez meses y entrega la magistratura al carabobeño Hermógenes López, quien ejerció el poder magníficamente bien, pero tuvo que regresar el mando a Guzmán Blanco. Por supuesto que todos estos presidentes eran “guzmancistas”. Fueron en total dos décadas, conocidas en nuestra historia como la “hegemonía guzmancista” o el “guzmanato”.

Fueron años de bonanza para Venezuela. Se introdujo el bolívar como unidad monetaria, así como la telefonía y la electricidad en el país. De igual manera, se oficializó el “Gloria al Bravo Pueblo” como Himno Nacional de Venezuela. Vino el primer ferrocarril, y el sistema de telégrafos pasó a ser del Estado. Se construyeron tanto el Teatro Municipal de Caracas como el de Valencia y el Teatro Baralt de Maracaibo. Pero Guzmán se peleó con la iglesia católica, confiscó muchas de sus propiedades y expulsó varias órdenes religiosas.

Sabemos que Cipriano Castro cerró nuestra Universidad de Valencia y, aunque Juan Vicente Gómez, su sucesor, otro dictador, no vuelve a abrir sus puertas, en 1910 hace publicar el Código de Instrucción Pública, en el que se establece que la educación en Venezuela se divide en pública, subvencionada y privada.

Y el educador era respetado. Yo estudié en un colegio privado, pero el público era de tan buena calidad, que recuerdo que cuando hablábamos bien de nuestros profesores, hacíamos mención de los liceos públicos en los que también trabajaban.

El analfabetismo se fue en caída libre, especialmente desde 1950 hasta el nuevo milenio. Quién no recuerda “Acude, te estamos esperando”. Venezuela era una tierra de oportunidades. Uno de mis mejores amigos de la juventud, compañero de la Coral Filarmónica de Carabobo, vivía en la Vivienda Rural de Bárbula, en un rancho de paredes de tabla y techo de zinc, se graduó de abogado, daba clases en la universidad y llegó a tener una casa propia y bien bonita en una buena urbanización.

Hoy en día las cosas no son así. Hace poco le dije a un niño encantador que me atendió en un negocio de verduras, que tenía que estudiar para que se graduara en la universidad, porque era muy inteligente y su respuesta fue “¿estudiar?, no vale, eso no da, si quieres hacer dinero, hay que trabajar, no hay que estudiar”.

Ese niño puede que tenga razón en la Venezuela de hoy, cuando un docente universitario, a pesar de los años de estudio, gana muchísimo menos que un taxista, un bodeguero o un empleado doméstico. No quiero decir que el venezolano no sea una persona educada, no, el venezolano es encantador, con o sin educación. Me refiero a esa educación que se imparte en las escuelas, liceos, institutos tecnológicos y universidades. ¿Cómo es posible que, en muchas escuelas públicas, se dan clases unos cuantos días a la semana y no de lunes a viernes? Esto ocurre por diversas razones, siendo la principal, los miserables sueldos de los docentes.

Debemos recuperar el país, definitivamente hay que recuperar la educación en Venezuela.

Anamaría Correa

[email protected]

 

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Hay que recuperar la educación en Venezuela

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