¿Habrá algo que se pueda rescatar de la revolución bolivariana? ¿Algo para lo que haya servido el socialismo del siglo XXI, aparte de arruinar al país más rico en recursos naturales de América Latina?  ¿Es que solo se recordará al régimen chavista por su desmadre, su destrucción y su corrupción?

En principio, espera uno que la historia no será muy generosa con la montonera que acabó con la democracia y la libertad en Venezuela, además de desaparecer el pollo, el arroz, las papas y las medicinas. El chavismo quedará para el futuro (esperamos que ese futuro sea cercano) como una plaga que llegó -en realidad, la llamaron-, vio y se dedicó, sin pausa y rodilla en tierra, a vaporizar riquezas con la mano izquierda mientras con la derecha transfería lo que quedaba hacia los bolsillos de funcionarios, parientes, relacionados y amigos. Una plaga que le ha costado a la nación 300 mil muertes violentas y más de un millón de millones de dólares, solo por mencionar dos cifras espeluznantes.

Venezuela es hoy tierra arrasada, y lo será todavía por un tiempo. Si la demolición del terruño tomó 15 años (los últimos 3 años han sido para pisotear lo que ya estaba en ruinas), la reconstrucción será, por lo menos, igual de larga. Y en el momento en el que empiece el esfuerzo faraónico de sembrar, producir, liberar y levantar, en ese preciso momento, habrá que mirar hacia atrás y rescatar las lecciones que tendrán que quedar grabadas en el disco duro de la sociedad, si es que el futuro le importa a alguien. Habrá que asimilar muy bien lo que pasó luego de entregarle el país a un grupo de gente sin preparación ni escrúpulos, bajo el ingenuo argumento de que como eran revolucionarios de izquierda serían honestos y estarían del lado de los pobres, y como eran militares pondrían orden y eficiencia.

En realidad, lo único bueno y rescatable del socialismo del siglo XXI es que desnudó a los farsantes que decían defender a los débiles y los mostró como lo que siempre fueron: una banda de oportunistas con mucha necesidad de poder y un resentimiento despiadado, oculto detrás de sus disfraces de activistas de derechos humanos, luchadores sociales y militares patriotas. A la gente que se levante de las cenizas le tocará contar el cuento como en verdad ocurrió, rectificar la historia que han escrito los que hoy asaltan el poder y asegurarse de que las generaciones futuras sepan de dónde vienen, sin píldoras doradas ni eufemismos.




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